miércoles, 12 de septiembre de 2018

¿PODRÁ UN REFERÉNDUM SALVAR AL PERÚ?




Me van a tener que disculpar muchos amigos intelectuales y personalidades a quienes respeto y admiro por sus honradas trayectorias profesionales, pero la propuesta de un referéndum para mejorar las instituciones del país no va eliminar la corrupción impregnada desde tiempos inmemorables y agudizada en las últimas décadas. Tampoco va a mejorar la brecha cada vez más amplia entre las clases ricas y las pobres. Y menos logrará que pensemos que la educación es algo básico para levantar un país.
El problema no son las leyes, es la gente. Decía alguien que la única ley que falta en el Perú es la que ordene: “cúmplanse todas las leyes”. Veamos, ¿quién va implementar la nueva Constitución?, ¿quién va poner en orden al Poder Judicial y contratar jueces honrados que deseen vivir solamente de su sueldo?,  ¿quién va a mejorar la Educación, la Sanidad, la Seguridad Pública, sin aumentar impuestos a tantas empresas y personas que no los pagan o  pagan poco?
La respuesta inequívoca a lo que se tiene que hacer es que son los mismos peruanos los que deben resolver esos problemas.   ¿Pero dónde están esos peruanos? ¿Dónde? ¿No son los mismos que los que tienen su mente absorta por el fútbol o entretenidos en su celular hablando babosadas?  ¿No son los mismos que llenan las redes sociales de groserías o dedican horas haciendo memes sin importancia? ¿No son los mismos que pasan horas en desplazarse a su trabajo para llevar el pan a su casa mientras están expuestos a que les roben o las manoseen?
El año 1993 escribí el libro “Réquiem por Perú mi Patria” que fue reeditado en 2004 (http://www.herbertmorote.com/requiem2004.asp). Algunos dijeron que exageraba, que era un fatalista incurable, un catastrofista. No sé lo que dirán ahora que desgraciadamente se han cumplido mis peores pronósticos. Por mi parte no me siento orgulloso de vaticinios que la realidad mostró que eran modestos, considerando que todos los presidentes aún vivos están procesados, presos o fugados de la justicia.
Ante la avalancha de detractores a ese libro, algunos de ellos jóvenes universitarios, escribí en 2006 el libro –Pero… ¿tiene el Perú salvación?– http://www.herbertmorote.com/tiene_peru.asp aquel que El Comercio consideró como uno de los mejores libros publicados ese año. Pues bien en ese ensayo analizaba el asunto de la educación como único medio para progresar. Por supuesto que no se ha hecho nada, las universidades nacionales siguen con unos presupuestos miserables, y casi la totalidad, sí, casi la totalidad de las universidades privadas son una estafa, sin profesores calificados porque no los hay, sin bibliotecas, sin trabajos de investigación. Ah… eso sí, producen enormes ganancias a sus dueños, quienes lo emplean para financiar sus carreras políticas. A ver.. ¿quién se atreve a cerrar esos cientos  de universidades desparramadas hasta en recónditos pueblos creando malsanas esperanzas en la juventud? ¿Lo hará el referéndum? ¿Podrá el referéndum aumentar el sueldo mínimo de la clase trabajadora o mejorar la calidad del agua potable y darla a todos los peruanos? ¿Podrá el referéndum hacer que los policías no trabajen sus horas libres o vacaciones sirviendo a particulares y sean más eficientes y honrados? ¿Podrá el referéndum cambiar nuestra economía extractivista y convertirla en una economía moderna de transformación y de servicios eficientes? ¿Podrá el referéndum hacer que bajen las medicinas, que son las más caras del mundo como varias veces se ha denunciado? ¿Podrá el referéndum hacer que bajen los intereses de tarjetas bancarias que son de 120% o más al año? No, para eso no se necesita referéndum, se necesita valor y honradez.
Los peruanos siempre han creído que el candidato presidencial llámese como se llame iba a resolver todos los problemas del país. Ahora cree que es el referéndum. Eso son sueños de opio. Lo único que salva a un país es un pueblo educado, fijémonos por ejemplo en Corea del Sur, que después de la II Guerra Mundial tenía un 60% de analfabetos y ahora es una potencia mundial gracias a su educación.
Es verdad que gran parte de la educación está en manos de la familia, pero la otra parte es responsabilidad del Estado que hasta ahora no ha podido, o más bien no ha querido, o mejor aún ha obedecido a las presiones de los intereses económicos para mantener a un Perú ignorante con la excusa de que no hay dinero.
El referéndum que se pretende es otra cortina de humo sobre la verdadera realidad nacional.
Herbert Morote
11 de septiembre de 2018


NOVELA HISTÓRICA. LA VISITA DE BOLÍVAR

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Esta ágil novela histórica (106 pp) es una adaptación de la obra de teatro que con el mismo nombre  se estrenó en Lima en abril de 2018.
Creo que la versión novelada es más asequible a los gustos de lectura de hoy porque permite elaborar sobre el pensamiento de los personajes, sus temores, deseos y ambiciones.  También es un buen recuerdo de la obra de teatro misma.
Además el libro contiene un Anexo Histórico sobre el misterioso asesinato de Bernardo Monteagudo, asesor de Bolívar  y de San Martín, y una semblanza de él.  
Su edición ha estado a cargo de Diva Producciones, productora de la obra de teatro, y, hasta nuevo aviso, estará solo a la venta en el Teatro Federico García Lorca, del Centro Español del Perú en Lima, y en  on  Lima, y en la oficina de la productor  Diva Producciones, Jirón Ayacucho 282- Teléfonos 242-2738/446-3623 o 9711 37656. Precio 15 soles.
Esta es la contratapa del libro: 

sábado, 8 de septiembre de 2018

¿DÓNDE ESTARÁN LOS INTELECTUALES? POR CÉSAR HILDEBRANDT


HILDEBRANDT EN SUS TRECE (Lima),   viernes 7 Set. 2018

¿Qué hacen los intelectuales en el Perú?
¿Dónde están sus voces, sus iras, sus ensayos sobre este país, el nuestro, cap­turado por las mafias?
No se sabe. Ellos hablan de lo suyo.
Algunos son guardaespaldas y parásitos de Vargas Llosa y por eso creen tener estatuto de intocables.
Otros defendieron los plagios de Bryce y se sienten dueños de la posverdad.
Los más se han metido en sus nichos, sus becas yanquis, sus paraguas, los sombreros variados de la sombre­rería. Otros desfilan como monjas de clausura en las universidades.
Pero ninguno se pronuncia sobre esta tormenta que se ensaña con los más pobres.

Me refiero a la corrupción generalizada, a la pudrición de nuestras ins­tituciones.
Cuando fui niño y adolescente abría un libro y allí estaba Washington Del­gado con su espléndido desasosiego. Y estaban Alberto Hidalgo o Luis Nieto. Y frente a un Xavier Abril o un Mar­tín Adán, con los que volabas por esos parajes donde las palabras arden y se esfuman, estaba Manuel Scorza que nos contaba sobre rostros vacíos, hombres de mirada prematuramente cana y balnearios de hueso, chúpate esa
Y si eso no te satisfacía, pues ahí estaba Mariátegui, para explicarte algunas cosas plenamente vigentes. Y estaban Sebastián Salazar Bondy o Enrique Solari Swayne para decirte que este país había que arreglarlo. Y si nada de eso te placía, les echabas mano a los patriarcas, desde González Prada has­ta Julio Cotler. Para no hablar de Vallejo, claro, o de nuestros remotos consuelos: Hesse, Sartre, Camus, Tolstoi, Solzhenitsyn, Dos Passos, todos los infelices que querían que supiéramos cuán idiotas debían ser los que andaban reconciliados con el mundo. Lo que quiero decir es que había una trama de la inteligencia y del espíritu que sostenía la esperanza. Y el sostén de la esperanza es la rebeldía.

Hoy todo eso parece roto, viejo, arqueológico. Los artistas se han dedicado a sobrevivir, los escritores se mueren por complacer a ese gran mundo que los quiere recibir castrados y pasteurizados, los sociólogos buscan maestrías y los filósofos languidecen en la enseñanza.

El Perú es un país de viudas y de huérfanos. La derecha ha tenido un éxito clamoroso en desacreditar el des­contento y en incul­carles a los jóvenes que la historia ha terminado con este aborto de liberalismo dinerario. Fukuyama triunfó entre nosotros. El país de Beltrán, el hombre de los mil agros al decir de Romualdo, es aquel con el que soñaron Chirinos Soto y Salazar Larraín en los 50.
¿Y dónde están nuestros intelectuales? ¿En qué torre se callan, desde qué azotea de suicidas nos miran como si con ellos no fuera la cosa?

Juhen Benda habló de la traición de los intelectuales que permanecie­ron distantes de lo que él consideraba ámbito intrínseco de su actividad: la trascendencia, los valores, los fueros de la cultura y el espíritu. Los nuestros no es que hayan traicionado su papel de  " clérigos "   -ese fue el término lato que empleó Benda- entregándose a la poética y a la banalidad de sus revueltas. Los nuestros han construido castillos de lego, egoísmos ínfimos, avideces de pasado mañana. Y todo para que la cultura oficial los tome en cuenta, para que las fundaciones frívolas los inviten. Para que el poder, en suma, no frunza el ceño.

¿Dónde están los que deberían estar dándonos lecciones de coraje y com­promiso frente a una situación que es de las peores en la esperpéntica histo­ria de nuestra república? Están en lo suyo, repantigados en el comentario indulgente, esperando una llamada, fingiendo independencia o encontrándole coartadas al asco.

En " Los tiempos modernos "  Sartre, el inolvidable, escribió esto: " todos los escritores de origen burgués han conocido la tentación de la irresponsabilidad; desde hace un siglo, esta tentación constituye una tradición en la carrera de las letras. El autor establece rara vez una relación entre sus obras y el pago en numerario que por estas recibe. Por un lado, escribe, canta, suspira; por el otro, le dan dinero " .

Bueno, de eso se trata.

César Hildebrandt

(Texto divulgado en Internet por Nicanor Domínguez)