1
Que quede claro desde el comienzo: condeno
sin cortapisas ni bemoles el asesinato de doce personas en el ataque a la
revista Charlie Hebdo cometido por unos pobres desquiciados yihadistas franceses abatidos luego por la
policía de ese país. Lamento la muerte de todos ellos, los asesinados y sus
asesinos, y me uno al dolor terrible que deben estar pasando sus familiares y
amigos. La violencia no tiene ninguna disculpa. No se puede matar en nombre de
nadie, menos en nombre de un dios o de sus profetas. Yo no estoy de acuerdo con
la línea periodística de Charlie Hebdo, no soy Charlie, pero me indigna que
asesinen a sus periodistas, ya lo dijo Voltaire: “no comparto tu opinión pero daría mi vida por defender tu derecho a
expresarla”. No se puede regresar a la época medioeval donde los cristianos
justificaban sus genocidios internos por motivos tan pueriles como si las
bendiciones de los sacerdotes debían darlas con dos o tres dedos. Tampoco
podemos regresar al tiempo de las cruzadas ni los pogromos. Ha costado mucho llegar al incipiente estado
donde estamos en términos de derechos humanos a pesar de que estos son
pisoteados diariamente por naciones que dicen ser sus mayores defensores. Acabo: no hay injuria lo suficientemente
grande que justifique quitar la vida a alguien.
2
Aclarada mi posición frente al asesinato
de los periodistas, tengo que decir que mi pena no llega al extremo de repetir
como loro lo que dicen periódicos, políticos, intelectuales, artistas, deportistas
y público en general. No puedo decir “yo soy Charlie”. Me dirán que Charlie
significa “yo defiendo la libertad de expresión”, pues bien que lo digan así “yo defiendo la
libertad de expresión” y lo repetiría sin cesar. Pero no puedo decir “soy Charlie”
porque es una revista de viñetas nauseabunda que hace negocio burlándose de
manera asquerosa de valores que otros consideran sagrados. Yo no soy Charlie, no puedo ser
Charlie. Charlie es todo lo contrario a lo que yo aspiro a ser: un intelectual
que respeta las ideas de otros aunque no las comparta, más aún: ideas que
combate. Hago mía la frase del mexicano Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Respetar no quiere decir
compartir. Charlie cree que burlarse de lo más sagrado para otros es libertad
de expresión. Pues sí, estrictamente lo es, lo cree Charlie, pero yo no
comparto a ciegas esa opinión, yo no puedo dibujar groserías sobre la Virgen María, Mahoma,
Buda, Brahma. Yo no puedo hacer burla del Holocausto ni de lo sucedido en Gaza.
Yo no puedo regocijar a la audiencia dibujando cochinadas sobre papas, rabinos,
ni imanes. Yo no soy Charlie. Es más,
Charlie es lo que yo no quiero ser.
3
Entiendo el revuelo mundial que han
causado los horribles crímenes cometidos en París. Me uno a la protesta contra
la libertad de expresión. Si viviese en París hubiera ido el domingo pasado a
la manifestación de protesta contra el atentado. Hubiera querido mostrar mi
condolencia al pueblo francés, cuna de los Derechos Humanos. Hubiera querido
estar allí, junto a cientos de miles de personas adoloridas por lo
acontecimientos. Sí, hubiera ido aún sabiendo que esa manifestación la
encabezaban políticos que no respetan la libertad de expresión en sus propios
país ni los derechos humanos en el mundo. Hubiera ido con la esperanza de que
el pueblo despierte de su letargo y cuestione el amordazamiento, a veces
sofisticado y a veces descarado de la libertad de expresión. El amordazamiento
sofisticado es saber que los medios de comunicación son simplemente “guardianes
del poder” en países que se creen
democráticos, como bien lo analiza el
libro que lleva ese título*. Entiendo que denuncias como estas no
despierten el estupor ni la indignación de la gente, y menos de los
intelectuales que están comprometidos
con el poder económico. Pero lo que sí es hipócrita y descarado es que en esa
primera línea de manifestantes, políticos e intelectuales, no hubiese alguien que
haya convocado mítines para condenar, por ejemplo, cuando Israel bombardeó en varias ocasiones
televisiones palestinas y metiese en la cárcel a decenas de periodistas. Y
hablando de Israel, no he visto manifestaciones de apoyo en ninguna parte, por
ejemplo, cuando el historiador israelita, Ilan Pappe fuese hostilizado en Tel Aviv
por sacar a la luz la limpieza étnica de palestinos y obligado a refugiarse en
una universidad del Reino Unido*. Tampoco
hubo multitudinarias protestas cuando Norman G. Filkenstein, catedrático
estadounidense de origen judío, fuese obligado a dejar de enseñar en De Paul
University de Chicago a causa de su libro “La industria del Holocausto”. ¿Es
esa la manera que entendemos la libertad de expresión en el mundo occidental? ¿Dónde están esos intelectuales que se rasgan
ahora sus vestiduras y dicen interesadamente “yo soy Charlie” cuando a diario
se conocen atropellos a la libertad de prensa en el mundo?
Si esto pasa en Europa y Estados Unidos,
imagínense lo que sucede en otras partes, por ejemplo en México se asesina
frecuentemente a periodistas que se atreven a denunciar la connivencia de políticos
con el narcotráfico o el enriquecimiento ilícito de las autoridades. No son una
docena de periodistas muertos como en Charlie Hebdo sino centenas de profesionales asesinados. ¿Y en el Perú? Alguien
en el mundo sale a protestar porque el 76% de los medios de comunicación están
en manos de una poderosa familia que viene adormeciendo al pueblo desde hace
más de un siglo, y expulsa de su redacción a periodistas que intentan decir la
verdad. ¿Puede haber libertad de expresión cuando no hay manera de expresarse?
Acabemos con la hipocresía, “yo no soy
Charlie Hebdo” y no digo más porque para mí es mucho por hoy.
Herbert
13 de enero de 2015