A comienzos de 2007
tanto el director de teatro Jorge Eines como el productor teatral Jesús
Cimarro buscaban un actor con suficiente experiencia, capacidad y prestigio
para hacer el papel principal de EL GUÍA DEL HERMITAGE. En eso se enteraron de
que Federico Luppi, agobiado por la situación de su amada Argentina, vino a
residir en Madrid. Él era el mejor candidato posible. El primer contacto lo
estableció Eines, que también es argentino, sin encontrar mucho entusiasmo por parte de Federico. Algo
pasaba por su mente que no podíamos apreciar. Cimarro entra en acción
recibiendo también explicaciones no muy claras. Fue así como decidieron que yo
entrase en acción y organizamos una cena informal en casa. La simpatía fue
inmediata, hablamos sobretodo de los desastrosos gobiernos de Argentina y Perú
mientras saboreábamos una sopa de bacalao con papas que descubrí era su plato
favorito. Varias cenas más con jugosas tertulias nos hicieron sentir como si nos
hubiéramos conocido toda la vida.
La objeción de Luppi no estaba relacionada con la obra sino
con una cierta renuencia a hacer teatro luego de 10 años dedicados solo al
cine. El teatro, además de talento, requiere fortaleza física y entrega emocional
diaria,. Federico sabía muy bien lo que eso significaba. El programa que
ofrecía Cimarro era muy exigente: gira
de octubre a junio donde visitarían 60 ciudades del país. Luppi tenía 71 años, con cierto problemas
bucales y en las manos. Además venía de casarse con una maravillosa joven, Susana
Hornos, unos treinta y tantos años menor que él.
Otras comidas y otras tertulias. Finalmente Federico venció a sus temores y
aceptó. Ya se conoce el resultado: la gira fue un rotundo éxito gracias a que
Federico cumplió con responsabilidad y entrega en cada una de las funciones, no
importaba si era el Teatro Bellas Artes de Madrid o el Auditorio de Cieza. La
obra la vieron 57,000 personas y pudieron ser más ya que otras ciudades pidieron
extender la gira un año más, pero Luppi se había comprometido con antelación con
una productora de cine.
Sin llegar del todo a desaparecer, con el paso de los años y
su regreso a Argentina, se fue evaporando nuestro contacto, pero no mi
recuerdo.
Durante el tiempo que vivió en España mi amistad con
Federico fue entrañable. Descubrí que tras ese hombrón de porte serio y seño adusto
se escondía un niño tierno con temores infantiles.
Más que un magnífico actor, Federico era una muy buena
persona.
Hasta pronto Che.
Herbert
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