lunes, 20 de abril de 2015

FILIPICA 1. JUAN, ABRE LOS OJOS


LOS INSACIABLES
Filípica 1. Juan, abre los ojos
Juan: no tengo tiempo para cortesías innecesarias ni para dorarte la píldora. Antes de zarpar de este mundo quiero que abras tus ojos y reflexiones sobre la situación real en que te encuentras, y por una vez en tu vida pienses en la sociedad a la que perteneces. No lo hagas por solidaridad, que quizá no es la mejor de tus virtudes, hazlo aunque sea por egoísmo. Nadie puede vivir seguro rodeado de gente que sufre y de inescrupulosos que se enriquecen a costa de todos. Al paso que vamos tarde o temprano te tocará a ti.
Claro, podría irme sin decirte nada y dejarte tranquilo. Pero no te voy a dar ese placer, ya has vivido mucho tiempo engañado y eso me molesta enormemente. Tu pasividad me exaspera. Constatar, por ejemplo, que estás obsesionado con el fútbol, que sabes los nombres, edades, características de los jugadores, y no te enteras de la inmensa riqueza que expolian unos cuantos en tus narices es demencial, no lo soporto. Escuchar conversaciones tan pueriles en la que pasas tu tiempo con familiares y amigos, y no darte cuenta que tendrás una pensión insignificante cuando seas viejo, me asusta.  No darte cuenta que el sistema hospitalario es una desgracia y hablar de comida, me parece atroz. Creer que la educación de tus hijos es buena, merecería que te quitaran la patria potestad. Valdría que te azotasen por trabajar en las condiciones en que lo haces y con la paga que recibes, y encima agradeces tu buena suerte. Finalmente, que pienses que no ganas nada en protestar contra las autoridades que roban y los empresarios que corrompen a las instituciones es razón suficiente para internarte en un manicomio.
No te enojes, Juan, mi molestia, exasperación y rabia no es contra ti. Tú eres totalmente inocente. Sí, inocente. No eres responsable de nada. A ti te han diseñado para que seas y pienses como ellos quieren. Ya sé: no me crees. Es natural, te han fabricado para que desconfíes de los demás. Eres desconfiado hasta el extremo, cuentas el cambio tres veces, revisas al detalle todas las cuentas que recibes, compruebas una y otra vez que has cerrado tu casa con llave. En lo cotidiano no te fías de nadie, ni de tu familia cercana. Pero así como te han hecho desconfiar de los demás, también han hecho que creas a pie juntillas lo que ellos te dicen. Por ejemplo: crees que esto mejorará, que la crisis pasará, que habrá más trabajo, que te subirán de sueldo, que cuanto menos regule el Estado es mejor para todos, que el mercado se autorregula solo,  que la libre competencia abarata la vida, y así podemos seguir y seguir con ejemplos que demuestran que te han diseñado para que creas en mentiras y no creas en verdades.  Eres una presa fácil para los que necesitan tu voto, o tu trabajo, o tu ignorancia, o tu pasividad. En cuanto a mí, te voy a dar una razón para que me creas: ¡no necesito nada de ti! Juventud no puedes darme, por otro lado ¿qué le importará a mis cenizas tu respeto o tus insultos?
Conociéndote como creo que te conozco, no me sorprendería que en este momento desees preguntarme porqué en vez de Filípicas no te envío un ensayo con todas las de la ley. Bueno, la primera razón con la que espero estés de acuerdo es que  a ti, que casi no lees nada, la palabra ensayo te asustaría. Imagínate este título: “Falacias impregnadas dolosamente en la psiquis del quídam autóctono”. No ojearías el libro como no has ojeado ensayos de autores mucho más famosos que tu humilde servidor. 
Como recordarás fue Demóstenes quien inició este estilo literario con sus cartas a Filipo II de Macedonia, pero es de Cicerón de quien más hemos aprendido sobre Filípicas. Lo que me gusta de ellas es el tono directo, sincero hasta el extremo cuando no cáustico, apasionado, provocador y hasta agresivo sin ser injusto. Salvo en decir la verdad, sé que no estaré a la altura de los maestros, pero eso es lo que hay, así que tendrás que conformarte conmigo. 

Vayamos adelante: para intentar resolver nuestra situación nos encontramos ante una disyuntiva: o exploramos posibles soluciones, o buscamos primero a los responsables de nuestra realidad. Sospecho que opinarás que lo más importante es proponer soluciones, porque eso de buscar responsables causa polémica y hasta violencia. Me dirás, Juan, que la gente busca armonía y paz, y no conflictos ni altercados.  Es decir, responderás como te han enseñado. Como tú hay una gran mayoría que con las mejores de la intenciones desean encontrar la solución mediante propuestas razonables sobre cómo eliminar la pobreza y el hambre de los pueblos, acabar con la corrupción, mejorar las universidades, apoyar a la pequeña y mediana empresa, eliminar la burocracia, y así cientos de sugerencias parecidas.  ¡Pues no esperes que te de la razón! No, no caeré en la trampa que nos ha estancando durante siglos. Nada se consigue proponiendo si no sabemos quiénes son los responsables  de nuestra situación. La razón es muy sencilla: tenemos que saber en manos de quién van a caer las propuestas y qué posibilidad hay de que se pongan en práctica. Por ello, Juan, y a riesgo de romper la armonía y paz que narcotiza al pueblo, te emplazo para buscar conmigo a los culpables.
¿Por dónde debemos comenzar a buscar a los responsables del retraso de nuestros ciudadanos? Creo que lo mejor será recurrir a los romanos que fueron más perspicaces que los franceses. Mientras los últimos buscan como autor del crimen a una mujer, “cherchez la femme”, Cicerón preguntaba  Cui bono”, ¿Quién se beneficia?, y Séneca era más explícito al afirmar: “Cui prodest scelus, is fecit”, “Quienes se han beneficiado son los que lo han cometido”.
Siguiendo a los romanos saltan estas preguntas:
·        ¿Quién hace dinero manteniendo a la gente adormilada? ¿Quién se beneficia con mantener a la gente ignorante de lo que realmente sucede en el país?
·        ¿Quién se regocija viendo a la masa entregada a la televisión, discutiendo sobre fútbol, o leyendo revistas y periódicos repletos de imágenes que llenan la vista y vacían el cerebro?
·        ¿Quién sale ganando con la pasividad de la gente que no cree tener derechos para reclamar nada?
·        ¿Quién tiene miedo de que la gente piense? ¿Quién cree que razonar es peligroso porque pueden decir ¡Basta ya!?
·        ¿Quién se beneficia de la soledad y desconcierto en que se encuentra el votante en cada elección?
·        ¿Quién desea que todo siga igual?
Continuaremos…,  para mí es suficiente por hoy…  
Herbert

PD. Si tienes comentarios no dudes en escribirme, trataré de responderte antes de que llegue el barquero. hmorote@herbertmorote.com

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