viernes, 12 de marzo de 2010

FILÍPICA 7. EL MIEDO DE LOS MULTIMILLONARIOS

Todos tenemos miedo a perder nuestros bienes. Un vagabundo tiene temor a que le roben sus zapatos. Un multimillonario a perder su riqueza. La diferencia reside en que el vagabundo no hace ataques preventivos contra los que tengan alguna posibilidad de quitarle su calzado; perder sus miserias no lo obsesiona, no es parte de su manera de ser ni de su actividad diaria. En cambio el multimillonario está obsesionado por proteger sus bienes y, con mayor dedicación a la que se dedica para aumentar su riqueza, se consagra a eliminar a sus enemigos reales o imaginarios. Esto en política internacional se llamaría “guerras preventivas”.
Siguiendo la clasificación de la sociedad de acuerdo a sus emociones descrita en la Filípica anterior, la Clase con Miedo se compone de los que son verdaderos millonarios. En este grupo podíamos incluir a los altos ejecutivos de transnacionales que tienen como labor implementar las estrategias y filosofía que dictan sus casas matrices. Es decir: cumplen sus obligaciones empresariales a raja tabla o corren el riesgo de ser despedidos a la menor desviación de las políticas dictadas en el extranjero.
En el Perú la Clase con Miedo no aparece en notas sociales de periódicos o revistas, ni frecuenta clubes como el Regatas Lima, ni pasa vacaciones en la playa Asia, ni va a cenar al restaurante Astrid y Gastón, ni se aloja en un hotel Hilton, ni viaja en primera clase de Air France. Eso lo haría alguien de un nivel más bajo, mucho más bajo. Las pocas familias peruanas de la Clase con Miedo tienen casas en Palm Beach, Long Island o la Riviera Francesa, sus hijos estudian en Yale, Harvard o Princeton; viajan en sus propios aviones; hacen reservaciones en el restaurante Bulli o el Alain Ducasse; y se alojan en suites del Hotel Ritz de la Place Vendôme. En mis tiempos la familia Gildemester vivía en Alemania, la familia Grace en Estados Unidos, la familia Milne en Inglaterra, la familia Prado en Francia.

Estrategias de la Clase con Miedo
A través de los años esta clase se ha ido adaptando a la evolución del mundo sin desviarse nunca de su objetivo. Antes usaban a los dictadores para acallar las protestas del pueblo o de intelectuales que denunciaban injusticias. Ahora ya no es necesario ni de buen gusto acudir a golpes militares, les basta con utilizar adecuadamente los medios de comunicación para conseguir sus objetivos. Esto es modernidad, sofisticación y buenas maneras.
Para mantener las cosas tal como están, es decir bajo el control de empresas globalizadas ya no se necesita mancharse de sangre, solo deben dejar correr algo de dinero para comprar conciencias, contratar plumíferos, promover “expertos”, y sobretodo entretener a la masa para que piense en otras cosas.
Veamos cuales son sus estrategias básicas:

Desprestigiar a la clase política.
Hay que mantener una constante divulgación de los actos de corrupción de alcaldes, parlamentarios, ministros. O de sus apetencias sexuales y hábitos perniciosos. La gente no debe confiar en ningún político, no importa que en su mayor parte sean ciudadanos que trabajan honesta y sacrificadamente por bien de la nación.
Además hay que hacer público los ataques que se dirigen unos a otros. Esta polémica de crispación política alienta la desconfianza de la gente, y eso es muy bueno. Ningún partido debe llegar a ser dominante, salvo el nuestro mientras siga nuestras instrucciones. Claro que si cambia, o llega a ensoberbecerse y quiere actuar por su cuenta, nada es más fácil que quitarle el apoyo y hacerlo caer. El resultado de esta estrategia en el Perú es magnífico: no existen partidos políticos tradicionales, salvo el APRA que es epítome de la corrupción y desprestigio. Los peruanos no tienen conciencia política, ¡Qué maravilla!

Desprestigiar a los sindicatos
Hay que seguir manteniendo el desprestigio en que hemos colocado a los sindicatos, no vaya a ser que surjan nuevamente y reclamen mejores salarios y condiciones de trabajo. A los dirigentes sindicales se les compra o se les desprestigia, o mejor aún se les ignora. Todo sindicalista es un marxista en potencia, un cuasiterrorista, un antipatriota; además es un ignorante total que lo único que busca es ganar más sin trabajar. Los dirigentes sindicales son corruptos, zánganos, viven de las contribuciones de los trabajadores a quienes engañan y manipulan. Sus huelgas llevan a la destrucción los bienes del país, son saboteadores de la economía nacional. Nadie debe sindicalizarse o corre el riesgo de que lo despidamos. Los trabajadores deben seguir contribuyendo al desarrollo de la empresa que es la verdadera riqueza del Perú y fuente de nuestros ingresos.

Entretener a las masas.
Es muy importante mantener entretenidas a las masas, no vaya a ser que comiencen a pensar. Para eso tenemos la televisión, hagamos de los reality shows, de los Jaime Bayly, de las Laura Bozzo, el centro de atracción de la gente. A esto hay que añadir el fútbol, no importa que el Perú sea el peor equipo de América, ni que los jóvenes no tengan un sitio para practicar este deporte, esas son minucias, de eso no se debe hablar. Lo que hay que hacer es llenar los espacios radiofónicos con transmisiones y comentarios de cada partido. Lo importante es que la gente sufra por su equipo, que discuta sobre los jugadores, que se hagan ilusiones de triunfos y de copas. Eso seguirá manteniéndolos muy ocupados. Además tenemos las telenovelas que dejan embobados a todos. Hombre, también hay que contar con las fiestas nacionales y con las procesiones. ¡Qué haríamos sin las procesiones! ¡Qué sucedería si no tuviéramos el Señor de los Milagros! Eso sería horrible, quizá la gente se dedicaría a pedir cuentas al gobierno, o a reclamar las excesivas comisiones bancarias, o a preguntar por los impuestos que pagan las compañías mineras, o a investigar la contaminación de las aguas de los ríos y del aíre. O a preguntarse qué material militar estamos comprando y a qué precio. No, eso no nos convendría. Mejor hay que mantener a la gente sentadita en el circo. El pan se lo daremos otro día.
Sobretodo lo que tenemos que hacer es mantener los mitos nacionales: el Perú es rico, muy rico, tiene oro, plata, cobre, petróleo, gas; en la selva abundan los árboles; nuestro océano es el más rico del mundo; la papa y la quinua son originarios del Perú; tenemos vicuñas, llamas, alpacas. En fin, tenemos de todo. Además el imperio incaico fue una gran civilización y el Perú fue el virreinato más rico de España. Así que tenemos muchas razones para sentirnos orgullosos. Escriban sobre eso, enséñenlo a los niños para que lo aprendan bien, y para que los adultos no lo olviden repítanlo todos los días. Hay que componer canciones que ensalcen las bellezas del país y ahora con Internet poner muchas fotografías de Machu Picchu, por ejemplo. Y no hay que olvidar de honrar con desfiles a nuestros héroes militares sin importar que nunca hayamos ganado una guerra.
Pero sobretodo hay que recalcar que el país es inmensamente rico. Mientras el pueblo se sienta orgulloso de lo que no posee vamos bien. No vaya a ser que se de cuenta de que nada les pertenece ni pertenecerá. Eso es nuestro y de nadie más.

No educar al pueblo
Ahora que la modernidad exige dar educación a todos, hay que cumplir para que vean que somos gente honesta y progresista. Claro que no hay que exagerar, los colegios privados se encargarán de proveer empleados para nuestras empresas, y los colegios nacionales que enseñan tan mal nos darán obreros a nuestras minas. Es mejor que los colegios privados sean religiosos, tenemos que proteger a la jerarquía de la iglesia Católica, son nuestros más fieles aliados, ellos nunca han cambiado de partido, siempre han estado con el gobierno. Lo estuvieron con Fujimori a pesar de que forzó la esterilización de 200,000 indígenas, pero eso es otra historia.
Especial cuidado hay que tener con el sindicato de profesores. El SUTEP está en manos de comunistas trasnochados que han llevado a la ruina la educación del Perú. Allí no reside el peligro, el riesgo es que la base de profesores se rebele, cambie a sus dirigentes y se ponga a pensar en cómo mejorar la enseñanza pública. Eso sería muy peligroso, una masa educada nos haría la vida muy difícil.
…..
-¿Qué pasaría si nuestras estrategias fallasen?
-Pues muy sencillo, nos vamos del país antes de que nos expropien e invertimos en otro que de más seguridad a nuestras inversiones.


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