viernes, 23 de julio de 2021

BÁLSAMO PARA ESTOS DÍAS: "LOS ESCOMBROS NO MIENTEN"

 


 Creo no haber visto nunca tanta crispación emocional en Perú. Parece que todo es conflicto, protestas, insultos, descalificaciones. La crisis política aunada a la pandemia y a la crisis económica concentra toda la conversación o promueve tristes silencios  para no romper con lazos familiares, de amistad o de trabajo.  Basta ver los encabezados de los periódicos, los programas de la TV,  y no se diga los mensajes por las redes sociales, para darse cuenta del profundo malestar social que está inundando y acaparando nuestro vivir a tal punto que pareciera que no hay otra cosa en qué pensar. Por esta razón es loable la apuesta que hace Ediciones El Virrey publicando este mes el libro LOS ESCOMBROS NO MIENTEN escrito por Diego Vargas.

 Leer la “ópera prima” de Diego Vargas es un bálsamo confortante  que nos hace ver que detrás de todo siguen existiendo nuestros recuerdos, nuestros valores, nuestras observaciones. Siguen existiendo  principios forjados sobre los escombros de nuestros recuerdos. 

El libro de Diego es felizmente difícil de catalogar y ello lo hace único y atractivo. No es poesía aunque es poético. No son relatos propiamente dichos ni cuentos, tampoco son reflexiones de cocina.  Su intento, dice el autor, es responder a la pregunta de ¿Qué hacemos con los pedazos de nuestras penas y alegrías? ¿Con el cascote de lo que fuimos y seremos? Intentamos deshacernos de ellos, pero siempre est disminuida res. Aquel amanecer, mi respiraci unos cuantos pgunta qu, nuestras observaciones. Sigue existiendo nuestros principián.

Son pocas páginas cuya lectura deleita el oído y el entendimiento. Cada relato no pasa de unos cuantos párrafos, a veces uno solo como este:

“Allí quedaron mis latidos regulares. Aquel amanecer, mi respiración quedó disminuida. Me hice intolerante a los espejos. Entendí que una culpa es una bomba que no deja de explotar[1]. Apreté el timbre y salí corriendo hacía donde nunca llegaré. Hijos. Ese día mi alma se convirtió en escombros.

Hace tiempo que nuestra literatura merecía un texto que saliese  de la novela convencional sobre temas trillados. Diego Vargas irrumpe un género literario de alcances insospechados. Démosle la bienvenida, felicitando también a librerías El Virrey por está inteligente apuesta.

 

Herbert Morote

 

 

   

 

 



[1] Las negritas son mías.

martes, 6 de julio de 2021

FALSO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ

 

FALSO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ

 

Herbert Morote

 

 

En estos días se hace inevitable una reflexión sobre la coincidencia de los festejos del Bicentenario de la Independencia del Perú con su presente situación política donde por fin sale a la luz de manera exponencial el enfrentamiento entre los marginados pobladores de la sierra y otras provincias y ese Perú conservador mayormente capitalino.

La primera cuestión que se presenta es si la falsedad de la fecha de la independencia que festejamos no es acaso el reflejo de toda esa patraña limeña que ha sabido perpetuarse hasta nuestros días. En efecto, festejamos la proclama de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821 por San Martín: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende” cuando esta declaración no fue ni la primera proclama de la independencia hecha por San Martín ni el Perú era libre en ese momento. 

Veamos: si nos conformamos con creer que una simple proclama dio la libertad al Perú deberíamos festejar el evento ocurrido antes, el 27 de noviembre de 1820, cuando San Martín proclamó la independencia del Perú desde un balcón de la ciudad costeña de Huara. Pero no, Huara es un pueblito, no se puede comparar con Lima, por lo tanto esa declaración no  importa y Lima se apropia del evento.  Pero hay más, la declaración de Huara fue ante el pueblo, en la de Lima el pueblo no fue convocado. La declaración la hizo San Martín ante los notables del Cabildo, que es como se llamaba entonces a la Municipalidad. Y eso no es todo, en ese momento el Perú estaba lejos de ser libre. Salvo Lima y algún otro pueblo costeño, el resto del país, comenzando por el Callao y llegando hasta la frontera con Argentina, estaba en manos de los realistas.

 

                                    El balcón de Huara

 

La verdadera y única independencia del Perú se realizó en 9 de diciembre de 1824, cuando el ejército español firmó su rendición luego de ser derrotados en la batalla de Ayacucho.  Pero no, el centralismo limeño no podía ceder tan evidente honor a Ayacucho, y sin ninguna oposición todavía seguimos celebrando el 28 de julio de 1821 como inicio de nuestra independencia con fiestas, desfiles, discursos, reseñas históricas.

 

   Firma de la capitulación de España en Ayacucho.

       9 de diciembre de 1824

 

Y no es cuestión de fechas, es cuestión de justicia, de ética, y también de esa discriminación que se ha asentado en nuestro país a tal punto que consideramos tan normal que se celebre como cierta la falsa declaración de independencia realizada en Lima, como anormal que un serrano como Pedro Castillo pretenda ser presidente del Perú.

 

Una vuelta de tuerca: ¿a nadie sorprende que en la agenda oficial de festivos del Perú no aparezca un día para rememorar a Tupac Amaru el principal precursor de la independencia de los pueblos andinos?

Quizá  ha llegado el momento.  ¿O es mucho pedir?

 



 

 

Julio de 2021

HM