En la foto: Rodrigo Ruggiero como Eugenio; Herbert Morote, autor; Concha Velasco como Olivia; José Carlos Plaza director.
Noche de estreno en Madrid, 11 de noviembre de 2014
miércoles, 12 de noviembre de 2014
martes, 11 de noviembre de 2014
CARTA A UNA MUJER QUE TUIVO RAZONES PARA NO AMARME (Coda)
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Unas palabras
más sobre Rodrigo Saldarriaga. Ayer, en mi respuesta al correo que me envió Cristina
Toro, le dije esto:
“hace algún tiempo Rodrigo
me envió un correo contándome que no se sentía muy bien, sin embargo en ese
correo también me contaba sus aspiraciones políticas, ¡linda contradicción de
un artista!”.
Efectivamente, Rodrigo fue
diagnosticado de cáncer linfático y aún así se presentó a las elecciones por el
Polo Democrático Alternativo, siendo elegido representante del parlamento de
Colombia el 9 de marzo de 2014.
Ante el agravamiento de su
enfermedad quiso que solo le medicaran whisky y tabaco. Murió en paz.
Una escena de El guía del Hermitage. Rodrigo a la izquierda
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lunes, 10 de noviembre de 2014
CARTA A UNA MUJER QUE TUVO RAZONES PARA NO AMARME
Hoy lunes 10 de noviembre de 2014 he recibido un correo de Cristina Toro
comunicándome el fallecimiento de Rodrigo Saldarriaga, mi gran amigo
colombiano, actor, escritor y productor de teatro en Medellín. Cristina fue la
destinataria de la carta de Rodrigo que
me atreví a publicar hace dos años. Ahora esa misma Cristina me escribe lo
siguiente: Aún cuando mi relación con
Rodrigo terminó desde noviembre de 2010, siempre estará en mis afectos y en la
memoria del Águila Descalza, el grupo teatral al cual pertenezco. Como su deseo
fue que sus cenizas se depositaran al lado de un árbol de guayacán, (una
especie muy bella que se llena de flores amarillas varias veces al año), dedicaremos
un nuevo espacio en nuestra sede teatral donde se pueden observar dos grandes
guayacanes. Es una manera simbólica de dejar constancia de su paso por nuestras
vidas como artistas y por la ciudad como constructor de espacios para los sueños”.
………………..
(HM.Como modesto
homenaje a Rodrigo reproduzco con lágrimas en los ojos el artículo que publiqué en enero de 2012)
“CARTA A UNA MUJER
QUE TUVO RAZONES PARA NO AMARME”
Rodrigo Saldarriaga es uno de esos talentosos y
valientes hombres que viven con una honestidad que linda en el extremo de la
locura o de la sabiduría. ¿Hay alguna diferencia? Actor, director y dueño del
Pequeño Teatro de Medellín ha sobrevivido
impávido las décadas más violentas y mortíferas del narcotráfico colombiano.
Ahora se enfrenta rutinariamente a la violencia política que paga a jóvenes
sicarios para que acabar con la vida de aquel que cree que los mira mal.
Hacer teatro mientras las bombas sacudían diariamente
la ciudad fue para él una fuga y a la vez una reafirmación de que el arte es
fuente de esperanza. Su Pequeño Teatro no solo sobrevivió los aciagos años sino
que creció, ahora tiene capacidad para unas 500 personas, aunque Rodrigo lo
sigue llamando pequeño. Pero hay algo más que hace de ese teatro un ejemplo,
los espectadores entran gratis, no hay tickets, y si les gusta la obra pueden
dejar lo que crean conveniente a la salida.
Conocí a Rodrigo con motivo de la temporada que hizo
de –El guía del Hermitage– también a la mujer que en ese tiempo compartía su
vida y fatigas. Por eso, y por el cariño y respeto que tengo a ese gran hombre,
me permito compartir sin comentarios la carta que Rodrigo le escribió ahora que
están separados.
“Carta
a una mujer que tuvo razones para no amarme”
“La
vida es efímera e irrepetible y estamos aquí para vivirla en la velocidad del
tiempo y en la intensidad del alma hasta el límite de la materia, no quiero
traicionar mi convicción negándome el derecho a la plenitud de las emociones.
He vivido para saciar la vida, para complacerme en el goce hedonista de los
sentidos y en el placer de la satisfacción de cumplir la promesa de la
felicidad.
Ahora que transito los sesenta y me amenaza el cuerpo con el último evento y ahora que no he podido estallar el amor de la mujer que quise, espero conservar los vicios de vivir y en paz conmigo mismo seguir urdiendo los hilos de los sueños de Próspero sin perder la alegría y sin engañar la esperanza de la felicidad.
He tratado de llevar siempre la libertad como mi enseña, no he hecho nada ni he dejado de hacer nada que no me dictará mi corazón: cuando amé – y he amado mucho- lo hice sin prejuicios, dejándome arrastrar por las razones y sinrazones de los sentimientos: a nadie vi más bella ni más brillante que a la mujer a la que amé. No consulté con nadie mi derecho al amor ni oí las consejas a mí alrededor. Y espero que el tiempo me asigne turnos para desafiar de nuevo la razón.
Ahora que transito los sesenta y me amenaza el cuerpo con el último evento y ahora que no he podido estallar el amor de la mujer que quise, espero conservar los vicios de vivir y en paz conmigo mismo seguir urdiendo los hilos de los sueños de Próspero sin perder la alegría y sin engañar la esperanza de la felicidad.
He tratado de llevar siempre la libertad como mi enseña, no he hecho nada ni he dejado de hacer nada que no me dictará mi corazón: cuando amé – y he amado mucho- lo hice sin prejuicios, dejándome arrastrar por las razones y sinrazones de los sentimientos: a nadie vi más bella ni más brillante que a la mujer a la que amé. No consulté con nadie mi derecho al amor ni oí las consejas a mí alrededor. Y espero que el tiempo me asigne turnos para desafiar de nuevo la razón.
Cuando
me falló la fe encontré en el ateísmo la más clara libertad para definir mi
ética y mi moral: he vivido sin dios para poder ser, para poderme hacer íntegro
sin rendirle cuentas a nadie y sin recompensa o castigo por mis actos. He sido
mi propio juez y yo mismo me he infringido los castigos por mis errores y mis
faltas.
Cuando
la sociedad me develó la injusticia encontré en el Manifiesto la bandera roja
de la libertad y el odio por el estado y me afilié a mi partido y 43 años
después sigo creyendo que el comunismo es la más grande de las invenciones
humanas y que llegará el día en que los sueños de libertad social se hagan
realidad para pagar los sufrimientos de todas las clases que han padecido
opresión en la historia de la humanidad.
Cuando
descubrí el teatro, encontré una razón para gastarme el tiempo, no la hubiera
encontrado nunca ni en la arquitectura ni en otra profesión. El arte del teatro
me ha permitido ejercer un oficio sin patrones y sin límites, me ha dejado
ejercer la absoluta libertad de decir lo que he querido en el momento en que lo
he querido y me ha entregado al fin del tiempo la esperanza renovada en el
arte.
Moriré
de un puñetazo de mi libertad siendo sibarita, hedonista, amante, ateo,
comunista y haciendo teatro.
Rodrigo
Saldarriaga
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jueves, 6 de noviembre de 2014
domingo, 2 de noviembre de 2014
LA OSCURA FORTUNA DEL CARDENAL CIPRIANI
Sobre Cipriani
digo en mi libro –TODOS CONTRA LA VERDAD–: “…
su declaración de que los derechos humanos son una cojudez no tiene tanta
importancia, tampoco que respaldara el indulto que dio Fujimori al grupo
Colina, o que en su despacho en Ayacucho hubiera un letrero que decía “aquí no
se aceptan reclamos sobre derechos humanos”, o su empeño por menospreciar y
acosar el trabajo de los jesuitas durante el “conflicto armado” incluyendo el
llamar “terrorista” a un jesuita por enseñar en la Universidad Nacional San
Cristóbal de Huamanga. Ni siquiera me parece importante que se haya opuesto a
la creación del Museo de la Memoria, o que pidiese el indulto de su protector
Fujimori. No, nada de las estupideces que hizo o dijo me parecen tan miserables
como el haber callado, protegido y encubierto los miles de asesinatos, torturas
y violaciones cometidos en sus narices y de las que seguramente estaba enterado
como lo estaba todo el pueblo de Ayacucho. Eso sí le condena a una paila del
infierno que Dante reservó a los malos sacerdotes. Callar crímenes es muchísimo
peor que insultar.”
Cuando escribí
ese libro desconocía otra faceta más venal de este cardenal fujimorista. La
revista Caretas de esta semana comenta el libro de la respetada periodista
italiana María Antonieta Calabró que incluye al cardenal Cipriani en la lista
de depositarios, muchos de ellos mafiosos, que tenía el oscuro Banco del
Vaticano (IOR) actualmente bajo investigación ordenada por el Papa Francisco.
Pues bien, la
nueva dirección del IOR pidió a sus clientes que aclarasen el origen de sus
fondos. ¿Y qué hizo Cipriani? Pues lo que ustedes se imaginan: ¡Retiró sus
depósitos!
No dice el
informe a dónde se los llevó. ¿Los habrá traído al Perú? ¿O se los habrá
llevado a un paraíso fiscal, a la isla Gran Caimán por ejemplo?
Hay más
preguntas que saltan inmediatamente:
· Cuál es el origen de esa suma sin duda
millonaria, porque si fueran pocos soles no se hubiera dado el trabajo de
sacarla del país.
· ¿Se los habría dado Montesinos o Fujimori?
· ¿Habrá declarado esos depósitos y sus
correspondientes intereses a la Sunat?
Creo que es un
deber del Estado ordenar una inmediata investigación de la fortuna de este
cardenal corrupto y cómplice del genocidio cometido por las FFAA en Ayacucho.
También la
sociedad debería exigir transparencia a este deslenguado cardenal enemigo de los derechos humanos y adorador del
becerro de oro. Uff…
Herbert Morote
23 de octubre de
2014
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Cardenal Cipriani
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