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Sinceramente, hubiera preferido escribir por qué debemos votar por Humala. Me hubiese gustado decir que Humala representa una izquierda moderna y progresista, como fue la de Ignacio Lula en Brasil o la de Michelle Bachelet en Chile; y que, efectivamente, la derecha le debía tener temor, pero también la trasnochada criolla extrema izquierda que está más cerca del estalinismo que de las ideas sociales modernas que se practica en países como los escandinavos y otros en Europa. Mucho hubiera querido decir a favor de Humala, por ejemplo que tenía el don de comunicarse con los pobres y con los habitantes de nuestra hermosa pero abandonada serranía. Desgraciadamente no es así, sus paisanos le temen, por algo será, quizá por su pasado militar en el que violó los derechos humanos de pueblos indígenas en Huánuco, según acusación todavía no dilucidada. Pero lo que más hubiera querido decir de Humala era que tenía convicciones firmes, que respetaba los derechos humanos, que era solidario con las víctimas de genocidio de los años 1980 – 2000. *
Desgraciadamente, después de su reciente visita al Cardenal Cipriani en busca de apoyo electoral, todas mis palabras se han congelado. Y no es porque Humala quiera congraciarse con la Iglesia. “París bien vale una misa” dijo el protestante Enrique IV antes de convertirse al catolicismo. En eso quizá habría pensado Humala, sí, ¿pero la misa dada por quién? ¿Por Cipriani ese miembro de la secta Opus Dei nombrado cardenal gracias al apoyo de Fujimori? ¿Aquel que dijo que los derechos humanos son una cojudez, aquel que cuando fue obispo de Ayacucho no aceptaba denuncias contra las fuerzas armadas, aquél retrógrado que defiende los abusos del poder político y económico? Por favor, ¡con ese ni a misa! Otra cosa hubiese sido si Humala hubiese ido a buscar el apoyo de Monseñor Bambarén, el defensor de los pobres, o del cura Gustavo Gutiérrez de la Teología de la Liberación. No, Humala prefirió unirse al carro del catolicismo más reaccionario y perjudicial para el Perú: el Opus Dei. No, eso no lo puedo aceptar. Humala ha arrojado a la basura la posibilidad de una izquierda progresista y moderna. *
Y pensándolo bien, tampoco me gustó su acercamiento a Chávez, ese matón, bravucón y deslenguado que ha hecho de Venezuela un fundo propio, que ha estatizado áreas que corresponden a la esfera privada, como la banca, y descuidado áreas que corresponden al estado, como la seguridad ciudadana, la educación superior, y la salud. *
Permítanme intercalar dos palabras sobre el socialismo. Este término ha sido demonizado por los medios de comunicación, verdaderos guardianes del poder depredador financiero. Nos han hecho creer que socialismo es comunismo, estatismo, radicalismo de izquierda. Bueno y nos lo hemos creído sin rechistar y así, cuando se menciona socialismo, por lo menos hay que hacerse la señal de la cruz. Claro que eso no es socialismo, eso es un éxito de la perversión mediática, interesada y ruin, manejada por capitalistas extranjeros y nacionales, que desean mangonear el país sin ningún reparo o control. Socialismo es un concepto político que cree que las decisiones políticas deben tener como objetivo la mejora de la sociedad y no solo los intereses privados. La idea de un socialismo moderno y demócrata, como el europeo, da la bienvenida al capital para que se encargue de sectores productivos, reservándose el Estado los sectores que dan servicio al público, como pensiones, salud, seguridad pública, transporte, educación. Disculpen este imposible resumen, pero prometo hablar sobre esto en otra oportunidad. *
Regresemos mejor a Humala. Creo que Humala ha traicionado a los simpatizantes de una izquierda pensante y moderna. Su ambición para ser presidente es tal que se puede acostar con el mismo diablo o con el cardenal del Opus Dei, da igual. Me hubiera gustado votar por Humala, lo siento pero no puedo ni debo, lleva la traición de Caín marcada en la frente. HM