Hidebrandt en sus Trece (lima), no. 562, viernes 22 de octubre, 2021
Con su histeria grafómana, sus simios en ristre, sus maldiciones de gitana, la derecha ha señalado el blanco. Ese blanco es la Constitución fujimorista de 1993. Ese es el blanco que hay que abatir.
Necesitamos una nueva Constitución porque, precisamente, la derecha la ha convertido en santo grial. ¿Qué tiene de sacro e inmutable un texto hecho en plena dictadura bajo el esquema thatcheriano de que sólo lo privado es bueno y que el Estado es un obstáculo para el emprendedurismo, la libertad y la plenitud de la democracia?
Con la Constitución de 1993 se hizo un himno al sálvese quien pueda y el concepto republicano de la igualdad ante la ley quedó en suspenso. El egoísmo se convirtió en norma, la educación en negocio tramposo, la salud en opción inalcanzable para los más pobres.
Boloña inventó las AFP y de inmediato se hizo accionista de una de ellas. Aeroperú se vendió a una mafia mexicana para que LAN comprara los cielos del Perú a precio de protectorado.
Fue Milton Friedman cruzado con Tatán. Era Hobbes leído por Daniel Espichán. Era el reaganismo interpretado por Martha Chávez. Era Pinochet instalado, como Lynch 110 años antes, en el corazón de la política peruana. La derecha nativa amaba a Pinochet. Por eso se casó con Fujimori. Por las mismas razones, hoy es viuda gemebunda del patriarca y amante escarmentada de Keiko, su heredera.
¿Recuerdan el Congreso Constituyente Democrático? Le decían el CCD y allí estaban el PPC (de Cementos Lima y Lourdes Flores) y la amplia mayoría del golpismo cachaco de 1992: Cambio 90 y Nueva Mayoría. También estuvieron el partido de Rafael Rey, la angurrienta sigla de Femando Olivera, y algunas izquierdas ínfimas como los frenatracos, el CODE, el FREPAP y el SODE. Toda la oposición sumaba 37 votos. El fujimorismo, con sus fuerzas auténticas y las que se auparon en el camino, 43. No había nada que discutir: el provecto de Fuiimori de refundar un país dodnde la idea de la comunidad de intereses debía ser abolida, se cumpliría escrupulosamente. La derecha encontró en el golpista de 1992 al hombre que andaba buscando desde el asesinato de Sánchez Cerro.
¿Quién presidió el CCD? Nadie menos que Jaime Yoshiyama, el que inventaría la doble contabilidad y el lavado con Ña Pancha de los dineros embarrados que recibiría la organización durante el imperio de Keiko.
¿Quiénes estuvieron a la cabeza de la Comisión de Constitución del CCD? El primero fue Carlos Torres y Torres Lara, el “jurista” siempre adhoc que pariría, cinco años después, la teoría de ‘la interpretación auténtica” del artículo 112 de su propia Constitución, maniobra gansteril que le permitió a Fujimori la segunda e ilegítima reelección. El segundo fue Enrique Chirinos Soto, el parlamentario de “Libertad” que propuso vetar a Fujimori por su verdadera nacionalidad (él sabía que era japonés) y que terminó de ujier oral del fujimorismo y de sicario del derecho para tumbarse a los tres dignísimos miembros del Tribunal Constitucional que se opusieron a la “interpretación auténtica”.
¿Quién fue el segundo vicepresidente del CCD? Rafael Rey, una de las voces de Willax, la Fox de los barracones. ¿Y el tercer vicepresidente? Víctor Joy Way, de cuyos tractores chinos tenemos tan metálico recuerdo.
Y jamás olvidemos que el CCD surgió después de que el Perú fuera un apestado en el escenario continental. En esa condición nos había dejado el golpe del 5 de abril de 1992, un zarpazo que la derecha aplaudió a rabiar y que buena parte de los peruanos, para vergüenza crónica de nuestra memoria, también avaló.
De esa polvareda de democracia en ruinas, primeros indicios de corrupción, empoderamiento visible de Vladimiro Montesinos y su banda de forajidos con charreteras, salió la Constitución de 1993. Y a pesar de la prensa reconcentrada y dominante, a pesar de la televisión que machacaba lo buena que era y lo terrible que sería rechazarla, a pesar de tanta vendimia a la espera de una recompensa, a pesar de la propaganda aplastante, a la hora de su aprobación el 47,76 % de los peruanos le dijo a esa constitución creada por el fujimorismo que se fuera al demonio, que no la aprobaba, que no la sentía suya. Dicen que cuando Fujimori se enteró del resultado final, se largó del salón donde estaba y tiró un portazo que hizo temblar goznes y piernas. ¡Habían sido apenas 333,265 votos de diferencia!
Y esa es la Constitución que el fujimorismo y sus descendencias quieren presentar como salida de una zarza ardiendo. Ahora resulta que Moisés Fujimori recibió la gracia de un encargo pétreo e inamovible por los siglos de los siglos. Como si la pandemia no nos hubiese mostrado crudamente la miseria de salud pública que tenemos y la desigualdad intrínseca que hemos creado siguiendo a pie juntillas “el modelo constitucional”.
El mensaje está claro: podremos perder las elecciones, pero no nos podrán cambiar la Constitución. En resumen, no interesa quién esté en Palacio: lo que importa es que el Gran Contrato, la Constitución de 1993» no se cambia. Esa es la garantía que consideramos no negociable. Y si insistes, vamos a la guerra civil, al atoro de la ingobernabilidad, al periodicazo que te noquea cada 24 horas, a la encuesta que te escuelea, al dólar que zumba, a la calificadora que rezonga, a los transportistas que te pararán la sangre, al vargasllosismo de ecos ibéricos. Es decir, vamos con todo, cholo alzado, guanaco sin Harvard, igualado.
Soy un liberal más bien tibio en muchas cosas. Jamás creí en el comunismo y me siento apenas un socialdemócrata arrinconado por las dudas. Pero ahora veo este espectáculo del civilismo salido del sarcófago, del urrismo llegado de los años 30 del siglo pasado, de los señores Larco y los señoritos Aspíllaga, y digo, a lo Romualdo: no puede ser verdad, pero hay testigos. Y añado modestamente: ahora, más que nunca, hay que cambiar la Constitución que perpetró el fujimorismo. Habrá que hacerlo sin Bermejo y sin Cerrón, sin alaridos ni amenazas bolivarianas, sin ahuyentar capitales ni crear pánico, sin Bellido y sin fomentar la inflación o el resentimiento social, pero habrá que hacerlo. Es casi un deber sanitario. Será librarnos de la tutela “principista” impuesta por una banda que saqueó el país y pudrió todo lo que rozó. No quiero la anarquía de un socialismo que juegue con el déficit fiscal y nos lleve a la ruina, pero también me resulta difícil soportar este clima de terror intelectual impuesto por una derecha que castiga la sola propuesta de cambiar algunas cosas. Es como si un hipnotizador malicioso no quisiera despertar a su víctima.
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sábado, 23 de octubre de 2021
HACIA UNA NUEVA CONSTITUCIÓN, POR CÉSAR HILDEBRANDT
viernes, 23 de julio de 2021
BÁLSAMO PARA ESTOS DÍAS: "LOS ESCOMBROS NO MIENTEN"
Creo no haber visto nunca tanta crispación emocional en Perú. Parece que todo es conflicto, protestas, insultos, descalificaciones. La crisis política aunada a la pandemia y a la crisis económica concentra toda la conversación o promueve tristes silencios para no romper con lazos familiares, de amistad o de trabajo. Basta ver los encabezados de los periódicos, los programas de la TV, y no se diga los mensajes por las redes sociales, para darse cuenta del profundo malestar social que está inundando y acaparando nuestro vivir a tal punto que pareciera que no hay otra cosa en qué pensar. Por esta razón es loable la apuesta que hace Ediciones El Virrey publicando este mes el libro LOS ESCOMBROS NO MIENTEN escrito por Diego Vargas.
Leer la “ópera prima” de Diego Vargas es un bálsamo confortante que nos hace ver que detrás de todo siguen existiendo nuestros recuerdos, nuestros valores, nuestras observaciones. Siguen existiendo principios forjados sobre los escombros de nuestros recuerdos.
El libro de Diego es felizmente difícil de catalogar y ello lo hace único y atractivo. No es poesía aunque es poético. No son relatos propiamente dichos ni cuentos, tampoco son reflexiones de cocina. Su intento, dice el autor, es responder a la pregunta de ¿Qué hacemos con los pedazos de nuestras penas y alegrías? ¿Con el cascote de lo que fuimos y seremos? Intentamos deshacernos de ellos, pero siempre est disminuida res. Aquel amanecer, mi respiraci unos cuantos pgunta qu, nuestras observaciones. Sigue existiendo nuestros principián.
Son pocas páginas cuya lectura deleita el oído y el entendimiento. Cada relato no pasa de unos cuantos párrafos, a veces uno solo como este:
“Allí quedaron mis latidos regulares. Aquel amanecer, mi respiración quedó disminuida. Me hice intolerante a los espejos. Entendí que una culpa es una bomba que no deja de explotar[1]. Apreté el timbre y salí corriendo hacía donde nunca llegaré. Hijos. Ese día mi alma se convirtió en escombros.
Hace tiempo que nuestra literatura merecía un texto que saliese de la novela convencional sobre temas trillados. Diego Vargas irrumpe un género literario de alcances insospechados. Démosle la bienvenida, felicitando también a librerías El Virrey por está inteligente apuesta.
Herbert Morote
martes, 6 de julio de 2021
FALSO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
FALSO BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
Herbert Morote
En estos días se hace inevitable una reflexión sobre la coincidencia de los festejos del Bicentenario de la Independencia del Perú con su presente situación política donde por fin sale a la luz de manera exponencial el enfrentamiento entre los marginados pobladores de la sierra y otras provincias y ese Perú conservador mayormente capitalino.
La primera cuestión que se presenta es si la falsedad de la fecha de la independencia que festejamos no es acaso el reflejo de toda esa patraña limeña que ha sabido perpetuarse hasta nuestros días. En efecto, festejamos la proclama de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821 por San Martín: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende” cuando esta declaración no fue ni la primera proclama de la independencia hecha por San Martín ni el Perú era libre en ese momento.
Veamos: si nos conformamos con creer que una simple proclama dio la libertad al Perú deberíamos festejar el evento ocurrido antes, el 27 de noviembre de 1820, cuando San Martín proclamó la independencia del Perú desde un balcón de la ciudad costeña de Huara. Pero no, Huara es un pueblito, no se puede comparar con Lima, por lo tanto esa declaración no importa y Lima se apropia del evento. Pero hay más, la declaración de Huara fue ante el pueblo, en la de Lima el pueblo no fue convocado. La declaración la hizo San Martín ante los notables del Cabildo, que es como se llamaba entonces a la Municipalidad. Y eso no es todo, en ese momento el Perú estaba lejos de ser libre. Salvo Lima y algún otro pueblo costeño, el resto del país, comenzando por el Callao y llegando hasta la frontera con Argentina, estaba en manos de los realistas.
El balcón de Huara
La verdadera y única independencia del Perú se realizó en 9 de diciembre de 1824, cuando el ejército español firmó su rendición luego de ser derrotados en la batalla de Ayacucho. Pero no, el centralismo limeño no podía ceder tan evidente honor a Ayacucho, y sin ninguna oposición todavía seguimos celebrando el 28 de julio de 1821 como inicio de nuestra independencia con fiestas, desfiles, discursos, reseñas históricas.
Firma de la capitulación de España en Ayacucho.
9 de diciembre de 1824
Y no es cuestión de fechas, es cuestión de justicia, de ética, y también de esa discriminación que se ha asentado en nuestro país a tal punto que consideramos tan normal que se celebre como cierta la falsa declaración de independencia realizada en Lima, como anormal que un serrano como Pedro Castillo pretenda ser presidente del Perú.
Una vuelta de tuerca: ¿a nadie sorprende que en la agenda oficial de festivos del Perú no aparezca un día para rememorar a Tupac Amaru el principal precursor de la independencia de los pueblos andinos?
Quizá ha llegado el momento. ¿O es mucho pedir?
Julio de 2021
HM
viernes, 25 de junio de 2021
PARAR LA CONSPIRACIÓN, POR CÉSAR HILDEBRANDT
Hildebrandt en sus Trece (Lima), no. 545, viernes 25 de junio, 2021
El golpe de estado se está consumando.
Esta vez no hay tanques, milicos con metralleta en la esquina del congreso, casas rodeadas por la soldadesca.
Es un golpe distinto. Es un aporte imaginativo del Perú al golpismo de las derechas globalizadas.
Se trata de robarle la elección a Pedro Castillo, el profe chotano y mal hablado que pudo derrotar a la señora que encarnaba todas las codicias de los que cortan el jamón.
Es trumpismo andino, como se me ocurrió decir hace tres semanas. Pero es trumpismo exitoso.
No toman el Congreso (capitolio) porque ya lo tienen en sus manos y, mientras tanto, arman un Tribunal Constitucional ad hoc que pueda servirles próximamente en el caso de que la legitimidad de las elecciones vaya como tema a su jurisdicción.
No toman los periódicos porque ya son suyos ni censuran a la televisión porque ya se encamaron hasta la náusea con ella. Lo que hacen, más bien, es sabotear al Jurado Nacional de Elecciones que se niega a darles la razón. Lo que exigen es saber quiénes votaron por quién y lo que intentan es puentear y negar el trabajo de la ONPE a la hora del conteo.
Al mismo tiempo, su prensa anuncia baños de sangre y algunos militares en retiro, pensionados por un régimen especial que nada tiene que ver con las miserias de los civiles sometidos a la ONP y con la estafa de las AFP fujimoristas, salen a la calle con las espaditas que les sirvieron para impresionar a sus novias en las fiestas de etiqueta. Y ahora se suman los generales en retiro de la PNP, muchos de los cuales estuvieron metidos en desmanes presupuestarios y malversaciones todavía impunes.
La notoria procesada Keiko Fujimori está a la cabeza de esta operación. La derecha más chabacana, el fascismo menos letrado, la cutra en frac, el club de la construcción, los que tienen expedientes abiertos y futuro en la sombra están con Keiko Fujimori.
Ellos asienten complacidos con cada paso que da el golpe de estado. Su esperanza es que el país trague ese sapo y que los militares hagan el trabajo sucio ante una nación sometida al terror.
La estrategia "electoral" del fujimorismo, líder otra vez de la derecha peruana, ya resulta irrelevante.
Primero trataron de decir que les habían hurtado votos. Después dijeron que a Castillo le habían regalado votos fraudulentos. A estas alturas lo que piden es que todo se anule, lo que es tácita confesión de perdedores.
Lo que no aceptan es que Pedro Castillo sea ya el presidente electo del Perú. Lo que dicen es que si la candidata no ganó, entonces "tuvo que haber fraude". Es la Torre Trump construida por Graña y Montero.
No dirían eso, claro, si el ganador hubiese sido De Soto, López Aliaga o Acuña. No lo dirían si hubiese sido Lescano. El problema no es que la eterna perdedora volvió a perder. El problema es que perdió ante el único candidato que "no debía ganar bajo ninguna circunstancia".
Eso es lo que piensa el empresariado ultraderechista que, hoy ni siquiera se siente representado por la CONFIEP, acusada de tibia. Eso es lo que piensan los militares herederos del veto que privó a Haya de la Torre de la presidencia en 1962. Eso es lo que atienta el entorno prontuariado de Keiko Fujimori.
Digámoslo claro de una vez por todas: la jefa de una organización criminal --la definición es del fiscal José Domingo Pérez--, que sirvió para recaudar decenas de millones de plata negra, ha decidido subvertir el orden democrático después de perder su tercera elección. Y a eso se están prestando la prensa despatarrada, un gran sector del empresariado, el Congreso, algunos militares en retiro que viven privilegiadamente gracias a los impuestos que se recaudan.
El fujimorismo, como siempre, es fiel a su ADN, al síndrome autoritario y placentario que lo definió. Como el fraude no se pudo demostrar porque fue un invento surgido de la derrota, pues entonces hay que tumbarse al Jurado Nacional de Elecciones, en cuyas manos está proclamar al ganador. Y si el JNE se rehace y quiere seguir calificando los pedidos de nulidad, pues entonces continuarán los recursos, las apelaciones a instancias judiciales, los pedidos de reconsideración, los 'habeas data': la creatividad de los bufetes dedicados a blindar al hampa tiende a parecerse al infinito.
Mientras tanto, no hay presidente electo tres semanas después de la elección. Y el plan es --no lo olvidemos-- que no lo haya.
La operación tiene un cronograma pensado por algún SIN zombi que ha vuelto a probar carne humana y tiene hambre. Se trata de que el próximo y bicentenario 28 de julio sigamos sin gobierno en cuanto al poder ejecutivo se refiere. ¿Qué tendríamos? ¡El Congreso!
El plan es que en ese recinto, donde todo puede ocurrir, se elija como líder a alguien lo suficientemente audaz como para que, ante "el vacío de poder", asuma la presidencia de la república de modo provisional y convoque nuevas elecciones. ¡Operación coronada!
¿Y las provincias despreciadas? ¿Y la reacción de los casi nueve millones de peruanos que votaron por Castillo?
El cálculo es que ese "costo social" y político puede ser manejable. ¿Cuántos muertos se necesitan para poner en jaque a un gobierno golpista que aducirá estar cumpliendo con la ley dado que el Jurado Nacional de Elecciones no pudo proclamar a un ganador?
Los opinólogos de la comparsa golpista recordarán que en 1962, ante la parálisis del JNE por las acusaciones de fraude impulsadas por los militares que habían vetado históricamente a Haya de la Torre, se dio el golpe de estado del 18 de julio. Hubo nuevas elecciones en las que Femando Belaunde obtuvo el triunfo. Víctor Andrés García Belaunde, ahora encajado en las tesis del fujimorismo derrotado, debería repasar ese episodio.
Lo que no sabe Keiko Fujimori es que si el golpe se produjera tal como lo hemos intentado describir, ella estará, al final, fuera del juego.
La derecha no volverá a apostar por alguien cuyo antivoto es como el peñón de Gibraltar. La ironía es que el golpe, tramado por sus secuaces y refinado por los uniformados, terminaría con la carrera de quien quiso imitar a su padre olvidando que una retroexcavadora no es lo mismo que un tractor hipocritón. Si la derecha la dejara en la cuneta, como podría suceder perfectamente, a la señora la esperan las lentitudes repetitivas de la chirona: nadie sabe para quién trabaja.
En resumen, dependemos del Jurado Nacional de Elecciones. El golpe "suave" se evitará si el JNE cumple su tarea a tiempo y, en nombre de intereses mayores que tienen que ver con la continuidad democrática, analiza en racimos los pedidos de nulidad, los califica por patrones comunes y los resuelve en bloque según su propia jurisprudencia. La otra alternativa es que esa institución haga el ridículo de someterse al diluvio de papelería abogadil lanzada por el golpismo y pase el 28 de julio "cumpliendo su deber": revisando, con ojos de presbicia y respiraciones entrecortadas, los cientos de recursos que tenían por objetivo sabotear, precisamente, su histórica misión.
martes, 15 de junio de 2021
VIDEO SOBRE LA VIDA DE PEDRO CASTILLO
Este video muestra a ese Perú desconocido y hasta despreciado por medio Perú. Verlo y difundirlo es una obligación patriótica. Claro, que no guardo mucho optimismo para ello, los complejos en nuestra sociedad son muy profundos, y se necesita gran independencia y valor para escapar de ellos.
Ver pues este video
Herbert
sábado, 29 de mayo de 2021
¿VOTAR POR KEIKO FUJIMORI?
por César Hildebrandt
Hildebrandt en sus Trece (Lima), no. 541, viernes 28 de mayo, 2021
Antes, en los tiempos de los fustanes y los calzones con blondas, "El Comercio" decidía quién debía ser presidente de la república, quién tenía que pasar al vestíbulo de los que debían esperar, quiénes estaban proscritos y malditos.
El viejo diario, fundado por un chileno y un argentino en 1839, fue durante décadas el filtro que usó la oligarquía para que ningún hereje se colara en el elenco.
Y cuando algún intruso evadía los controles, entonces "El Comercio" solicitaba a los militares el golpe de estado correspondiente. Así sucedió, como se sabe, con Guillermo Billinghurst, derrocado por el entonces coronel Óscar Benavides, el que más tarde fuera el canciller de hojalata más vistoso y reaccionario de nuestra historia. ¿Cuál fue el pecado de Billinghurst?
Bien sencillo: pensar en el obreraje, en los salarios, en el tamaño y el precio del pan.
"El Comercio" se enfrentó al Apra auroral -no la del ladrón suicida- con un odio infinito. No es que "El Comercio" detestara al Apra porque no le gustara el estilo combativo de Haya de la Torre ni porque juzgara inapropiados sus ternos de provinciano ni sus temeridades sanmarquinas. "El Comercio" odió al Apra de nacimiento porque el Apra quería quebrarle el espinazo a la oligarquía y proponía una nueva sociedad.
Ese odio encontró una coartada en el asesinato de Antonio Miró Quesada y su esposa María Laos. Pero ese crimen reprobable ocurrió en mayo de 1935, tres años después de que "El Comercio" celebrara los fusilamientos en masa en el Trujillo alzado de la revolución aprista. El diario más viejo del Perú estaba acostumbrado a que los militares mataran a quien fuera necesario. Y así lo demostró en 1948, cuando volvió a respaldar el golpe de estado del general Manuel Odría en contra de Bustamante y Rivero. Y cuando se calló en los siete idiomas de la cobardía cuando los apristas poblaron otra vez las cárceles y cuando Luis Negreiros fue asesinado en plena calle.
Recordemos, además, que el golpe de Odría fue uno que concibió el otro gran diario de las derechas armadas del Perú: "La Prensa", de Pedro Beltrán, el hombre encargado de velar por los intereses de la oligarquía agraria y por las franquicias del capitalismo estadounidense.
En los años treinta, cuando Hitler ya era una amenaza mundial y Mussolini era el fascista que preparaba la invasión de Etiopía, don Carlos Miró Quesada Laos, subdirector de "El Comercio", escribía artículos alabando al líder nazi y sugiriendo que el fascismo era la salida para la postración mundial brotada después de la crisis de 1929. Esos textos, que hoy avergüenzan a algunos de sus descendientes, fueron el prólogo del libro "Lo que he visto en Europa", publicado en 1940, y que es una abierta apología de la propuesta nazifascista.
Claro, si "El Comercio" había sido sanchecerrista y urrista y camisa negra, ¿por qué uno de sus más notorios editorialistas no iba a encandilarse con el siniestro rigor alemán del Tercer Reich y el imperio romano resurrecto por el imbécil de Mussolini?
"El Comercio" era el poder detrás del trono de esa republiqueta manejada por los barones del azúcar y el algodón. Los latifundistas de la sierra se hacían cargar en andas y los siervos besaban sus manos. El Perú era una novela vieja, un país varias veces vencido y todavía rentable para las élites.
Cuando Belaunde candidateaba a la presidencia en 1962, "El Comercio" le dio cabida no porque creyera en su tibio reformismo sino porque estaba convencido de que él derrotaría a Haya de la Torre. Cuando Haya de la Torre fue el primero en esas elecciones, "El Comercio" fabricó la teoría de las elecciones amañadas, instó a la Fuerza Armada a que interviniera y logró el golpe del general Ricardo Pérez Godoy en contra de Manuel Prado. En las elecciones del año siguiente (1963) fue elegido Fernando Belaunde, a quien la propaganda derechista terruqueaba a su gusto.
Si, porque la demonización es el método que la derecha peruana ha usado siempre para deshacerse de los que quieren un nuevo reparto de la torta. Hoy "El Comercio" es un capo obeso que tiene dos televisiones y una gavilla de periódicos. Tiene el 80% de ingreso publicitario de la prensa escrita y cerca del 40% de las ganancias del rubro televisión. Es un monstruo empresarial que no podría existir en ninguna democracia que vigilara el poder de la concentración empresarial y los oligopolios.
Y este conglomerado, donde sigue figurando en su directorio gente como Pepe Graña Miró Quesada, el gran amigo de Alan García y secuaz de Odebrecht, quiere que votemos por una delincuente que desciende de un condenado a un cuarto de siglo de prisión.
No hay rubor alguno en la proposición. Se dice sin asco. Se esgrimen hasta asesinatos sin investigar para justificar ese voto por la indignidad. Se dice que el Perú será un campo de batalla si la señora Fujimori no se sienta en el sillón presidencial. Y se habla de Venezuela a pesar de que todos sabemos que Castillo, por más primario que sea, jamás podrá hacer lo que Cerrón quisiera con un congreso donde tendrá minoría (y donde volvería a tenerla, si quisiera cerrarlo después de dos censuras de gabinete).
Con Castillo vendría la incertidumbre y la gestión errática o mediocre. Pero del Castillo más dudoso podremos librarnos jaqueándolo desde la prensa y el congreso.
Con Keiko Fujimori, ya sabemos de qué linaje hablamos. Será el mismo plan que borró a las instituciones, que sembró el miedo para blandir la mano dura enderezadora, que compró o intimidó a la oposición, que aduló o alquiló a la prensa, que subvirtió el Tribunal Constitucional, que hizo del dinero público arca encontrada para los forajidos a su servicio. Será la metástasis de un proyecto dinástico que ya nos ensució. Lo que "El Comercio" y los suyos no entienden es que no votar por Keiko es un asunto de dignidad nacional. Votar por la hija de quien engañó al país es rendirle un homenaje a la indecencia, es condonar lo sucedido, es amnistiar ya no a Alberto Fujimori sino a los Colina, a Beto Kouri, a Montesinos. Es olvidar, con espíritu cómplice, que el señor Fujimori huyó de este país y se refugió en Japón, donde sacó su verdadero pasaporte y quiso ser senador. ¿Somos tan acomplejados en el Perú como para votar por quien encama toda esa pesadilla y la sigue llamando “el mejor gobierno de la historia”? ¿Llegaremos a eso?
= = =
jueves, 20 de mayo de 2021
FILÍPICA 3. SEGUNDA VUELTA. ¿POR QUIÉN VOTAR?
1. Perú, “que en paz descanse”.
2. Primera vuelta. ¿Quién quedó sorprendido?
3. Segunda vuelta. ¿Por quién votar?
No me sorprendería que el voto en blanco y el voto viciado por contener groserías fuese el más alto de nuestra historia electoral. Efectivamente, una gran parte de los peruanos no votarán con la cabeza sino con las vísceras. De allí que muchos no voten por Pedro Castillo porque sospechan que implantará un régimen “chavista”, expropiará tu casa y llenará de “terrucos” asesinos la capital. Por otro lado se sabe bien que Keiko es líder de una organización corrupta y criminal iniciada por su padre y continuada por ella con tanto ahínco que la ha llevado a la cárcel de la que ha salido con un permiso que quedará en suspenso si es elegida. Y claro, si es elegida ella cambiará o comprará a los jueces y punto final.
Pues bien, la tentación por el voto nulo es muy grande. Sin embargo, demos una mirada a los últimos acontecimientos. Castillo se ha desdicho de lo que parece dijo. Ahora dice que está en contra del “chavismo”, que si cambia la constitución será luego de ser sometida al voto democrático. También dice que no es comunista, que eso de prohibir las importaciones solo será en caso de que esos productos se fabriquen en Perú, etcétera etcétera. En fin, Castillo dice “que donde dije digo, digo Diego”. Lo que sí parece hacer ahora es reclutar talento que no atemorice y quizá lo esté consiguiendo: ya aparecen junto a él personajes que han sido ministros y directores del Banco Central de Reserva en un pasado reciente. También ha alejado de su entorno a su antiguo asesor Vladimiro Cerrón y mantiene más cercana a Verónika Mendoza, la moderada socialista nacida en Cusco. Finalmente, ha presentado un Plan de Gobierno bastante descafeinado. Claro que un Plan de Gobierno no quiere decir que lo cumplirá, eso no ha sucedido nunca en nuestra historia.
Por el lado de Keiko la única sorpresa que ha habido es que Vargas Llosa la apoya. ¡Dios mío! Hasta allí hemos llegado. No es un caso de demencia senil (ver comentario de C. Hildebrandt[1]) El merecido Nobel literario nunca se ha apartado del poder económico[2]. Los otros apoyos políticos a Keiko no sorprenden, son los que saben que la corrupción institucionalizada los beneficiará enormemente, tal el caso de César Acuña, un pájaro de alto vuelo propietario de la cadena universitaria César Vallejo que con la que estafa a miles de jóvenes.
Y así llegamos al momento de decidir por quién votar. Entiendo que votar en blanco es un opción muy atractiva, pero aquellos que no quieran delegar la responsabilidad en otros votarán no por el que más guste sino por el que menos disguste. En este sentido, votar por Keiko asegura una corrupción generalizada. Ella, digna de continuadora de la corruptela impuesta por su padre, sabe bien la manera de comprar apoyos de la bancada opuesta en el Congreso, en el Poder Judicial, en las FFAA, y en cuanta organización política, estatal o religiosa le salga al paso. Además contará con el apoyo económico de ese tejido empresarial inepto que tiene miedo a la competencia y a pagar impuestos.
A mí me disgusta menos Pedro Castillo porque sé que aunque quisiera implantar las barbaridades que le atribuyen no podrá hacerlo porque no obtendrá apoyo en el Congreso. Y no obtendrá ese apoyo porque no sabe como corromper a la oposición ni tiene dinero para hacerlo. En eso Keiko es una experta. Tampoco sabe como corromper a las Fuerzas Armadas ni al Poder Judicial, ni tiene dinero para hacerlo. En eso Keiko también es una experta.
En resumen: Castillo no podrá cumplir algunas barbaridades que, ciertas o falsas, le atribuyen que pretende hacer. Keiko sí podrá corromper todo lo que se propone.
Pero atención, esto no ha terminado con las elecciones. Si sale Castillo habrá inestabilidad política porque no tiene mayoría en el Congreso, además tendrá en contra a la mayor parte de los medios de comunicación. Si sale Keiko habrá inestabilidad social porque el pueblo ya no permitirá más corrupción, desigualdad y abusos. Hace poco lo demostraron los jóvenes cuyas manifestaciones lograron la dimisión de un presidente a costa de dos muertos.
Ante la alternativa de Castillo, que ofrece una posibilidad de cambio al precio de inestabilidad política, o Keiko, que es seguridad de corrupción al precio de inestabilidad social, votaré por la posibilidad de cambio al precio de inestabilidad política. Votaré por Pedro Castillo.
¿Y luego de las elecciones qué? ¿Se podrá reconciliar alguna vez Lima con provincias?, ¿los LDM con los indígenas?, ¿el ama con la chola del servicio? La respuesta la conocen todos.
[1] Ver artículo de César Hildebrandt. http://filipicasmorote.blogspot.com/ .
[2] Si tiene más tiempo puede leer gratis mi libro “Vargas Llosa, tal cual” https://www.herbertmorote.com/vargas_llosa.asp , ganó el premio de ensayo en España.
sábado, 15 de mayo de 2021
VARGAS LLOSA Y LA SEÑORA FUJIMORI POR CÉSAR HILDEBRANDT
VARGAS LLOSA Y LA SEÑORA FUJIMORI
por César Hildebrandt
Hildebrandt en sus Trece (Lima), no.539, viernes 14 de mayo, 2021
Mario Vargas Llosa invita a Keiko Fujimori a un congreso internacional en defensa de la democracia. ¿Se imaginan algo peor que esta bazofia?
Yo tenía la idea de que Vargas Llosa había encontrado el último peldaño del pozo en el que se sumergió desde que se hizo parte de las redes corruptas de la derecha española, pero estaba equivocado. Hay todavía nuevos subsuelos que explorar, alcantarillas más profundas, sentinas más novelescas. Con la fundación que le bancaron los dineros de la corrupción del Partido Popular, Vargas Llosa --convertido otra vez en aquel Varguitas huachafo que tan bien describió la tía Julia-- organiza en Quito un debate sobre los peligros que amenazan a la democracia y para hablar de asunto tan importante invita, entre otras personalidades, a Keiko Fujimori.
¿Qué tiene que decimos Keiko Fujimori sobre ese tema? Pues bastaría con que contara, brevemente, la vida sucia de su padre, o que decidiera hablar de su propia vida de primera dama trucha sostenida con dinero que le daba Montesinos. También, para ser justa y equitativa con el resto de la familia, podría hablar de la miseria moral de su hermano Kenji, del carácter de traficante de divisas y encubridor de dineros negros de su tío Víctor Aritomi, o de la naturaleza de picabolsos crónica de su tía Rosa. Y quizá debería añadir la experiencia de su amigo del alma Jaime Yoshiyama, capo de la Yakuza limeña y exsecretario general de la pandilla. ¡Cuántas historias por contar!
¿Cómo puede haber llegado Vargas Llosa a estos niveles?
No me sorprende. Si el mal gusto conduce al crimen, como decía Saint John Perse, el neoliberalismo adoptado como religión pagana y obsesión maniaca resbala hacia el fascismo.
Vargas Llosa no vive en el Perú. Es un marqués español que carga con un hijo que tiene habilidades diferentes y que es el que lleva el amplificador, la mensajería y la intendencia. Su interés no es que el Perú se salve del comunismo, peligro que no es ni siquiera remoto en este momento, sino que el Perú no se salga del modelo.
¿En qué consiste ese modelo? En primer lugar, en seguir siendo los churrupacos de toda la vida uncidos al carro victorioso de los Estados Unidos. En segundo lugar, en preservar la Constitución fraudulenta de 1993, obtenida con tanques, trampa electoral y deserción de las fuerzas políticas más importantes de aquella "asamblea constituyente". En tercer lugar, en condenar a los pobres del Perú a una discriminación permanente. En cuarto lugar, en satanizar el Estado, excepto cuando se trata de salvar a bancos privados de la bancarrota o de subsidiar la minería con impuestos bajos. Y podríamos seguir, pero sería aburrido. La síntesis es esta: el "modelo" que defiende Vargas Llosa es aquel que te hace creer que vas rumbo a la OCDE, apuradito al desarrollo, ufano a la comunidad de países exitosos, cuando, de pronto, maldita sea, surge una pandemia y se te caen pantalones y calzones y todo el mundo ve que no tienes sistema de salud, no tienes Estado ni para las emergencias, no tienes sino desigualdad guardada bajo la alfombra. ¡Eras una farsa y te descubrieron!
Ahora se ve que Vargas Llosa fue un fujimorista encubierto. Le dolió, sí, la derrota, pero, en el fondo, jamás le molestó que el chino de la yuca y del tractor hiciera con el Perú lo que Reagan y la Thatcher le recomendaban hacer a la servidumbre mundial.
Lo único que le importa al marqués de "Hola" es que el Perú no desacate el orden impuesto y que la derecha peruana no se vea enfrentada a una poderosa alternativa distinta. Por eso apoya a Duque, a Lasso, a Keiko Fujimori.
Si para mantener la situación, deben salir los uniformados y sus fuegos, pues que vengan y disparen. Vargas Llosa prefiere la sangre al intento de algún cambio. Por eso opta por quien como Keiko, más allá de compromisos firmados y promesas solemnes, representa la mano dura de una nueva alianza entre civiles conservadores y militares corrompidos, coalición que fundaron Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos en 1990.
Mi amigo Víctor Hurtado me envía esta frase: "Yo votaré por Pedro Castillo ya que prefiero la incertidumbre al crimen". Quizás sea cierto. Castillo es la cólera en tropel y mal hablada y un gobierno suyo puede ser un desastre. Pero sabemos que de Castillo podemos libramos y que entre sus escasas facultades no está la de deglutir instituciones, cambiar minorías en mayorías o depravar a la justicia.
Todo el ADN del fujimorismo, que Keiko Fujimori interpreta con pasmosa minuciosidad, está signado por la sordidez. Con el fujimorismo no es posible hablar de combates democráticos, polémicas congresales, pugna de poderes. Su padre la amaestró en el arte dudoso de infectarlo todo para gobernar sin sobresaltos. Y eso es lo que respalda el señor Vargas Llosa a estas alturas de su vida.
Dicen que el antifujimorismo es producto del odio.
No es cierto.
El antifujimorismo es un mecanismo de defensa cuyo propósito es preservamos como país.
Si amas a este país desgarrado, contradictorio, tantas veces intolerable, entonces lo que debes hacer es no votar por quienes lo hicieron peor y aun ahora lo quieren empeorar. Porque no olvidemos que, como lo demuestra Vargas Llosa, siempre es posible ahondar en la infamia.
El fujimorismo no es una corriente política ni una doctrina de derecha. Si eso fuera, merecería todos los respetos. El fujimorismo surgió ante el fracaso de los partidos y el reto sanguinario que Sendero Luminoso había planteado a la sociedad peruana. Pero lo que pudo ser una emergencia justificada, un paréntesis autoritario de estirpe romana para reconstruir el país, Fujimori lo convirtió en cheque en blanco y, a partir de esa autorización presunta, construyó un régimen que no tuvo límites ni escrúpulos y que destruyó el poco tejido institucional que nos quedaba después de la experiencia de García y la guerra impuesta por el senderismo.
Fujimori pudo ser el gran presidente que nos reconcilió con la economía real y que detuvo el andar de Sendero. Pero rechazó esa idea y enfermó de mesianismo. Luego entendió que una manera de prolongarse en el poder era corrompiéndolo todo y corrompiéndose a sí mismo. El resto es la historia que podría escribir Vladimiro Montesinos y que podría suscribir Keiko Fujimori, la mujer que reemplazó a su madre cuando esta fue expulsada de Palacio después de denunciar la venta clandestina de ropa donada y la apropiación ilícita de millonarias donaciones venidas del Japón.
El fujimorismo no es un partido político. Con el patriarca Alberto Fujimori llegó a ser --a las pruebas judiciales me remito-- una banda de asaltantes del Estado. Y con Keiko reinando en el Congreso en 2016, el fujimorismo, con Becerril y Bartra a la cabeza, fue lo que todos vimos: una corporación rencorosa que dio un golpe de Estado blando y gobernó desde la plaza Bolívar, con todo lo que eso supuso para la estabilidad democrática. ¿Se imaginan a esa gente --los Baca y las Lozada-- en Palacio de Gobierno?
Reto a Vargas Llosa a que venga a vivir al Perú si es que su candidata favorita obtiene la presidencia. Que venga con toda su nueva familia. Que deje Puerta de Hierro y se instale en Barranco. Quizá allí pueda escribir, finalmente, algo parecido al arrepentimiento.
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miércoles, 5 de mayo de 2021
¿ELECCIONES O CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN?
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- Perú, “que en paz descanse”.
- Primera vuelta. ¿Quién quedó sorprendido
- Segunda vuelta. ¿Por quién votar?
Primera vuelta. ¿Quién quedó sorprendido?
En este territorio que hace 200 años quiso ser una nación llamada Perú todo puede ocurrir. Muestra de ello son los resultados de la primera vuelta de las elecciones de 2021. Todos los medios de comunicación al igual que la mayoría de los peruanos quedaron sorprendidos de que un desconocido provinciano obtuviese el primer puesto y pasase a la segunda vuelta. ¿De adónde salió ese Pedro Castillo? ¿Quién diablos es? Este desconcierto es claro reflejo de un país donde hay un voluntarismo generalizado para ignorar al serrano. En efecto, esos que conocen o desean conocer Miami más que Cusco se han dado cuenta que existe un pueblo cuyo voto cuenta y que el 19%, sí, 19% de los peruanos sabían que Pedro Castillo era un profesor de primaria de un pueblo de Cajamarca, uno de los departamentos más pobres del Perú que a la vez posee unas de las minas más ricas del mundo. ¿Les suena familiar esta incongruencia? Efectivamente, Perú es un territorio donde sus ricas minas están en los pueblos más miserables y contaminados del planeta.
Pues bien, de Cajamarca salió este maestrito que el año 2007 puso al Perú patas arriba al organizar una huelga nacional de profesores. Con poco éxito la huelga se extinguió y su líder pasó al olvido hasta que hoy sale del anonimato criollo. Los otros votos se dispersaron entre 17 candidatos.
Por debajo, con 13.3% de los votos y derecho a pasar a la segunda vuelta, salió elegida Keiko Fujimori, hija del ex -presidente Alberto Fujimori, actualmente preso por asesinato, corrupción, peculado y otros graves delitos.
Ella misma, Keiko, ha salido de la cárcel provisionalmente. El fiscal pide que la condenen a 30 años de cárcel por enriquecerse con millones de dólares, provenientes tanto de constructores como de banqueros. No miento: Dionisio Romero, dueño del banco más importante de este territorio, el Banco de Crédito, confesó que le entregó personalmente un maletín con 3.6 millones de dólares para ayudarla a luchar contra “el chavismo”.
El prontuario de Keiko compite con el de su padre, corruptor de todas las instituciones jurídicas, políticas, militares, medios de comunicación. Hasta la jerarquía de la iglesia católica fue contaminada por Fujimori que, finalmente, fue juzgado, condenado y sigue preso esperando que su hijita lo indulte.
Keiko y Castillo competirán por la presidencia. A Keiko se la conoce. A Castillo no lo conoce la gran mayoría de los peruanos, en especial los habitantes de la gran Lima. Los medios de comunicación le atribuyen algunas declaraciones que necesitarán confirmación o desmentidos. Dicen que se declara “chavista”, de extrema izquierda, que es socio-comunista que va a cambiar la Constitución y acabar con la empresa privada. Dicen que prohibirá la importación de artículos y que su equipo está dirigido por un tal Cerrón, demagogo de extrema izquierda acusado de corrupción. ¡Vaya currículum! Pero lo curioso y sorprendente es que también dicen que se opone al matrimonio del mismo sexo, que está en contra del aborto, de la eutanasia, y que cerrará la Defensoría del Pueblo. Parece que este comunista es un conservador de pura cepa. ¡Viva el Perú, carajo! Eso es creatividad política. ¡No nos ganan!
Cuando se despeje el panorama y podamos oír directamente a Castillo, veremos si confirma las lindezas que se le atribuyen.
Evitemos gastar saliva en hablar sobre los otros candidatos, aunque no puedo evitar darles unas cuantas pinceladas. Seré breve.
Uno de ellos, el ex-presidente Humala, está penalmente encausado con su esposa por haberse embolsado millones de dólares de mordidas según confesiones de ejecutivos de la constructora Odebrecht que coinciden con la libreta donde puntualmente con puño y letra llevaba las cuentas la mujer. También se presentó y salió tercero un miembro del Opus Dei ( Rafael López Aliaga) que confiesa con orgullo no haber tenido relaciones con el sexo opuesto, y que mortifica frecuentemente sus carnes. ¡Por Dios!, ¡tenemos un célibe en Perú! Dado los escándalos de pederastas en la iglesia, aquellos que también se flagelaban y hacían largas penitencias por sus pecados, es inevitable sospechar de los sepulcros blanqueados sean con acciones de empresas o con arengas neoliberales.
Y así podemos seguir con otros candidatos que quizá sin ser corruptos todavía, seguramente aspiran a serlo. Esta escasez de líderes es el resultado del Perú ignorante que hemos creado. No tenemos políticos, tenemos ratas que cambian de pelaje.
Toda regla tiene una excepción: esta se llama Verónika Mendoza. Verónika es una cusqueña socialista y claro, como ambas características causan pánico entre los LDM, la tildan de terruca” y ser una comunista que pretende eliminar la propiedad privada. Lo de “terruca” es un denominación con las que los LDM pretenden discriminar todo lo que es provinciano, serrano, cholo, indio. En los tiempos de Sendero Luminoso, decenas de miles de serranos fueron asesinados por las fuerzas del orden porque no hablaban castellano o lo hablaban con forzado acento. “Hay que desconfiar de los cholos”, esto viene desde la Colonia y sigue en pie. La otra acusación a Mendoza es que es socialista. En Perú hemos adoptado la estupidez estadounidense para quienes todo lo que suena a socialismo es comunismo. Ignoran supinamente que, por ejemplo, los países más ricos y avanzados de Europa, los escandinavos, tienen gobiernos socialistas, como socialista es ahora el gobierno de Sánchez en España. Ignoran también que los partidos socialistas han tenido y tienen un papel relevante en Alemania, Francia y Portugal. Por eso los peruanos que viven en Europa no tuvieron miedo a votar por Verónika: en Suecia salió primera con 35% de los votos, en Alemania 30%, en Francia 29%, mientras en “la ilustrada Lima” obtuvo apenas 8%.
En fin… esto es lo que hay: dos finalistas que representan sin matices al Perú. Una, corrupta de arriba abajo. El otro parece un oxímoron[1]: “comunista conservador”.
¡Vaya pareja! Aunque la verdad sea dicha: ¡lo merecemos!