KEIKO FUJIMORI EN LIBERTAD
por César Hildebrandt
Hildebrandt en sus Trece (Lima), no. 470, viernes 29 de noviembre de 2019
Nos merecemos a Keiko Fujimori.
Nos merecemos a Chávarry.
Nos merecemos a Ernesto Blume.
Nos merecemos a Luis Castañeda, al Congreso que reconstruiremos en enero próximo, al Jurado Nacional de Elecciones tramposo.
Nos merecemos a Pedro Olaechea, a Ollanta Humala y señora, a la televisión que pudre, a la radio del guarapo, a la prensa aturdida por el miedo.
Sí, merecemos estas penurias. Son las que toleramos, las que seguimos permitiendo.
Algo de chancaca hay en nuestro carácter. Un dulzor horrible nos hace beatos, sirvientes, obedientes, ujieres, churrupacos, agachados y rastreros.
Y esta semana el club del delito, al que pertenecemos obligatoriamente por haber nacido en estas tierras, ha vuelto a tener un éxito loco.
Keiko está libre. Volverá a asustar testigos, a borrar huellas, a desaparecer documentos, a perder libros contables, a cambiar declaraciones y a inventar cócteles. Volverá a fingir que está en la política cuando, en realidad, lo que dirige es una organización presta al delito, digna heredera de aquel padre ladrón que compraba opositores e indemnizaba a Montesinos con dinero encostalado disponible en Palacio. La ayudará el Poder Judicial que ha eximido a Pedro Chávarry. Colaborará con ella el lado de la Fiscalía que César Villanueva ya había infectado.
La seguirán ayudando los empresarios miserables que amaron a Fujimori porque él convirtió al Estado en fantasma y a los sindicatos en espectros y a la justicia en la dama de la noche que sigue siendo. No es un país el que necesitan esos señorones: lo que quieren -y quisieron siempre- es una hacienda con leyes propias y cárcel adjunta.
Y eso es lo que el Perú seguirá siendo: una hacienda donde Roberto Abusada es el gurú de la economía y Villa Stein el jurisconsulto de moda. No aspiramos a más. Para qué. Sería como interrumpir la siesta ventral que tanto nos gusta y que dormimos desde hace dos siglos.
Cuando vuelvo a la historia del Perú, allí están las mentiras que sustentaron la ficción de país que fabricamos desde la autocomplacencia más patética. Nacimos con una doble traición --la de Riva Agüero, la de Torre Tagle--, nos independizaron a la fuerza y convertimos a Bolívar en "dictador vitalicio" y probador de mujeres, nos corrompimos por vocación. Leer a Alfonso Quiroz es un deber. También lo es leer a Emilio Romero. Basadre, aunque tibio, es el autor del extenso obituario de este país fallido que habrá de celebrar el bicentenario de lo que pudo ser.
Si Cioran hablaba de un universo aquejado de inutilidad, este columnista, modestamente, podría hablar de un país que resume la derrota de la teoría del progreso.
Miren a su alrededor. ¿Este caos es lo que nos propusimos ser? ¿Esta vulgaridad fue nuestro proyecto? ¿Esta abyección fue nuestro sueño? ¿Este olor a hediondez es lo que esperábamos?
Mientras el Tribunal Constitucional le concede a la señora Fujimori el derecho de seguir complotando, presencialmente, en contra del proceso que por lavado de activos tiene abierto, se presenta el libro del hombre que se mató cuando todas las pistas conducían a sus bienes malhabidos y a sus cuentas de hollín en trance de viudez. Y se presenta como el testimonio de un cuasi mártir de la democracia y del abuso judicial. La suya será otra mentira fundacional. Vivimos de mentiras. Vivimos para mentirnos.
Decimos que tenemos instituciones. Mentira. Las instituciones no son abstracciones y en el Perú gran parte de ellas han sido desquiciadas por haber sido secuestradas por la delincuencia. Miren en qué acabó el Consejo Nacional de la Magistratura. Pregúntenle al "tribuno" Ramos en qué club de alterne celebrará la liberación de Keiko Fujimori y por qué esgrimió el argumento del cierre del Congreso para sostener su voto. Recuerden qué fue el "parlamento" que Vizcarra tuvo que cerrar por razones respiratorias. Miren a los Cuellos Blancos y entérense qué puede ser la judicatura (a pesar de que el informante Uceda quiera limpiar al capo Hinostroza). No se hagan los locos: revisen la lista de candidatos al Congreso de enero y díganme si de esos nombres puede salir la esperanza de un cambio.
¿Qué quiero decir? ¿Que estamos condenados? Sí, eso es precisamente lo que quiero decir.
Estamos condenados porque hemos permitido que la plutocracia y sus trovadores mediáticos nos instalen en este sopor. A la plutocracia y a los pavos reales de su narrativa les interesa que el Perú siga siendo lo que es: un prefacio de país, un terral donde la barbarie se impone, un gran silencio.
La plutocracia y sus hechiceros insisten en que no debemos cambiar la Constitución-Candado impuesta por el corrupto fujimorismo. Le interesa a la plutocracia que "lo privado" sea beatificado y que "lo público" se someta siempre a sus inquisidores. La plutocracia gobernante aspira a que el fujimorismo de 1992 dure mil años, como Hitler pretendió que durara su reino de terror.
Y ya es tiempo de parar esto.
Chile empieza a librarse de las cadenas del pinochetismo. Honor a su gente. Honor a sus protestantes. Bienvenida la nueva república que en Santiago comienza a asomar. No necesitamos incendiar el país para empezar a cambiar. Bastaría, por ahora, con no votar por la podre. La podre es el fujimorismo, la derecha siempre vencedora y cutrera, los empresarios del aceite. Sería un buen comienzo. Lo demás consistirá en jalar la cadena y ver que en ese remolino liberador se va nuestra debilidad, nuestro estoicismo, nuestra condición de hipnotizados. La libertad puede empezar en el váter.
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viernes, 6 de diciembre de 2019
jueves, 4 de julio de 2019
"HILDEBRANDT EN SUS TRECE".
“HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
Revista
semanal. Edición Nº 450. Viernes 21 de julio de 2019
Cuellos
blancos de la cultura
César
Hildebrandt
Un
escritor plagia decenas artículos periodísticos y los envía a diferentes
medios. Son buenas crónicas, comentarios audaces, prosas imaginativas, temas
variados, intereses de actualidad. El escritor se llama Alfredo Bryce Echenique
y es peruano.
Enfrentado
a la evidencia indiscutible, el escritor lo niega todo y dice que todo se ha
debido a un error de su secretaria, que ha confundido los archivos y ha enviado
por correo los que no debió enviar.
Cuando
alguien le recuerda que ni siquiera ha tenido secretaria en los tiempos del
plagio sistemático, el escritor dice que se trata de una conspiración política,
que los fujimoristas han creado una calumnia porque él siempre los ha retado.
Cuando
alguien busca en los archivos los artículos que Bryce debió escribir en contra
de Fujimori y su pandilla, los pronunciamientos altivos que el escritor lanzó
en contra de la dictadura que todo lo pudrió, no encuentra nada. ¿Dónde los
publicó? ¿En qué fechas? ¿Quiénes los leyeron? La respuesta es el silencio. La
verdad es que el escritor jamás se distinguió por haber combatido a Fujimori.
Descubierto
una vez más en sus mentiras, el escritor guardó un hermético silencio. Eso no
fue suficiente. Lo cierto es que las publicaciones que recibían con placer y
expectiva sus colaboraciones –ahora contaminadas de sospecha- dejaron de
hacerlo.
La
única salida para Bryce era admitir la verdad. Hubiera sido fácil perdonar a un
escritor tan carismático que confesara, por ejemplo, que se apropió de textos
ajenos porque jamás creyó en eso de la propiedad individual de la escritura,
que la cultura universal es una masa donde las jurisdicciones son borrosas, las
autorías son discutibles y los cotos personales son gestos de egoísmo
pequeñoburgués. El crítico Julio Ortega salió a defender al escritor con una
tesis radical que era una especie de manifiesto comunista en torno a la
propiedad intelectual.
Hubiera
sido fácil perdonar a un escritor de obras importantes y entrañables que nos
dijera que lo que pasó fue una expresión de crisis y debilidad y que ante el
ultimátum de las fechas de entrega y los compromisos tomó como suyos -aunque
eso fuese a la larga imperdonable- textos que él mismo habría podido escribir,
textos que resumían su pensar y su sentir, textos que habían anticipado lo que
él habría escrito alguna vez. Digamos que la explicación habría sido mágica,
pero el perdón habría sido inevitable. El perdón, la conmiseración y el
reconstruido respeto. El humanísimo pecado, una vez admitido, pasa a los fueros
de un olvido generoso.
Pero
la historia fue otra. Ensimismado en su cinismo de falaz estirpe aristocrática,
el escritor jamás pidió perdón, jamás dio explicaciones y atribuyó a la envidia
de un sicariato fantasmal el expediente de sus plagios que, para entonces,
había llegado a 36 casos absolutamente comprobados.
Entonces
vino lo de la Feria del Libro de Guadalajara y el escándalo estalló. Los ciento
cincuenta mil dólares del premio que sus amigos le habían concedido tuvieron
que ser entregados en Lima, entre gallos y medianoche, después de la protesta
moral de un grupo de escritores mexicanos.
Ahora
resulta que el escritor pide permiso para retirarse. Y lo hace con un libro
dictado, esta vez sí a la secretaria de un aventurero, que no lo honra, que
nada tiene que ver con el brillo de sus novelas y la frescura de sus cuentos.
Es una despedida patética que Bryce no merecía. Es el negocio colateral de
alguien que vio en este adiós forzado una gran oportunidad de hacerse con un botín
crepuscular.
El
escritor, visiblemente cansado de ser expuesto como mercancía, da entrevistas
en las que la única pregunta que está previamente vedada es aquella que habría
sido inexorable en una sociedad que trata de infundir valores. El escritor confunde
tiempos, inventa, como en el libro oral que acaba de ser lanzado, y vuelve a
decir que fue un perseguido de la política, una víctima de algún complot.
¿Qué
lección le damos a los jóvenes que intentan acercarse al mundo de la cultura en
esta Lima que se cae a pedazos? Una muy sencilla, veterana, tan vieja como la
república de pacotilla que intentamos fundar hace 200 años: en nuestro medio la
impunidad es un privilegio de algunas castas, la amnistía social es una salida
práctica a los problemas de nuestros “iguales”, la sinvergüencería es un modo
de ser nacional. ¿Cuál es la diferencia entre la política, tan venida a menos,
y las mafias culturales que deciden quiénes son intocables y quiénes réprobos?
¿De qué modo aquello de hablar a media voz y callar de modo estridente se ha
hecho parte de nuestra identidad? En resumen, si el plagio literario te conduce
al paraíso artificial de “El Comercio” y sus parásitos, ¿por qué resultan
condenables los que, sin los pergaminos y la cultura de Bryce, esgrimen títulos
inexistentes, diplomas imaginarios, certificados salidos de la fantasía? Si
nuestros grandes hombres están más allá de la ley, ¿por qué los otros resultan
examinados tan severamente? A ver si nos atrevemos a responder estas preguntas.
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martes, 2 de julio de 2019
BRYCE SIGUE MINTIENDO CON DESCARO
El pasado 18 de junio, bajo la firma de Manuel Morales, el diario "El País" publicó el artículo “Bryce Echenique se retira: No tengo pensado otro proyecto” en el cual se le pregunta “por el caso de los plagios de artículos de prensa, por el que fue condenado a pagar 42.000 euros en Perú, en 2009”, a los que el autor respondió: que recurrió y que la Fiscalía le absolvió “completamente”- Fin del artículo.
Es incomprensible que el periodista se haya limitado a copiar la respuesta sin haber comprobado si era cierta o no. Esta negligencia induce al lector a creer en la honestidad de Bryce cuando es bien sabido en el Perú que el 18 de julio de 2016 la Corte Suprema de ese país desestimó su recurso.
Sobre este asunto véase el artículo “Alfredo Bryce, ya no podrás mentir” del prestigioso columnista peruano Fernando Vivas del también prestigioso periódico “El Comercio”, publicado el 26 de junio de este año 2019.
Este es el artículo de F. Vivas
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miércoles, 22 de mayo de 2019
ESTOY LOCAMENTE ENAMORADO
Estoy enamorado,
locamente enamorado, perdidamente enamorado. Nunca creí que se podía amar así.
Por conseguir su amor estoy listo a realizar el acto más heroico o el más
abyecto de los crímenes. Por ella me siento capaz de todo. Es que verla otra
vez me ha desquiciado y más ahora que he estado tan cerca de ella. Esta vez no
solo he podido sentir la serena respiración que exhala su cálido, atractivo y
exótico aroma, también he escuchado, lo juro, los latidos de su corazón. Creo que he perdido la cabeza.
¿Puedo
contentarme con recordar su belleza con palabras? No, no puedo ¿Lo hizo Dante
con Beatriz? Dicen los eruditos que es
imposible describir una belleza así. Hay
que contentarse con verla. Yo fui más lejos, me acerqué a ella y le susurré al
oído el apasionado amor que le tengo y me entrega
total, le dije: no te pido una vida entera, no, ni tú lo merecerías ni yo
podría resistir tanta felicidad. Solo quiero pasar contigo una sola noche de
amor, nada más. Ah…, que modo tan agradable sería dejar luego este mundo. Nefertiti me respondió con delicadeza haciendo
un leve movimiento con la comisura derecha de sus labios. Desde entonces no
puedo dormir, esto no es vida.
Herbert
Berlín. Neues Museo.
16 de octubre de
2006.
lunes, 8 de abril de 2019
DIARIO 16. Herbert Morote, el hombre tranquilo
Herbert Morote (1935,
Pimentel, Perú). Cursó sus estudios en el colegio La Salle de Lima y después en
el Colegio Militar Leoncio Prado. Doctor de Ciencias Económicas y Comerciales
de la Universidad de San Marcos, obtuvo el Postgrado en Administración de
Negocios en la Universidad de Indiana, Estados Unidos. Escritor tardío, así es
como se considera nuestro autor, Juan Mejía Baca, ex-director de la Biblioteca
Nacional de Perú, quien escribió "Más vale llegar a ser escritor tardío
que no llegar a serlo, quedándonos el consuelo de saber apreciar lo bueno, como
considero tu primer trabajo". Fue catedrático fundador de la Universidad
de Lima.
Como sucedió con muchos
jóvenes ejecutivos, el desgraciado gobierno del general Velasco animó a Morote
a buscar nuevos horizontes. En 1990 se instaló en Madrid, desarrollando sus primeros proyectos literarios en la Escuela de
Letras, institución ya desaparecida, y coincidiendo con autores como José María Guelbenzu, Juan
José Millas, Constantino Bértolo, Juan Luis Conde y Alejandro Gándara. Fue
director de la Revista Literaria 90 LAGARTOS, de la Escuela de Letras de
Madrid-. En el apartado teatral trabajó y colaboró con José Sanchís Sinisterra, Juan Mayorga y Yolanda
Pallín. Actualmente sigue residiendo en Madrid.
Sin duda alguna,
tu vida ha sido un ejemplo de esfuerzo y superación. ¿Cómo un hombre de negocio
decide dejar atrás su vida anterior y decide dedicarse a la literatura?
- No fue una decisión difícil ni
rápida. Lo había decidido muy joven cuando por consejo de mi padre preferí
terminar Economía en vez de Filología. Mi padre me hizo ver que primero tenía
que ganarme un sustento económico y luego dedicarme a lo que quisiera, por
ejemplo: escribir.
A finales de los
años sesenta se produce el alzamiento del General Juan Francisco Velasco
Alvarado, ¿Cómo viviste el Golpe de Estado?
-
Fue terrible pero no extraño, Perú
ha vivido casi todo el tiempo bajo dictaduras. La última con Fujimori hasta el
año 2000. Es una pena, en nuestro país no hay cultura política, por eso seguimos gobernados por corruptos e
ineptos que no hacen sino seguir protegiendo un neoliberalismo que prefiere una
economía extractivista explotando
nuestros recursos naturales sin mejorar la calidad de vida del pueblo en su
mayor parte indígena. El gobierno del
general Velasco hizo que dejara el país en 1971
¿Cómo ha incidido
esa experiencia en tu obra?
- Ver mi país de lejos, visitarlo
y constatar que no mejora, que el indígena sigue explotado, que los modelos de
la sociedad son los de EEUU, que los medios hayan logrado que se hable de fútbol y de comida cuando ni
ganamos en fútbol y la gran mayoría no tiene qué comer, da rabia, tristeza.
¿Reprochas algo
al Régimen Dictatorial de esa época? ¿Te arrepientes de las decisiones que
tomaste?
No solo reprocho la larga lista de dictadores que hemos tenido, también
me irrita los presidentes que hemos elegido en la democracia. Todos los
presidentes vivos están presos, fugados o con causas judiciales abiertas. Lo
peor es que no veo solución, los intelectuales peruanos miran a otro lado. Las
medicinas son una de las más caras del mundo, no hay seguridad pública, estamos
entre los peores países en cuanto a educación según el informe Pisa. Y el peruano aguanta y aguanta. Es un pueblo
muy bueno.
Cultivas en
novela el género negro y el histórico. ¿Crees que a la hora de accionar el
disparador de tu máquina fotográfica, el fotógrafo debe estar ligado de alguna
manera emocionalmente con la persona que vas a autorretratar?
- Es imposible no autoretratarse cuando uno escribe sobre su patria, ya
sea novela o ensayo. Uno puede disimularlo pero siempre se termina desnudándose, tomando partido. Mi
causa es la denuncia, intento desenmascarar a los responsables, a esos que
pasan de rositas por la vida evitando entrar en temas difíciles. Esos
intelectuales que no quieren ofender al
poder económico porque de ellos viven y a ellos sirven.
Tu proceso
creativo parte de la novela y el ensayo. Pero, ¿qué impulso te lleva a acabar
escribiendo obras de teatro?
Siempre quise escribir teatro, de hecho mi primer libro fue una obra de
teatro que nunca pudo ser representada porque como teatro era realmente mala,
sin embargo se publicó con éxito gracias al director de la Biblioteca Nacional
del Perú que vio en ella un texto de ensayo. Luego en España me di cuenta que
el teatro tiene claves, secretos, técnica, así que tomé cursos con grandes
dramaturgos españoles: Juan Mayorga, Sanchís Sinesterra y Yolanda Pallín. A
ellos les debo todo.
Has escritos ensayos, novelas, relatos, cuentos, cartas, sin
embargo tu extensa carrera literario se ha desarrollado también en el teatro. ¿Qué te aporta el teatro que no te conceden el resto de géneros literarios?
- La voz que persigo sale más clara y efectiva. Los temas son más variados
y me dan descanso emocional.
Los Ayacuchos es una obra de teatro donde se representa de una forma
medida y contenida la manipulación que sufrieron los indígenas peruanos, tanto
por las fuerzas del Virrey, como por la de los llamados patriotas. ¿Crees que
la Historia le debe algo a los pueblos autóctonos de las diferentes regiones?
-Buena pregunta¡ pero requeriría tiempo responderla, quizá en el
conversatorio del próximo jueves podamos hacerlo. Según que país la reacción a
la Conquista es diferente. En México ha quedado cierto rencor y malestar. En
Perú tenemos enterrado a Pizarro en la
Catedral de Lima, primera capilla entrando por la izquierda. Nosotros
somos descendientes de esos españoles, no de los españoles que se quedaron en
casita. Los indígenas quechua-hablantes
siguen discriminados en Perú por los criollos y eso me irrita, desconsuela y
hasta me violenta.
¿Quiénes deberían ser los
responsables, si los hubiese, de reponer la dignidad y la memoria de esos
pueblos?
- Hay que confiar en el pueblo. Lo
que hay que hacer es dar a esos indígenas las mismas oportunidades de
desarrollo que a los criollos. Hay que darles la misma educación, salud publica
y seguridad. Parece que nadie se da cuenta que la discriminación se inicia
con el presupuesto del país. Las compañía mineras y las empresas que
exportan productos agrícolas son las que más ganan en Perú, y las que peor
pagan. Los pueblos que producen la riqueza del país son los más pobres e
incultos. Y no tengo que ser comunista, que no soy, para decir esto.
¿Sobre qué pilares fundamentales se sustentan los
personajes de tus obras teatrales?
- Son variados
los temas que trato, quizá el punto en común es que son buenas personas que
enfrenta situaciones difíciles que a todos nos pueden pasar.
¿Pueden ser tus personajes, llegado el caso, de
representar tu alter ego?
- Sin duda, es imposible despegarse de sus
personajes, uno los siente y sufre con ellos, aun con los malos
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
- Estoy metido en
un proyecto muy largo. Deseo contar la independencia del Perú desde distintos
puntos de vista. Uno de ellos el de los españoles que lucharon en Ayacucho
(1824) y que se sintieron abandonados por el gobierno español de Fernando VII.
Otro, los patriotas criollos. Otro, los indígenas que eran reclutados a la
fuerza y luchaban por ambos bandos. Creo que la historia de la independencia de
América está mal contada, tiene mucho de heroísmo y poco de análisis
…………..
Escritor, novelista, ensayista y dramaturgo, Herbert Morote es un autor
de raza, de los que empuñan una pluma para salvarse a sí mismo, para no
desfallecer, para mostrarnos todos aquellas deidades que le atormentan y que,
en un acto de catarsis, plasma en sus obras buscando lectores que le leen o que
le oigan. Herbert Morote es una autor
honesto cuya máxima personal es no traicionar sus principios y sus valores,
pase lo que pase, escriba lo que escriba.
El próximo jueves
día 4 de abril, a las 20:00 horas, es una buena ocasión para hablar y
charlar con nuestro autor, en el Teatro Monterrey de El Paso, en un encuentro literario sobre su obra, donde
estará acompañado por el crítico literario Jorge Rodríguez Padrón, que
presentará la obra del escritor
invitado, y junto con el dramaturgo Antonio Tabares, quien entablará una
conversación en torno a su escritura teatral. Tendremos la ocasión de hablar de
tú a tú, con uno de los dramaturgos peruanos más incisivo del panorama
iberoamericano.
Guillermo de Jorge
domingo, 17 de marzo de 2019
Ing. Enrique Moya Bendezú. (Q.E.P.D.) JAUCCALLA
A fin de año recibí
un correo de mi antiguo y sabio amigo
que decía lo siguiente:
Querido
Herbert: En los campesinos quechuas de Ayacucho hay un término para desearse
bienestar al despedirse y al retirarse SE DICE JAUCCALLA que QUIERE
DECIR VIVE TRANQUILO VIVE EN ARMONIA CON TODO. Ese término lo quiero usar
para desearte tranquilidad y armonía y en extensión de salud el año que
viene.
No
sé qué pasará en el Perú y en Ayacucho, seguirá la mediocridad porque
quienes han asumido los cargos públicos no tienen el liderazgo que
se requiere para cambiar la gestión Publica y motivar a la sociedad ni
tienen ninguna propuesta de gestión política seria, vienen de movimientos
voluntariosos; y en algunos casos son inversiones en política
para cobrar en obras.
La
única posibilidad es la acción de incidencia que realiza el Patronato
Piquimachay que preside Carlos Añaños
Bueno
Herbert un abrazo y mis mejores deseos por tu bienestar
Enrique
Moya
Mi gran y antiguo amigo Enrique Moya
Bendezú falleció sorpresivamente el pasado 14 de marzo dejando una gran pérdida
para su familia, amigos, y en especial para Ayacucho. Ingeniero Agrónomo graduado en La Molina
dedicó su vida a diferentes proyectos
relacionados con la crianza y comercialización de auquénidos y tubérculos. Su
labor docente lo llevó a ocupar el rectorado de la prestigiosa Universidad San
Cristóbal de Huamanga donde dejó su huella en la educación superior de la
región. Su simpatía por una democracia
cristiana y social lo tentó varias veces a entrar en la política sin que ello
le distrajera de su causa principal: el desarrollo de Ayacucho. Fue así que en
sus últimos años fue asesor del Patronato Piquimachay que preside Carlos Añaños
y que se estableció para ayudar al fomento y desarrollo de Ayacucho.
La amistad con Enrique se inició en el Colegio Militar
Leoncio Prado (1950-1952) y se mantuvo y
acrecentó con mi dedicación al mantenimiento de la memoria histórica de lo
ocurrido en los años trágicos de la violencia en nuestro país. En nuestra
biblioteca virtual https://www.verdadyreconciliacionperu.com/
se puede leer su libro “DE HUAMANGA, en los años sesenta y
setenta”, publicado por la UNSCH, que contiene veinticinco deliciosas
crónicas de la Huamanga de esos años.
Te echaré de menos querido Enrique, pero
sé que ahora estás tranquilo y en armonía con todo. Jauccalla.
Un abrazo muy
fuerte.
Herbert
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Enrique Moya
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