sábado, 21 de julio de 2012

-¿FELIZ 28...? -SÍ, ¡FELIZ 28!




Hace un año la mayor parte de los peruanos recibíamos con alegría, optimismo y confianza la instauración de un gobierno que prometió un verdadero cambio en la larga política de injusticias económicas y sociales vivida en el Perú a través de toda su historia. Humala representó las esperanzas de esa  mayoría de peruanos que ha sido explotada, discriminada y “minorizada” por las clases dirigentes del país.
Poco duró el optimismo. En un año ha desaparecido la ilusión y las esperanzas. Fundamentalmente, el gobierno de Humala no es diferente al de Alan García, Toledo, Fujimori, Belaúnde y todos sus antecesores, incluyendo al sobrevaluado Velasco Alvarado. Las clases dirigentes, es decir los que controlan bancos,  empresas mineras y agrícolas, y dominan los medios de comunicación, no se han dado cuenta de que el aislamiento provinciano ha finalizado. Ahora el pueblo está decidido a hacerse oír mediante protestas multitudinarias que rompen aquella tradicional apatía y resignación que hacía dormir tranquilo al poder. 
Es un hecho que las mayorías provincianas, sean costeñas, serranas o selváticas, están hartas de votar por alguien que no cumple sus promesas electorales. Hartos como yo de ver que se pretende acallar con balas y represión los reclamos por una vida más digna, por unos servicios de sanidad decentes, por una educación que permita al pueblo progresar y desarrollarse.
El pueblo está harto de ver cómo se contaminan sus ríos, sus cerros, sus campos, en aras de un crecimiento económico que nunca los ha beneficiado, sino más bien empujado a una miseria sin nombre. Ningún peruano quiere recibir caridad del gobierno, lo único que exigen es tener las mismas oportunidades para competir y acceder a una superación profesional.
Estoy cansado de refutar a aquellos que pretenden engañarnos diciendo  que el Perú tiene unas cifras de crecimiento económico dentro de las más altas del mundo. No les conviene que entendamos que una cosa es el PIB de un país y otra cosa el crecimiento de la calidad de vida de su población. El Perú se está convirtiendo en un país muy rico con habitantes muy pobres y lo peor, discriminados. Nuestros estudiantes de colegio siguen entre los 6 más ignorantes del mundo, ¿eso es progreso? Los precios de las medicinas siguen entre las más caras del mundo, 5 a 15 veces más caras que en España, ¿es eso inclusión social? Los intereses que cobran los bancos, 35%, y las tarjetas de crédito, 140%, son usureros (más aún cuando los peruanos son buenos pagadores con una tasa de morosidad que no llega al 4%) ¿con estos altos costos financieros podemos desarrollar la pequeña y mediana empresa? El poder dominante de comunicación constantemente está desinformando u ocupando la mente de la gente con programas basura, ¿es eso justo?
Permítanme mencionar un caso concreto de abandono social. En Ayacucho, región a la que deberíamos prestar atención aunque sea por egoísmo, el 80% de sus niños padecen anemia, según cifras oficiales proporcionadas por la Dirección Regional de Salud. En cuanto al agua potable más del 91% de sus  pueblos carecen de ella, según la Dirección de Salud Ambiental. Por favor no hablemos de “inclusión social” ni creamos que vamos por el buen camino con la inauguración de unos colegios en Lima, y unas cuantas postas médicas. Y hablando de esto, Ayacucho no tiene siquiera un hospital regional.
Ante este patético panorama ¿tenemos acaso razón para conmemorar la independencia del Perú el 28 de julio de 1821? Yo creo que sí porque el pueblo comienza a darse cuenta  colectivamente de que el engaño tiene un límite, que es necesario un nuevo grito de independencia. Necesitamos independizarnos de complejos, de taras, de resignaciones, de abusos. No sé si este cambio lo veré yo, pero en lo que sí creo es que un auténtico grito de Libertad ha comenzado a gestarse en la garganta del pueblo. 
¡FELIZ 28!
Herbert Morote

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