viernes, 20 de agosto de 2010

¿HASTA CUÁNDO DEJAREMOS QUE NOS ENGAÑEN CON ESO QUE LLAMAN “DEMOCRACIA”?


(Con este artículo iniciamos una serie dedicada a la democracia y el voto del pueblo)

Se dice que la Revolución Francesa fue el inicio de la democracia moderna, pero no resaltan que dejó paso inmediato a la dictadura de Napoleón llevando a la ruina a su país, ocasionándole millones de muertos sin conquistar ni una pulgada de territorio extranjero. Más de doscientos años de engaño son suficientes. Si es que algún país tuvo un momento de verdadera democracia éste fue breve y no sirvió para nada. En todo caso reconozcamos que el periodo más falso y ruin de eso que llaman democracia es el que estamos viviendo en el siglo XXI.

INCOMPLETA DEFINICIÓN DE LO QUE ES DEMOCRACIA
Se suele definir la democracia como “el gobierno del pueblo”. Evidentemente esto requiere que el pueblo elija a personas que gobiernen el país en su nombre. Es decir, políticos que representen sus intereses en el manejo de la nación. ¿Se ha cumplido esto alguna vez? Claro que no. Si queremos ser rigurosos tendríamos que decir casi nunca o en muy raras ocasiones. En todo el mundo, salvo quizá los países nórdicos, los elegidos no responden a lo que el pueblo espera de ellos, no cumplen con sus promesas electorales y, la mayor de las veces, hacen todo lo contrario a los intereses de sus electores.
La errónea definición de democracia no es casual, la han formulado personas ingenuas o defensoras del “establishment”. Confundir deseo (gobierno del pueblo) con realidad (explotación del pueblo) facilita el discurso de políticos y sus voceros intelectuales para convencer al pueblo de que es representado, por eso repiten hasta el aburrimiento frases como estas: “vivimos en una democracia”, “luchemos por mantener la democracia”, “la democracia está en peligro”. Los que defienden la presente acepción de democracia son los mismos que dicen “nuestra democracia no es perfecta pero es mejor que la tiranía” y luego se quedan mudos cuando se les recuerda que Hitler y muchos tiranos fueron elegidos democráticamente.
Por eso en vez de decir: “Democracia es el gobierno del pueblo”, que supone que bastase que la gente elija a sus gobernantes para tener una democracia, debería limitarse esa palabra solo para los gobiernos que cumplen con los deseos del pueblo. Una definición más razonable podría ser algo como esta: “Democracia es el gobierno que representa los mandatos y deseos del pueblo”. En otras palabras, si un sistema de gobierno no representa los intereses de sus electores debería llamarse de otra manera. Algunos han bautizado nuestro presente sistema político llamándolo “Corporocracia”, gobierno de corporaciones empresariales. Esta definición es más aproximada a la realidad, ya que los representan aunque no hayan sido elegidos directamente por ellos.

EE UU: EJEMPLO DE FRAUDE ELECTORAL
Muchas vidas y sacrificios ha costado intentar que el voto sea universal, libre, secreto, igual y directo. En los albores de lo que llaman democracia votaban solo hombres mayores de edad que tenían propiedades y hablaban el idioma del Estado. El derecho de voto de las mujeres se logró bien entrado el siglo XX. Otro tanto sucedió con el voto de indígenas y analfabetos. En muchos casos se restringió el voto de militares y sacerdotes. Después de mucho tiempo y grandes revueltas sociales se logró el voto universal. Por razones de espacio no trataremos por ahora otros intentos igualmente valiosos, como que el voto sea libre, igual, secreto y directo.
Bien, ¿para qué ha servido tanto esfuerzo? Realmente para muy poco. Vayamos por partes, exploremos primero el fraude electoral. Es decir, las maniobras que hacen los poderosos para que sus candidatos sean los se apoderen del gobierno. En este punto hay que desbancar a los países latinoamericanos del inmerecido título de campeones del fraude electoral que les han endilgado. No es verdad, hasta en esto les gana Estados Unidos. Sí, este país que se hincha como un pavo real cuando habla de democracia, aquel que invade otros países diciendo que son antidemocráticos, es el que más tradición tiene sobre fraude electoral a punto que su prontuario hace empalidecer el fraude electoral que ha tenido, por ejemplo, Perú cuando los militares permitieron graciosamente elecciones “libres”. Pues sí, Estados Unidos es un país donde el fraude del voto comienza desde los albores de su independencia y ha seguido hasta nuestros días. Recordemos el fraude espectacular que realizó George Bush Jr, para eliminar a Al Gore en las elecciones del año 2000, y la manipulación de las máquinas electrónicas de votación que le permitió ser reelegido en 2004 frente al candidato demócrata Jhon Kerry.
Sin embargo, el fraude en las urnas no es el único escándalo que invalida las elecciones en EE UU. Más que ello son los miles de millones de dólares que los candidatos usan en sucias campañas de difamación, insultos, falsificaciones de encuestas, dolosas componendas en la confección de listas de electores, y una amplia variedad de mentiras y triquiñuelas que engañan a los electores. La manipulación mediática de Estados Unidos sobrepasa cualquier límite de indecencia, y hace que las razones por las que vota un estadounidense estén basadas en percepciones erróneas, lo que invalidaría su sistema electoral si ese país tuviese jueces honorables e independientes.
Es posible que en este momento muchos crean que lo escrito sobre fraude electoral en Estados Unidos es una irresponsabilidad de mi parte. Pues bien, espero que no duden de Paul Krugman, premio Nobel de Economía, que luego de dar detalles de los fraudes electorales de su país dice que estos son: “una tradición americana muy antigua. El movimiento conservador (léase Republicano) es y ha sido profundamente antidemocrático.” (The Conscience of a Liberal. Peguin, 2007. Página 194) Dado el pánico que suscita criticar a Estados Unidos me veo obligado a decir que el autor no es un terrorista islamista, ni tonto útil de la izquierda marxista, ni antisistema, que yo sepa. Paul Krugman es un respetado profesor de la Universidad de Princeton. Léanlo.

¿GOBIERNAN LOS GOBIERNOS?
En algún momento de la historia los gobiernos gobernaban su país. Eran tiempos en los que la economía dependía poco de las influencias extranjeras lo que permitía a los gobiernos tener cierta autonomía para decidir el curso de la nación. Evidentemente, los gobernantes no cumplían los mandatos del pueblo que los eligió, sino que se contentaban con satisfacer los intereses económicos autóctonos o a los corruptos voraces de su entorno político.

Con el paso de los años las relaciones comerciales, favorecidas por los mejores medios de transporte, han llevado a una mayor interdependencia entre los países. Esta mejora se ha precipitado de manera vertiginosa desde que el Banco Mundial y el IMF, manejados por EE UU y la Comunidad Europea respectivamente, impusieron la globalización al mundo. A partir de ese momento el dinero ha dejado de pertenecer a los países. Las políticas económicas y políticas son impuestas por entidades que nada tienen que ver con el interés de la nación, sino con el interés del inversor, y este es volátil, anónimo y evasivo. ¿Quién maneja el tipo de cambio? ¿Quién decide el nivel de endeudamiento de un país, o su inflación, o su sistema de pensiones, o la educación o servicios sanitarios? Todas las acciones de los gobiernos “democráticos” pasan por la censura de instituciones ajenas al país. Además del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, tenemos las calificadoras Moody´s, Standard & Poor, Ficht, que pueden levantar o arruinar un país en pocos meses, como le sucedió a Grecia. Junto a estos grandes guardianes de la globalización está la Organización Mundial de Comercio, y los bancos de ayuda regional como el BID o el Banco Central Europeo. Pero además hay algo doloso y repuganante: conocer anticipadamente las acciones que van a tomar los gobiernos ha servido para que ejecutivos de entidades supranacionales se enriquezcan por su cuenta especulando o participando solapadamente en privatizaciones a precio de ganga.

Las normas de los dictadores de la economía mundial están claras: eliminen sus barreras aduaneras, privaticen las empresas, vendan sus riquezas naturales, bajen los sueldos, agilicen el despido, reduzcan las pensiones, moderen los gastos en educación. Estas intratables y arrogantes instituciones son las mismas que permitieron la quiebra de Lehman Brothers, el fraude de las hipotecas subprime y la expansión dolosa de los hedge funds. Permitieron la crisis mundial y ahora exigen a los gobiernos que sacrifiquen al pueblo que los eligió.
¿Se puede llamar a esto democracia? ¿Es acaso el pueblo quien decide la política económica y social del país?
Seguiremos….