(Este artículo también fue publicado en http://www.genocidioayacucho.blogspot.com/)
No se necesita ser un avispado lector para darse cuenta de que sin excepción todos los autores, desde Vargas Llosa a Perico de los Palotes, que critican alguna reprobable acción del gobierno israelí inician sus escritos deshaciéndose en elogios al pueblo judío, afirmando su reconocimiento del Holocausto, el derecho que tienen los israelitas para vivir en paz, añadiendo su larga amistad o admiración hacia tal o cual intelectual o artista judío. Saben bien los escritores que es necesario hacer esas calculadas declaraciones para no ser acusados de racistas, antisemitas o “negacionistas”. A pesar de ello el lobby sionista los acusará de ser enemigos del pueblo judío y buscará denodadamente su desprestigio acusándolos de falaces o desinformados y de servir como “tontos útiles” de los palestinos.
En el Perú pasa algo similar. Antes de criticar al gobierno sea por el deterioro vergonzoso de los Derechos Humanos, o por el abandono negligente de nuestro pueblo indígena, o por el incumplimiento de las reparaciones prometidas a las víctimas del terrorismo, o por la impunidad con la que se protege a los militares involucrados en masacres, o simplemente por reclamar mejores condiciones de trabajo, uno está obligado a decir que no es comunista, ni senderista, ni enemigo de las Fuerzas Armadas.
Por consiguiente me veo obligado a decir que no soy comunista, siempre he odiado el estalinismo; tampoco soy, ni he sido, ni seré miembro de Sendero Luminoso. Creo que Abimael Guzmán y todos sus seguidores hicieron un daño irreparable al Perú; ellos fueron los principales culpables, no los únicos, de la del genocidio ocurrido mayormente en Ayacucho. Deseo que todos los criminales cumplan sus condenas completas, en especial los senderistas que no se arrepienten de sus crímenes. ¡Indulto a nadie! ¡Ni a Abimael Guzmán ni a Fujimori! ¡Impunidad tampoco! ¡Ni a los terroristas ni a los miembros de las fuerzas del Estado que cometieron horribles crímenes!
Como la suspicacia está extendida en nuestro país, reconozco que un líder conspicuo de SL es mi primo, pero también sepan que hubo por lo menos ocho víctimas que llevan nuestro apellido, y muchos otros Morote se vieron forzados a abandonar sus casas y huir de Ayacucho. Respecto a las fuerzas del Estado debo decir que les guardo gran cariño y respeto por una razón muy particular: mi padre y tres de sus hermanos sirvieron en sus filas y sus primos Sierralta Morote llegaron a los más altos puestos del Ejército; por parte de madre sus tres hermanos estuvieron de una manera u otra con las fuerzas del Estado, uno en Investigaciones, otro en el Ejército que luchó en la batalla de Zarumilla contra los ecuatorianos, y el tercero sirvió con los Marines de EE UU en la toma de Guadalcanal. En mi casa festejábamos el Día de la Caballería, arma a la que pertenecía mi padre, como si fuera una Fiesta Nacional, todos aprendimos su himno desde chicos, si desean se las canto. Claro que me siento ridículo contando esto, pero estoy forzado a hacerlo dada la “caza de brujas” que se ha desatado en el Perú.
Aún así no escaparemos, quienes nos atrevemos a denunciar lo que sucede en el país, a ser acusados de esto y de lo otro, y si tenemos suerte nos conformaremos con que nos acusen de “caviar”, aquel pro comunista que vive bien y es un “tonto útil” del marxismo. Salomón Lerner Febres, ex rector de la Universidad Católica, y presidente de la fenecida Comisión de la Verdad y Reconciliación, sabe muy bien de lo que hablo. No hay día en el que Lerner no reciba insultos y amenazas, incluyendo la de quitarle la vida, y como adelanto en su casa le mataron a sus dos perros labradores. Otros no tienen la misma suerte, varios críticos al gobierno tuvieron que huir del país. Sí, no exagero, huyeron con lo puesto de este país que se cree democrático. ¿Quieren nombres? Allí les van dos: Giulia Tamayo, que denunció las esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas, y Alberto Pizango, líder campesino que defendió su selva de la avidez petrolera.
Manifiéstese usted contra la contaminación ambiental en La Oroya y la prensa lo acusará de leninista trasnochado. Haga una huelga contra la expoliación de las empresas mineras y lo tratarán de antipatriota. Proteste contra la contaminación que traen las exploraciones de petróleo y lo empapelarán por subversivo. Defienda mantener la memoria histórica de lo verdaderamente ocurrido en Ayacucho y se le cerrarán todas las puertas. Diga que las injusticias socioeconómicas están creando un caldo de cultivo para movimientos extremistas y lo acusarán de elogio al terrorismo.
¿Quién está detrás de esta caza de brujas? ¿Quién promueve la campaña mediática en contra de las ONG o fundaciones que denuncian los atropellos a los Derechos Humanos? ¿Quién fabrica el consenso en las mentes de los peruanos de que toda protesta es antipatriota? La respuesta la encontramos en el dicho romano: “hay que buscar al que se beneficia”. Es decir: hay que identificar al que gana con el amordazamiento o adormecimiento del pueblo. En este caso el mayor beneficiado es Alan García, que no ha podido borrar del recuerdo las masacres de los penales y otros crímenes por las que fue acusado. Pero más beneficiado que él, son los empresarios, nacionales y extranjeros, angurrientos por aumentar sus ya excesivos ingresos. Un pueblo sumiso, un pueblo sin memoria, un pueblo embobado con la TV o el fútbol es el pueblo ideal de este neoliberalismo que además de llevar al mundo a una crisis de hambre, también le está quitando el mínimo derecho de protestar.
martes, 6 de julio de 2010
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