domingo, 25 de julio de 2010

FILÍPICA 10. CLASE SOCIAL INCONFORME

En nuestro intento de clasificar la sociedad de un país de acuerdo a su relación con el poder político y económico hemos visto hasta ahora tres clases:
1. Clase social poderosa que propaga el miedo para aumentar su dominio (Filípicas 5, 6 y 7)
2. Clase social con apetito (Filípica 8)
3. Clase social desorientada o adormecida (Filípica 9)

Nos falta cubrir la última: la Clase social inconforme. Por razones prácticas incluimos en ella a una gran diversidad de personas que manifiestan su desacuerdo de diferentes maneras. La Clase social inconforme está formada por personas que no están de acuerdo con lo que pasa, o que se sienten maltratados, oprimidos, explotados, manipulados y sometidos por las clases poderosas que manejan el país. Debido a esto luchan con pasión para reivindicar sus derechos. Estarían aquí incluidos disidentes, activistas, ecologistas, sindicalistas y tantas otras personas que solas o asociadas expresan su descontento sobre una causa específica.

Los inconformes siempre tuvieron mala prensa. Constantemente han sido ridiculizados, amenazados, marginados, o simplemente ignorados cuando no desterrados o asesinados. Expresar desacuerdo con lo que ocurre es arriesgarse a lo peor. Cuanto más importante sea la causa, más riesgo corre el disidente, y cuanto más poderoso el criticado más rápido son acallados sus opositores. Ser disidente es ser raro, extravagante. Es ser un aguafiestas, alguien a evitar. Y si el disidente se convierte en activista entonces se hace sospechoso de intentar subvertir el orden público.
Esto no es nuevo, en todos los tiempos ha sido peligroso criticar el poder. El inconformista Sócrates acabó siendo condenado a muerte. A Martin Luther King lo asesinaron por reclamar la igualdad de las razas; parecida suerte corrió Mahatma Gandhi por pedir el fin del colonialismo inglés en la India.
Desgraciadamente son muy pocos los que con su sacrificio pudieron conseguir sus objetivos. La mayor parte de los disidentes están borrados de la memoria colectiva, sus causas no triunfaron aunque su sufrimiento haya sido igualmente terrible. Por otro lado, las conquistas sociales se lograron por héroes que han sido borrados de nuestra memoria. ¿Quién recuerda los nombres de los sindicalistas que consiguieron la jornada de 45 horas a la semana, o que se dieran sillas a las trabajadoras, o que se prohibiera el uso industrial del mercurio, o que se prohibiera el trabajo de menores? Son tantas y tantas las conquistas sociales que disfrutamos gracias al esfuerzo y sacrificios de miles de personas anónimas que sufrieron las represalias de sus empleadores y del Estado. Si en algunos países existen aceptables condiciones de trabajo no es debido a la iniciativa voluntaria y espontánea del empresariado sino a la presión ejercida por las fuerzas sindicales. Claro, ahora las cosas han cambiado, el poder económico ha logrado desprestigiar el sindicalismo y corrompido a muchos de sus líderes a tal punto que han perdido el respeto de todos. El 1º de mayo ha pasado a ser una fecha sin contenido.

Sería lógico pensar que cada ciudadano es un inconforme ya que existen justificadas razones para ello. Lo triste y sorprendente es que la potencial protesta queda violentamente apagada por la influencia de los medios de comunicación cuyo fin primordial no es informarnos sino entretenernos o divertirnos con el fin de que miremos hacia otro lado. El éxito de adormilar a los ciudadanos es tal que la posible protesta, rabia o indignación hacia las evidentes injusticias se concreta en uno que otro comentario aislado sin trascendencia alguna.
La diferencia entre la “Clase inconforme” y la “Clase de indecisos o adormilados” (que hemos visto en una Filípica anterior) es que los inconformes luchan aún sabiendo que tienen pocas posibilidades de ganar, mientras que los indecisos o adormilados no se dan cuenta de que tienen derechos que reclamar o peor: están convencidos de no vale la pena pelear porque no se gana nada, y hasta pueden perder lo poco que todavía tienen.

¿Qué desea la Clase Inconforme? Principalmente cambiar el rumbo que ha tomado el país, y en esto hay tantos aspectos como intereses pueda tener la persona. Por eso la lista de cambios necesarios es interminable. Pongamos algunas reivindicaciones: en cuestiones laborales: salarios justos y condiciones de trabajo seguras. En asuntos económicos: acceso a recursos financieros, estabilidad monetaria. En asuntos culturales y educativos: instrucción pública buena y gratuita y acceso a programas culturales. En Salud: eficientes y gratuitos servicios hospitalarios. En política: dirigentes honestos y preparados. En asuntos ecológicos la preservación de la naturaleza y reducción de la contaminación ambiental.
Disidentes o inconformes son aquellos que están conscientes de las injusticias que cometen las clases que manejan el país, alzan su voz contra ello y no se dejan engañar por noticias y discursos que nos invaden las 24 horas del día. Un disidente es alguien que piensa por su cuenta y que expresa continuamente su discrepancia corriendo el riesgo de ser marginado, expulsado de círculos sociales, culturales y hasta familiares. El disidente puede ser considerado desde excéntrico por aquellos pocos benevolentes que lo rodean, hasta extremista peligroso por el Estado. Dentro de las organizaciones disidentes a nivel mundial destacan Amnistía Internacional, Greenpeace, Human Right Wacht. En el Perú tenemos APRODEH, COMISEDH, IDL, SER entre muchas ONG dedicadas a proteger los pocos derechos humanos que todavía tiene sus habitantes, pero hay muchas más que de forma callada, sin aspavientos ni alborotos trabajan denodadamente por lo mismo.
¿Qué armas utiliza el disidente? La única arma letal del disidente es la palabra escrita o verbal. El disidente sabe el riesgo que corre, se le cerrarán las puertas para sus escritos, ya sean periódicos, editoriales, programas culturales. Un disidente por más minúsculo que sea sabe que será perseguido por el “Establishment” ya que incomoda como el ratón al elefante, por lo tanto hay que deshacerse de él, aplastarlo, desaparecerlo.
Hay disidentes que van más adelante, no se conforman con expresar su opinión a quien quiera oírle, sino que desean difundir sus pensamientos mediante acción y para eso hay que organizarse y participar. Ese disidente se convierte en “activista”. Noam Chomsky es un ejemplo. El sabio lingüista tiene cerradas las puertas de los principales periódicos y televisiones de EE UU. Sus libros y sus discursos incomodan al Establishment. Pero esto no le importa, Chomsky promueve coloquios donde se critica la manera por donde va el mundo. Siendo judío no le importa censurar a Israel por sus abusos contra los palestinos, o siendo estadounidense denunciar las barbaries que cometen en el mundo, llegándolo a llamar “Estado Canalla”.
El Perú ha tenido importantes disidentes, quizá el más representativo de ellos ha sido Manuel Gonzalez Prada, que fustigó a la sociedad peruana en general. Famosa quedó su frase: el Perú es un cuerpo enfermo, donde pongamos el dedo saldrá pus. Otro inconforme fue José Carlos Mariátegui, autor de -Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana-. En el campo de la literatura José María Arguedas y César Vallejo destacaron por su lucha para acabar con las injusticias a la que está sometido el pueblo. Desgraciadamente, desde la mitad del siglo pasado, no ha habido disidentes que hayan llegado a esas alturas. Esto no quiere decir que no los tengamos de gran calidad intelectual y valentía ciudadana. No, en el Perú hay muchos osados y honrados disidentes que diariamente se arriesgan para reclamar sus derechos a pesar de que sus compatriotas se entretienen con la TV o el fútbol para felicidad de los poderosos.

miércoles, 7 de julio de 2010

MIENTRAS MÁS GRANDE SEA LA MENTIRA MÁS GENTE LA CREERÁ


Un antiguo compañero de colegio, que evidentemente no está de acuerdo conmigo en lo referente a la “caza de brujas”, me envía para ilustrarme una de esas presentaciones que circulan a raudales por el espacio cibernético y que son tan pueriles y vacías que ni las veo, salvo el caso en que me intrigue su título. En la presentación “Cuidémonos del terrorismo” se lanzan acusaciones tan inverosímiles y majaderas que cualquier persona con dos dedos de frente rechazaría. Sin embargo temo que no sea así, y que muchos las crean a pies juntillas dada la alarma pública que ha desatado el gobierno y sus voceros mediáticos. Lo que pasa es que los malos ejemplos se imitan mejor y más rápidos que los buenos. Bush acusó a Irak de poseer armas de destrucción masiva que podrían acabar con el mundo occidental, a pesar de que los investigadores de la ONU informaron no haber encontrado ningún indicio de ello. La verdad es una minucia y se invadió Irak con los resultados que todos conocen. Bush y su mentor Dick Cheney ponían en práctica lo dicho por el jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels cuando decía que “mientras más grande sea la mentira más gente la creerá”.
Así pues “Cuidémonos del terrorismo” ilustra lindezas como estás:
• Aprodeh (Asociación pro Derechos Humanos) es el cuartel general de los verdaderos remanentes del terrorismo.
• Estos están infiltrados en: Comisedh (Comisión de Derechos Humanos), Pontificia Universidad Católica, Tribunal Constitucional, en la Defensoría del Pueblo, Instituto de Defensa Legal, entre otras organizaciones.
• El terrorismo continúa en las ONG´s.

El miedo se expande más rápido que la verdad, eso lo saben bien los que se dedican a asustar al pueblo para desorientarlo hasta que se rinda y sobre esa tabla rasa hagan de él lo que quieran. Si desean saber más sobre esto les sugiero que lean el libro de Naomi Klein LA DOCTRINA DEL SHOCK. La señora Klein es canadiense, judía, y no es miembro de Sendero Luminoso o del MRTA que yo sepa.

martes, 6 de julio de 2010

FILÍPICA, ¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS DE LA “CAZA DE BRUJAS” DESATADA EN EL PERÚ?

(Este artículo también fue publicado en http://www.genocidioayacucho.blogspot.com/)

No se necesita ser un avispado lector para darse cuenta de que sin excepción todos los autores, desde Vargas Llosa a Perico de los Palotes, que critican alguna reprobable acción del gobierno israelí inician sus escritos deshaciéndose en elogios al pueblo judío, afirmando su reconocimiento del Holocausto, el derecho que tienen los israelitas para vivir en paz, añadiendo su larga amistad o admiración hacia tal o cual intelectual o artista judío. Saben bien los escritores que es necesario hacer esas calculadas declaraciones para no ser acusados de racistas, antisemitas o “negacionistas”. A pesar de ello el lobby sionista los acusará de ser enemigos del pueblo judío y buscará denodadamente su desprestigio acusándolos de falaces o desinformados y de servir como “tontos útiles” de los palestinos.
En el Perú pasa algo similar. Antes de criticar al gobierno sea por el deterioro vergonzoso de los Derechos Humanos, o por el abandono negligente de nuestro pueblo indígena, o por el incumplimiento de las reparaciones prometidas a las víctimas del terrorismo, o por la impunidad con la que se protege a los militares involucrados en masacres, o simplemente por reclamar mejores condiciones de trabajo, uno está obligado a decir que no es comunista, ni senderista, ni enemigo de las Fuerzas Armadas.
Por consiguiente me veo obligado a decir que no soy comunista, siempre he odiado el estalinismo; tampoco soy, ni he sido, ni seré miembro de Sendero Luminoso. Creo que Abimael Guzmán y todos sus seguidores hicieron un daño irreparable al Perú; ellos fueron los principales culpables, no los únicos, de la del genocidio ocurrido mayormente en Ayacucho. Deseo que todos los criminales cumplan sus condenas completas, en especial los senderistas que no se arrepienten de sus crímenes. ¡Indulto a nadie! ¡Ni a Abimael Guzmán ni a Fujimori! ¡Impunidad tampoco! ¡Ni a los terroristas ni a los miembros de las fuerzas del Estado que cometieron horribles crímenes!
Como la suspicacia está extendida en nuestro país, reconozco que un líder conspicuo de SL es mi primo, pero también sepan que hubo por lo menos ocho víctimas que llevan nuestro apellido, y muchos otros Morote se vieron forzados a abandonar sus casas y huir de Ayacucho. Respecto a las fuerzas del Estado debo decir que les guardo gran cariño y respeto por una razón muy particular: mi padre y tres de sus hermanos sirvieron en sus filas y sus primos Sierralta Morote llegaron a los más altos puestos del Ejército; por parte de madre sus tres hermanos estuvieron de una manera u otra con las fuerzas del Estado, uno en Investigaciones, otro en el Ejército que luchó en la batalla de Zarumilla contra los ecuatorianos, y el tercero sirvió con los Marines de EE UU en la toma de Guadalcanal. En mi casa festejábamos el Día de la Caballería, arma a la que pertenecía mi padre, como si fuera una Fiesta Nacional, todos aprendimos su himno desde chicos, si desean se las canto. Claro que me siento ridículo contando esto, pero estoy forzado a hacerlo dada la “caza de brujas” que se ha desatado en el Perú.
Aún así no escaparemos, quienes nos atrevemos a denunciar lo que sucede en el país, a ser acusados de esto y de lo otro, y si tenemos suerte nos conformaremos con que nos acusen de “caviar”, aquel pro comunista que vive bien y es un “tonto útil” del marxismo. Salomón Lerner Febres, ex rector de la Universidad Católica, y presidente de la fenecida Comisión de la Verdad y Reconciliación, sabe muy bien de lo que hablo. No hay día en el que Lerner no reciba insultos y amenazas, incluyendo la de quitarle la vida, y como adelanto en su casa le mataron a sus dos perros labradores. Otros no tienen la misma suerte, varios críticos al gobierno tuvieron que huir del país. Sí, no exagero, huyeron con lo puesto de este país que se cree democrático. ¿Quieren nombres? Allí les van dos: Giulia Tamayo, que denunció las esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas, y Alberto Pizango, líder campesino que defendió su selva de la avidez petrolera.
Manifiéstese usted contra la contaminación ambiental en La Oroya y la prensa lo acusará de leninista trasnochado. Haga una huelga contra la expoliación de las empresas mineras y lo tratarán de antipatriota. Proteste contra la contaminación que traen las exploraciones de petróleo y lo empapelarán por subversivo. Defienda mantener la memoria histórica de lo verdaderamente ocurrido en Ayacucho y se le cerrarán todas las puertas. Diga que las injusticias socioeconómicas están creando un caldo de cultivo para movimientos extremistas y lo acusarán de elogio al terrorismo.
¿Quién está detrás de esta caza de brujas? ¿Quién promueve la campaña mediática en contra de las ONG o fundaciones que denuncian los atropellos a los Derechos Humanos? ¿Quién fabrica el consenso en las mentes de los peruanos de que toda protesta es antipatriota? La respuesta la encontramos en el dicho romano: “hay que buscar al que se beneficia”. Es decir: hay que identificar al que gana con el amordazamiento o adormecimiento del pueblo. En este caso el mayor beneficiado es Alan García, que no ha podido borrar del recuerdo las masacres de los penales y otros crímenes por las que fue acusado. Pero más beneficiado que él, son los empresarios, nacionales y extranjeros, angurrientos por aumentar sus ya excesivos ingresos. Un pueblo sumiso, un pueblo sin memoria, un pueblo embobado con la TV o el fútbol es el pueblo ideal de este neoliberalismo que además de llevar al mundo a una crisis de hambre, también le está quitando el mínimo derecho de protestar.