viernes, 6 de diciembre de 2019

HILDEBRANDT SOBRE KEIKO

KEIKO FUJIMORI EN LIBERTAD

por César Hildebrandt

Hildebrandt en sus Trece (Lima), no. 470, viernes 29 de noviembre de 2019


Nos merecemos a Keiko Fujimori.

Nos merecemos a Chávarry.

Nos merecemos a Ernesto Blume.

Nos merecemos a Luis Castañeda, al Congreso que reconstruiremos en enero próximo, al Jurado Nacional de Elecciones tramposo.

Nos merecemos a Pedro Olaechea, a Ollanta Humala y señora, a la televisión que pudre, a la radio del guarapo, a la prensa aturdida por el miedo.

Sí, merecemos estas penurias. Son las que toleramos, las que seguimos permi­tiendo.

Algo de chancaca hay en nuestro carácter. Un dulzor horrible nos hace beatos, sirvientes, obedientes, ujieres, churrupacos, agachados y rastreros.

Y esta semana el club del delito, al que pertenecemos obligatoriamente por haber nacido en estas tierras, ha vuelto a tener un éxito loco.

Keiko está libre. Volverá a asustar testigos, a borrar huellas, a desaparecer documentos, a perder libros contables, a cambiar declaraciones y a inventar cócteles. Volverá a fingir que está en la política cuando, en realidad, lo que dirige es una organización presta al delito, digna heredera de aquel padre ladrón que compraba opositores e in­demnizaba a Montesinos con dinero encostalado disponible en Palacio. La ayudará el Poder Judicial que ha exi­mido a Pedro Chávarry. Colaborará con ella el lado de la Fiscalía que Cé­sar Villanueva ya había infectado.

La seguirán ayudando los empresa­rios miserables que amaron a Fuji­mori porque él convirtió al Estado en fantasma y a los sindicatos en espectros y a la justicia en la dama de la noche que sigue siendo. No es un país el que necesitan esos señorones: lo que quieren -y qui­sieron siempre- es una hacienda con leyes propias y cárcel adjunta.

Y eso es lo que el Perú seguirá siendo: una hacienda donde Rober­to Abusada es el gurú de la economía y Villa Stein el jurisconsulto de moda. No aspiramos a más. Para qué. Sería como interrumpir la siesta ventral que tanto nos gusta y que dormimos desde hace dos siglos.

Cuando vuelvo a la historia del Perú, allí están las mentiras que sustentaron la ficción de país que fabricamos desde la autocomplacencia más patética. Naci­mos con una doble traición --la de Riva Agüero, la de Torre Tagle--, nos inde­pendizaron a la fuerza y convertimos a Bolívar en "dictador vitalicio" y proba­dor de mujeres, nos corrompimos por vocación. Leer a Alfonso Quiroz es un deber. También lo es leer a Emilio Ro­mero. Basadre, aunque tibio, es el autor del extenso obituario de este país fallido que habrá de celebrar el bicentenario de lo que pudo ser.

Si Cioran hablaba de un universo aquejado de inutilidad, este columnis­ta, modestamente, podría hablar de un país que resume la derrota de la teoría del progreso.

Miren a su alrededor. ¿Este caos es lo que nos propusimos ser? ¿Esta vulgaridad fue nuestro proyecto? ¿Esta abyección fue nuestro sueño? ¿Este olor a hediondez es lo que esperábamos?

Mientras el Tribunal Constitucional le concede a la señora Fujimori el dere­cho de seguir complotando, presencial­mente, en contra del proceso que por lavado de activos tiene abierto, se presenta el libro del hombre que se mató cuando todas las pistas conducían a sus bienes malhabidos y a sus cuentas de hollín en trance de viudez. Y se presenta como el testimonio de un cuasi mártir de la democracia y del abuso judicial. La suya será otra mentira fundacional. Vivimos de mentiras. Vivimos para mentirnos.

Decimos que tenemos ins­tituciones. Mentira. Las ins­tituciones no son abstrac­ciones y en el Perú gran parte de ellas han sido desquicia­das por haber sido secues­tradas por la delincuencia. Miren en qué acabó el Conse­jo Nacional de la Magistratu­ra. Pregúnten­le al "tribuno" Ramos en qué club de alter­ne celebrará la liberación de Keiko Fujimori y por qué esgrimió el argumento del cierre del Congreso para sostener su voto. Recuerden qué fue el "parla­mento" que Vizcarra tuvo que cerrar por razones respiratorias. Miren a los Cuellos Blancos y entérense qué puede ser la judicatura (a pesar de que el in­formante Uceda quiera limpiar al capo Hinostroza). No se hagan los locos: re­visen la lista de candidatos al Congreso de enero y díganme si de esos nombres puede salir la esperanza de un cambio.

¿Qué quiero decir? ¿Que estamos condenados? Sí, eso es precisamente lo que quiero decir.

Estamos condenados porque he­mos permitido que la plutocracia y sus trovadores mediáticos nos instalen en este sopor. A la plutocracia y a los pavos reales de su narrativa les interesa que el Perú siga siendo lo que es: un prefacio de país, un terral donde la barbarie se impone, un gran silencio.

La plutocracia y sus hechiceros in­sisten en que no debemos cambiar la Constitución-Candado impuesta por el corrupto fujimorismo. Le interesa a la plutocracia que "lo privado" sea beatifi­cado y que "lo público" se someta siem­pre a sus inquisidores. La plutocracia gobernante aspira a que el fujimorismo de 1992 dure mil años, como Hitler pre­tendió que durara su reino de terror.

Y ya es tiempo de parar esto.

Chile empieza a librarse de las ca­denas del pinochetismo. Honor a su gente. Honor a sus protestantes. Bienvenida la nueva república que en Santiago comienza a asomar. No necesitamos incendiar el país para empezar a cambiar. Bas­taría, por ahora, con no votar por la podre. La podre es el fu­jimorismo, la derecha siempre vencedora y cutrera, los empre­sarios del aceite. Sería un buen comienzo. Lo demás consistirá en jalar la cadena y ver que en ese remo­lino liberador se va nuestra debilidad, nuestro estoicismo, nuestra condición de hipnotizados. La libertad puede em­pezar en el váter.

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jueves, 4 de julio de 2019

"HILDEBRANDT EN SUS TRECE".


 “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” 
Revista semanal. Edición Nº 450. Viernes 21 de julio de 2019

Cuellos blancos de la cultura
César Hildebrandt

Un escritor plagia decenas artículos periodísticos y los envía a diferentes medios. Son buenas crónicas, comentarios audaces, prosas imaginativas, temas variados, intereses de actualidad. El escritor se llama Alfredo Bryce Echenique y es peruano.
Enfrentado a la evidencia indiscutible, el escritor lo niega todo y dice que todo se ha debido a un error de su secretaria, que ha confundido los archivos y ha enviado por correo los que no debió enviar.
Cuando alguien le recuerda que ni siquiera ha tenido secretaria en los tiempos del plagio sistemático, el escritor dice que se trata de una conspiración política, que los fujimoristas han creado una calumnia porque él siempre los ha retado.
Cuando alguien busca en los archivos los artículos que Bryce debió escribir en contra de Fujimori y su pandilla, los pronunciamientos altivos que el escritor lanzó en contra de la dictadura que todo lo pudrió, no encuentra nada. ¿Dónde los publicó? ¿En qué fechas? ¿Quiénes los leyeron? La respuesta es el silencio. La verdad es que el escritor jamás se distinguió por haber combatido a Fujimori.
Descubierto una vez más en sus mentiras, el escritor guardó un hermético silencio. Eso no fue suficiente. Lo cierto es que las publicaciones que recibían con placer y expectiva sus colaboraciones –ahora contaminadas de sospecha- dejaron de hacerlo.
La única salida para Bryce era admitir la verdad. Hubiera sido fácil perdonar a un escritor tan carismático que confesara, por ejemplo, que se apropió de textos ajenos porque jamás creyó en eso de la propiedad individual de la escritura, que la cultura universal es una masa donde las jurisdicciones son borrosas, las autorías son discutibles y los cotos personales son gestos de egoísmo pequeñoburgués. El crítico Julio Ortega salió a defender al escritor con una tesis radical que era una especie de manifiesto comunista en torno a la propiedad intelectual.
Hubiera sido fácil perdonar a un escritor de obras importantes y entrañables que nos dijera que lo que pasó fue una expresión de crisis y debilidad y que ante el ultimátum de las fechas de entrega y los compromisos tomó como suyos -aunque eso fuese a la larga imperdonable- textos que él mismo habría podido escribir, textos que resumían su pensar y su sentir, textos que habían anticipado lo que él habría escrito alguna vez. Digamos que la explicación habría sido mágica, pero el perdón habría sido inevitable. El perdón, la conmiseración y el reconstruido respeto. El humanísimo pecado, una vez admitido, pasa a los fueros de un olvido generoso.
Pero la historia fue otra. Ensimismado en su cinismo de falaz estirpe aristocrática, el escritor jamás pidió perdón, jamás dio explicaciones y atribuyó a la envidia de un sicariato fantasmal el expediente de sus plagios que, para entonces, había llegado a 36 casos absolutamente comprobados.
Entonces vino lo de la Feria del Libro de Guadalajara y el escándalo estalló. Los ciento cincuenta mil dólares del premio que sus amigos le habían concedido tuvieron que ser entregados en Lima, entre gallos y medianoche, después de la protesta moral de un grupo de escritores mexicanos.
Ahora resulta que el escritor pide permiso para retirarse. Y lo hace con un libro dictado, esta vez sí a la secretaria de un aventurero, que no lo honra, que nada tiene que ver con el brillo de sus novelas y la frescura de sus cuentos. Es una despedida patética que Bryce no merecía. Es el negocio colateral de alguien que vio en este adiós forzado una gran oportunidad de hacerse con un botín crepuscular.
El escritor, visiblemente cansado de ser expuesto como mercancía, da entrevistas en las que la única pregunta que está previamente vedada es aquella que habría sido inexorable en una sociedad que trata de infundir valores. El escritor confunde tiempos, inventa, como en el libro oral que acaba de ser lanzado, y vuelve a decir que fue un perseguido de la política, una víctima de algún complot.
¿Qué lección le damos a los jóvenes que intentan acercarse al mundo de la cultura en esta Lima que se cae a pedazos? Una muy sencilla, veterana, tan vieja como la república de pacotilla que intentamos fundar hace 200 años: en nuestro medio la impunidad es un privilegio de algunas castas, la amnistía social es una salida práctica a los problemas de nuestros “iguales”, la sinvergüencería es un modo de ser nacional. ¿Cuál es la diferencia entre la política, tan venida a menos, y las mafias culturales que deciden quiénes son intocables y quiénes réprobos? ¿De qué modo aquello de hablar a media voz y callar de modo estridente se ha hecho parte de nuestra identidad? En resumen, si el plagio literario te conduce al paraíso artificial de “El Comercio” y sus parásitos, ¿por qué resultan condenables los que, sin los pergaminos y la cultura de Bryce, esgrimen títulos inexistentes, diplomas imaginarios, certificados salidos de la fantasía? Si nuestros grandes hombres están más allá de la ley, ¿por qué los otros resultan examinados tan severamente? A ver si nos atrevemos a responder estas preguntas.
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martes, 2 de julio de 2019

BRYCE SIGUE MINTIENDO CON DESCARO


El pasado 18 de junio, bajo la firma de Manuel Morales, el diario "El País" publicó el artículo “Bryce Echenique se retira: No tengo pensado otro proyecto” en el cual se le pregunta “por el caso de los plagios de artículos de prensa, por el que fue condenado a pagar 42.000 euros en Perú, en 2009”, a los que el autor respondió: que recurrió y que la Fiscalía le absolvió “completamente”-  Fin del artículo.  
Es incomprensible que el periodista se haya limitado a copiar la respuesta sin haber comprobado si era cierta o no. Esta negligencia induce al lector a creer en la honestidad de Bryce cuando es bien sabido en el Perú que el 18 de julio de 2016 la Corte Suprema de ese país desestimó  su recurso.
Sobre este asunto véase el artículo “Alfredo Bryce, ya no podrás mentir” del prestigioso columnista peruano Fernando Vivas del también prestigioso periódico “El Comercio”, publicado el 26 de junio de este año 2019.


Este es el artículo de F. Vivas









miércoles, 22 de mayo de 2019

ESTOY LOCAMENTE ENAMORADO


Estoy enamorado, locamente enamorado, perdidamente enamorado. Nunca creí que se podía amar así. Por conseguir su amor estoy listo a realizar el acto más heroico o el más abyecto de los crímenes. Por ella me siento capaz de todo. Es que verla otra vez me ha desquiciado y más ahora que he estado tan cerca de ella. Esta vez no solo he podido sentir la serena respiración que exhala su cálido, atractivo y exótico aroma, también he escuchado, lo juro, los latidos de su corazón.  Creo que   he perdido la cabeza. 


¿Puedo contentarme con recordar su belleza con palabras? No, no puedo ¿Lo hizo Dante con Beatriz?  Dicen los eruditos que es imposible describir  una belleza así. Hay que contentarse con verla. Yo fui más lejos, me acerqué a ella y le susurré al oído el apasionado amor que le tengo  y  me entrega total, le dije: no te pido una vida entera, no, ni tú lo merecerías ni yo podría resistir tanta felicidad. Solo quiero pasar contigo una sola noche de amor, nada más. Ah…, que modo tan agradable sería dejar luego este mundo.  Nefertiti me respondió con delicadeza haciendo un leve movimiento con la comisura derecha de sus labios. Desde entonces no puedo dormir, esto no es vida. 


Herbert


Berlín. Neues Museo.

16 de octubre de 2006.


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lunes, 8 de abril de 2019

DIARIO 16. Herbert Morote, el hombre tranquilo





Herbert Morote (1935, Pimentel, Perú). Cursó sus estudios en el colegio La Salle de Lima y después en el Colegio Militar Leoncio Prado. Doctor de Ciencias Económicas y Comerciales de la Universidad de San Marcos, obtuvo el Postgrado en Administración de Negocios en la Universidad de Indiana, Estados Unidos. Escritor tardío, así es como se considera nuestro autor, Juan Mejía Baca, ex-director de la Biblioteca Nacional de Perú, quien escribió "Más vale llegar a ser escritor tardío que no llegar a serlo, quedándonos el consuelo de saber apreciar lo bueno, como considero tu primer trabajo". Fue catedrático fundador de la Universidad de Lima.

Como sucedió con muchos jóvenes ejecutivos, el desgraciado gobierno del general Velasco animó a Morote a buscar nuevos horizontes. En 1990 se instaló en Madrid, desarrollando sus primeros proyectos literarios en la Escuela de Letras, institución ya desaparecida, y coincidiendo  con autores como José María Guelbenzu, Juan José Millas, Constantino Bértolo, Juan Luis Conde y Alejandro Gándara. Fue director de la Revista Literaria 90 LAGARTOS, de la Escuela de Letras de Madrid-. En el apartado teatral trabajó y colaboró con  José Sanchís Sinisterra, Juan Mayorga y Yolanda Pallín. Actualmente sigue residiendo en Madrid.

Sin duda alguna, tu vida ha sido un ejemplo de esfuerzo y superación. ¿Cómo un hombre de negocio decide dejar atrás su vida anterior y decide dedicarse a la literatura?

-  No fue una decisión difícil ni rápida. Lo había decidido muy joven cuando por consejo de mi padre preferí terminar Economía en vez de Filología. Mi padre me hizo ver que primero tenía que ganarme un sustento económico y luego dedicarme a lo que quisiera, por ejemplo: escribir.

A finales de los años sesenta se produce el alzamiento del General Juan Francisco Velasco Alvarado, ¿Cómo viviste el Golpe de Estado?

-       Fue terrible pero no extraño,  Perú ha vivido casi todo el tiempo bajo dictaduras. La última con Fujimori hasta el año 2000. Es una pena, en nuestro país no hay cultura política,  por eso seguimos gobernados por corruptos e ineptos que no hacen sino seguir protegiendo un neoliberalismo que prefiere una economía extractivista  explotando nuestros recursos naturales sin mejorar la calidad de vida del pueblo en su mayor parte indígena.  El gobierno del general Velasco hizo que dejara el país en 1971

¿Cómo ha incidido esa experiencia en tu obra? 

-  Ver mi país de lejos, visitarlo y constatar que no mejora, que el indígena sigue explotado, que los modelos de la sociedad son los de EEUU, que los medios hayan logrado  que se hable de fútbol y de comida cuando ni ganamos en fútbol y la gran mayoría no tiene qué comer, da rabia, tristeza.

¿Reprochas algo al Régimen Dictatorial de esa época? ¿Te arrepientes de las decisiones que tomaste?

No solo reprocho la larga lista de dictadores que hemos tenido, también me irrita los presidentes que hemos elegido en la democracia. Todos los presidentes vivos están presos, fugados o con causas judiciales abiertas. Lo peor es que no veo solución, los intelectuales peruanos miran a otro lado. Las medicinas son una de las más caras del mundo, no hay seguridad pública, estamos entre los peores países en cuanto a educación según el informe Pisa.  Y el peruano aguanta y aguanta. Es un pueblo muy bueno.


Cultivas en novela el género negro y el histórico. ¿Crees que a la hora de accionar el disparador de tu máquina fotográfica, el fotógrafo debe estar ligado de alguna manera emocionalmente con la persona que vas a autorretratar?

- Es imposible no autoretratarse cuando uno escribe sobre su patria, ya sea novela o ensayo. Uno puede disimularlo pero siempre  se termina desnudándose, tomando partido. Mi causa es la denuncia, intento desenmascarar a los responsables, a esos que pasan de rositas por la vida evitando entrar en temas difíciles. Esos intelectuales  que no quieren ofender al poder económico porque de ellos viven y a ellos sirven.
                               

 
Tu proceso creativo parte de la novela y el ensayo. Pero, ¿qué impulso te lleva a acabar escribiendo obras de teatro?

Siempre quise escribir teatro, de hecho mi primer libro fue una obra de teatro que nunca pudo ser representada porque como teatro era realmente mala, sin embargo se publicó con éxito gracias al director de la Biblioteca Nacional del Perú que vio en ella un texto de ensayo. Luego en España me di cuenta que el teatro tiene claves, secretos, técnica, así que tomé cursos con grandes dramaturgos españoles: Juan Mayorga, Sanchís Sinesterra y Yolanda Pallín. A ellos les debo todo.

Has escritos ensayos, novelas, relatos, cuentos, cartas, sin embargo tu extensa carrera literario se ha desarrollado también en el teatro. ¿Qué te aporta el teatro que no  te conceden el resto de géneros literarios?

- La voz que persigo sale más clara y efectiva. Los temas son más variados y me dan descanso emocional.


Los Ayacuchos es una obra de teatro donde se representa de una forma medida y contenida la manipulación que sufrieron los indígenas peruanos, tanto por las fuerzas del Virrey, como por la de los llamados patriotas. ¿Crees que la Historia le debe algo a los pueblos autóctonos de las diferentes regiones?

-Buena pregunta¡ pero requeriría tiempo responderla, quizá en el conversatorio del próximo jueves podamos hacerlo. Según que país la reacción a la Conquista es diferente. En México ha quedado cierto rencor y malestar. En Perú tenemos enterrado a Pizarro en la  Catedral de Lima, primera capilla entrando por la izquierda. Nosotros somos descendientes de esos españoles, no de los españoles que se quedaron en casita.  Los indígenas quechua-hablantes siguen discriminados en Perú por los criollos y eso me irrita, desconsuela y hasta me violenta.

¿Quiénes deberían ser los responsables, si los hubiese, de reponer la dignidad y la memoria de esos pueblos?

-  Hay que confiar en el pueblo. Lo que hay que hacer es dar a esos indígenas las mismas oportunidades de desarrollo que a los criollos. Hay que darles la misma educación, salud publica y seguridad. Parece que nadie se da cuenta que la discriminación se inicia con  el presupuesto del país.  Las compañía mineras y las empresas que exportan productos agrícolas son las que más ganan en Perú, y las que peor pagan. Los pueblos que producen la riqueza del país son los más pobres e incultos. Y no tengo que ser comunista, que no soy, para decir esto.


¿Sobre qué pilares fundamentales se sustentan los personajes de tus obras teatrales?

- Son variados los temas que trato, quizá el punto en común es que son buenas personas que enfrenta situaciones difíciles que a todos nos pueden pasar.


¿Pueden ser tus personajes, llegado el caso, de representar tu alter ego?

-  Sin duda, es imposible despegarse de sus personajes, uno los siente y sufre con ellos, aun con los malos

¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?

- Estoy metido en un proyecto muy largo. Deseo contar la independencia del Perú desde distintos puntos de vista. Uno de ellos el de los españoles que lucharon en Ayacucho (1824) y que se sintieron abandonados por el gobierno español de Fernando VII. Otro, los patriotas criollos. Otro, los indígenas que eran reclutados a la fuerza y luchaban por ambos bandos. Creo que la historia de la independencia de América está mal contada, tiene mucho de heroísmo y poco de análisis

…………..

Escritor, novelista, ensayista y dramaturgo, Herbert Morote es un autor de raza, de los que empuñan una pluma para salvarse a sí mismo, para no desfallecer, para mostrarnos todos aquellas deidades que le atormentan y que, en un acto de catarsis, plasma en sus obras buscando lectores que le leen o que le oigan.  Herbert Morote es una autor honesto cuya máxima personal es no traicionar sus principios y sus valores, pase lo que pase, escriba lo que escriba.

El próximo jueves  día 4 de abril, a las 20:00 horas, es una buena ocasión para hablar y charlar con nuestro autor, en el Teatro Monterrey de El Paso, en  un encuentro literario sobre su obra, donde estará acompañado por el crítico literario Jorge Rodríguez Padrón, que presentará  la obra del escritor invitado, y junto con el dramaturgo Antonio Tabares, quien entablará una conversación en torno a su escritura teatral. Tendremos la ocasión de hablar de tú a tú, con uno de los dramaturgos peruanos más incisivo del panorama iberoamericano.

                                                                                                           Guillermo de Jorge



domingo, 17 de marzo de 2019


Ing. Enrique Moya Bendezú. (Q.E.P.D.) JAUCCALLA




A fin de año recibí un correo de mi  antiguo y sabio amigo que decía lo siguiente:
Querido Herbert: En los campesinos quechuas de Ayacucho hay un término para desearse bienestar al despedirse y al retirarse SE DICE JAUCCALLA que QUIERE DECIR VIVE TRANQUILO VIVE  EN ARMONIA CON TODO. Ese término lo quiero usar para desearte tranquilidad y armonía y en extensión de salud el año que viene.  
No sé qué pasará en el Perú y en Ayacucho,  seguirá la mediocridad  porque quienes han asumido los cargos públicos  no tienen el liderazgo  que se requiere para cambiar la gestión Publica y motivar a la sociedad ni  tienen ninguna propuesta  de gestión política seria, vienen de movimientos voluntariosos; y en algunos casos  son inversiones  en política para cobrar en obras.
La única posibilidad es la acción  de incidencia que realiza el Patronato Piquimachay  que preside Carlos Añaños
Bueno Herbert un abrazo y  mis mejores deseos por tu bienestar 
Enrique Moya  

Mi gran y antiguo amigo Enrique Moya Bendezú falleció sorpresivamente el pasado 14 de marzo dejando una gran pérdida para su familia, amigos, y en especial para Ayacucho.  Ingeniero Agrónomo graduado en La Molina dedicó su vida  a diferentes proyectos relacionados con la crianza y comercialización de auquénidos y tubérculos. Su labor docente lo llevó a ocupar el rectorado de la prestigiosa Universidad San Cristóbal de Huamanga donde dejó su huella en la educación superior de la región.  Su simpatía por una democracia cristiana y social lo tentó varias veces a entrar en la política sin que ello le distrajera de su causa principal: el desarrollo de Ayacucho. Fue así que en sus últimos años fue asesor del Patronato Piquimachay que preside Carlos Añaños y que se estableció para ayudar al fomento y desarrollo de Ayacucho.
La amistad  con Enrique se inició en el Colegio Militar Leoncio Prado (1950-1952) y  se mantuvo y acrecentó con mi dedicación al mantenimiento de la memoria histórica de lo ocurrido en los años trágicos de la violencia en nuestro país. En nuestra biblioteca virtual https://www.verdadyreconciliacionperu.com/  se puede leer su libro “DE HUAMANGA, en los años sesenta y setenta”, publicado por la UNSCH, que contiene veinticinco deliciosas crónicas de la Huamanga de esos años.
Te echaré de menos querido Enrique, pero sé que ahora estás tranquilo y en armonía con todo. Jauccalla.
Un abrazo muy fuerte.
Herbert