El Hospital Rebagliati, la joya de la corona sanitaria pública, (Nivel IV, máximo nivel posible de calidad hospitalaria) es un desastre: no tiene medicinas, no da servicio, su retraso en exámenes y operaciones supera lo inconcebible y lo resistible.
Es una vergüenza que la salud propia y la de nuestros allegados pueda estar tan descuidada mientras todos los días los medios de comunicación hacen eco del crecimiento sostenido de nuestra economía. Claro que esto es posible porque se cortan gastos básicos en salud, educación y seguridad ciudadana, tal como ordena el Fondo Monetario Internacional y sus cómplices de extorsión. Esta injusticia social hace que con insolente orgullo Alan García hinche su fofo pecho, y grite a voz en cuello: “EL PERÚ AVANZA”.
Mi irritación y rabia me impide describir en detalle el vía crucis que pasa mi amigo Alfredo –a quien considero hermano por la larga amistad que nos une a través de tres generaciones- al acudir al hospital para el tratamiento médico que necesita como consecuencia de tres infartos cardiacos que sufrió y que, salvo el primero, podían haberse evitado si hubiera recibido apropiada y oportuna atención. Pasadas las crisis, Alfredo requiere una medicación diaria e indispensable de varios productos farmacéuticos. Cualquier interrupción en el tratamiento le puede costar la vida.
Pues bien, el pasado mes de agosto acudió a su cita en la joya de la corona hospitalaria para que ajusten su medicación de acuerdo a su presente estado de salud y a su tolerancia de los fármacos. Efectivamente, la doctora le prescribió varios productos genéricos y nuevas dosis para controlar su presión, ritmo cardiaco, etcétera. En la farmacia del hospital Nivel IV de calidad le dijeron que no tenían esos productos genéricos, pero tenían productos de marca que los podían reemplazar, aunque para eso necesitaba una nueva receta. Alfredo regresó al consultorio de su doctora para que emitiera una nueva receta, pero la recepcionista le dijo que no podía verla porque ya había usado su cita, y que ahora le tendrían que dar otra. Lógicamente mi amigo insistió en explicar la crítica situación en la que se encontraba, y como respuesta recibió lecciones sobre la importancia de mantener el orden de citas para evitar abusos de privilegiados y de personas que se creen con derecho a todo y abusan del sistema social. Recordemos que mi amigo está mal del corazón y debe evitar alteraciones emocionales, por lo que aceptó una nueva cita, que se la dieron para ¡6 semanas más tarde!, que se cumplió ayer.
Cuando llegó a su nueva cita la doctora no tenía la historia médica de Alfredo por lo que sugirió que pidiese otra cita. (Solo de contar esto me sube la presión y siento un golpeteo en las sienes). Ante los ruegos de Alfredo, quien le explicó el asunto de las recetas, la doctora generosamente aceptó cambiar los productos genéricos por productos de marca y asunto acabado, ni toma de presión, ni electrocardiograma ni nada. Con la receta en mano, Alfredo fue a la farmacia del hospital, y se encontró que esos productos estaban agotados¡¡¡ Le dijeron que los podrían tener en 10 días. Claro que 10 días sin medicinas Alfredo estaría muerto, pero eso no importa, EL PERÚ AVANZA. ¿Hacia dónde? Hacia la privatización de la atención sanitaria, lógicamente.
No debe uno sorprenderse de los comentarios que recibe cuando se cuenta la historia de Alfredo a los amigos de Lima. Ellos dicen que nadie en su sano juicio va al Hospital Rebagliati, para eso hay que estar muy pobre. Oigan, pero ese hospital no es regalado, lo hemos pagado todos los empleados durante sus 52 años de existencia. Con cierto esfuerzo Alfredo puede también puede pagar los altos precios de las medicinas en farmacias privadas, pero ¿cuántos peruanos pueden hacerlo? Lo que es un derecho, por el cual una persona como Alfredo ha cotizado durante más de 40 años de trabajo, se convierte en una especie de obra caritativa del Estado por la cual uno no debe reclamar nada.
Resumen:
• Si eso sucede en el mejor hospital del sistema sanitario público, ¿qué pasará en los hospitales de provincias?
• ¿Cuántos Alfredos se morirán por falta de atención sanitaria?
• ¿Cuántos Alfredos tendrán que recurrir a hospitales privados poniendo a toda la familia en la quiebra?
• Privaticemos la sanidad pública, no importa que la gente haya pagado por eso.
• Privaticemos la educación asfixiando la enseñanza pública para que ganen los colegios y universidades privadas
• Privaticemos la seguridad pública, para que ganen las empresas de protección.
• El precio de oro subió 500% en cinco años. El Nuevo Sol está más fuerte que nunca. La bolsa sube.
Es una vergüenza que la salud propia y la de nuestros allegados pueda estar tan descuidada mientras todos los días los medios de comunicación hacen eco del crecimiento sostenido de nuestra economía. Claro que esto es posible porque se cortan gastos básicos en salud, educación y seguridad ciudadana, tal como ordena el Fondo Monetario Internacional y sus cómplices de extorsión. Esta injusticia social hace que con insolente orgullo Alan García hinche su fofo pecho, y grite a voz en cuello: “EL PERÚ AVANZA”.
Mi irritación y rabia me impide describir en detalle el vía crucis que pasa mi amigo Alfredo –a quien considero hermano por la larga amistad que nos une a través de tres generaciones- al acudir al hospital para el tratamiento médico que necesita como consecuencia de tres infartos cardiacos que sufrió y que, salvo el primero, podían haberse evitado si hubiera recibido apropiada y oportuna atención. Pasadas las crisis, Alfredo requiere una medicación diaria e indispensable de varios productos farmacéuticos. Cualquier interrupción en el tratamiento le puede costar la vida.
Pues bien, el pasado mes de agosto acudió a su cita en la joya de la corona hospitalaria para que ajusten su medicación de acuerdo a su presente estado de salud y a su tolerancia de los fármacos. Efectivamente, la doctora le prescribió varios productos genéricos y nuevas dosis para controlar su presión, ritmo cardiaco, etcétera. En la farmacia del hospital Nivel IV de calidad le dijeron que no tenían esos productos genéricos, pero tenían productos de marca que los podían reemplazar, aunque para eso necesitaba una nueva receta. Alfredo regresó al consultorio de su doctora para que emitiera una nueva receta, pero la recepcionista le dijo que no podía verla porque ya había usado su cita, y que ahora le tendrían que dar otra. Lógicamente mi amigo insistió en explicar la crítica situación en la que se encontraba, y como respuesta recibió lecciones sobre la importancia de mantener el orden de citas para evitar abusos de privilegiados y de personas que se creen con derecho a todo y abusan del sistema social. Recordemos que mi amigo está mal del corazón y debe evitar alteraciones emocionales, por lo que aceptó una nueva cita, que se la dieron para ¡6 semanas más tarde!, que se cumplió ayer.
Cuando llegó a su nueva cita la doctora no tenía la historia médica de Alfredo por lo que sugirió que pidiese otra cita. (Solo de contar esto me sube la presión y siento un golpeteo en las sienes). Ante los ruegos de Alfredo, quien le explicó el asunto de las recetas, la doctora generosamente aceptó cambiar los productos genéricos por productos de marca y asunto acabado, ni toma de presión, ni electrocardiograma ni nada. Con la receta en mano, Alfredo fue a la farmacia del hospital, y se encontró que esos productos estaban agotados¡¡¡ Le dijeron que los podrían tener en 10 días. Claro que 10 días sin medicinas Alfredo estaría muerto, pero eso no importa, EL PERÚ AVANZA. ¿Hacia dónde? Hacia la privatización de la atención sanitaria, lógicamente.
No debe uno sorprenderse de los comentarios que recibe cuando se cuenta la historia de Alfredo a los amigos de Lima. Ellos dicen que nadie en su sano juicio va al Hospital Rebagliati, para eso hay que estar muy pobre. Oigan, pero ese hospital no es regalado, lo hemos pagado todos los empleados durante sus 52 años de existencia. Con cierto esfuerzo Alfredo puede también puede pagar los altos precios de las medicinas en farmacias privadas, pero ¿cuántos peruanos pueden hacerlo? Lo que es un derecho, por el cual una persona como Alfredo ha cotizado durante más de 40 años de trabajo, se convierte en una especie de obra caritativa del Estado por la cual uno no debe reclamar nada.
Resumen:
• Si eso sucede en el mejor hospital del sistema sanitario público, ¿qué pasará en los hospitales de provincias?
• ¿Cuántos Alfredos se morirán por falta de atención sanitaria?
• ¿Cuántos Alfredos tendrán que recurrir a hospitales privados poniendo a toda la familia en la quiebra?
• Privaticemos la sanidad pública, no importa que la gente haya pagado por eso.
• Privaticemos la educación asfixiando la enseñanza pública para que ganen los colegios y universidades privadas
• Privaticemos la seguridad pública, para que ganen las empresas de protección.
• El precio de oro subió 500% en cinco años. El Nuevo Sol está más fuerte que nunca. La bolsa sube.
EL PERÚ SE ESTÁ CONVIRTIENDO EN UN PAÍS RICO CON HABITANTES POBRES
¡EL PERÚ AVANZA!
A expensas de los fondos acopiados por las aportaciones de los asegurados,de algunos empleadores y no asi del estado peruano en su rol de empleador y por lo tanto aportante tambien, quien por el contrario sin aportar dispone de esos dineros como si se tratara de su caja chica,expoliando a la Institucion tal como lo hacen sus directivos administrativos acolitos del gobierno de turno y socios de los directorios de la Asociacion de Clinicas Privadas, al contratar convenidamente servicios de terceros para diagnosticos y tratamientos especiales,abastecimiento de farmacos,alimentos,material medico e insumos para hospitales y policlinicos a precios del SIS como ocurrio con PISCO 7.9 para muestra.
ResponderEliminarCon ese suscinto diagnostico situacional de fondo ,no es de estranar la CAOTICA SITUACION QUE AL PRESENTE vienen padeciendo los miles de Alfredos que recurren a sus instalaciones abarrotadas,hacinadas,insalubres,desabastecidas y lo que es peor sin visos de mejoria,si no se respeta los principios de autonomia administrativa y las normas humanistas solidarias sobre las que se fundamenta la SEGURIDAD SOCIAL.
pd:a la espalda del Rebagiatti se hizo una multimillonaria inversion en INCOR,inversion a la que deberia investigarse exhaustivamente en busqueda de sobrevaluaciones y defraudaciones como las que se dieron con el Hospital del CUZCO.