lunes, 12 de enero de 2015

YO NO SOY CHARLIE HEBDO (JE NE SUIS PAS CHARLIE HEBDO



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Que quede claro desde el comienzo: condeno sin cortapisas ni bemoles el asesinato de doce personas en el ataque a la revista Charlie Hebdo cometido por unos pobres desquiciados yihadistas franceses abatidos luego por la policía de ese país. Lamento la muerte de todos ellos, los asesinados y sus asesinos, y me uno al dolor terrible que deben estar pasando sus familiares y amigos. La violencia no tiene ninguna disculpa. No se puede matar en nombre de nadie, menos en nombre de un dios o de sus profetas. Yo no estoy de acuerdo con la línea periodística de Charlie Hebdo, no soy Charlie, pero me indigna que asesinen a sus periodistas, ya lo dijo Voltaire: “no comparto tu opinión pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla”. No se puede regresar a la época medioeval donde los cristianos justificaban sus genocidios internos por motivos tan pueriles como si las bendiciones de los sacerdotes debían darlas con dos o tres dedos. Tampoco podemos regresar al tiempo de las cruzadas ni los pogromos.  Ha costado mucho llegar al incipiente estado donde estamos en términos de derechos humanos a pesar de que estos son pisoteados diariamente por naciones que dicen ser sus mayores defensores.  Acabo: no hay injuria lo suficientemente grande que justifique quitar la vida a alguien.

2
Aclarada mi posición frente al asesinato de los periodistas, tengo que decir que mi pena no llega al extremo de repetir como loro lo que dicen periódicos, políticos, intelectuales, artistas, deportistas y público en general. No puedo decir “yo soy Charlie”. Me dirán que Charlie significa “yo defiendo la libertad de expresión”,  pues bien que lo digan así “yo defiendo la libertad de expresión” y lo repetiría sin cesar. Pero no puedo decir “soy Charlie” porque es una revista de viñetas nauseabunda que hace negocio burlándose de manera asquerosa de valores que otros consideran  sagrados. Yo no soy Charlie, no puedo ser Charlie. Charlie es todo lo contrario a lo que yo aspiro a ser: un intelectual que respeta las ideas de otros aunque no las comparta, más aún: ideas que combate. Hago mía la frase del mexicano Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Respetar no quiere decir compartir. Charlie cree que burlarse de lo más sagrado para otros es libertad de expresión. Pues sí, estrictamente lo es, lo cree Charlie, pero yo no comparto a ciegas esa opinión, yo no puedo dibujar  groserías sobre la Virgen María, Mahoma, Buda, Brahma. Yo no puedo hacer burla del Holocausto ni de lo sucedido en Gaza. Yo no puedo regocijar a la audiencia dibujando cochinadas sobre papas, rabinos, ni imanes.   Yo no soy Charlie. Es más, Charlie es lo que yo no quiero ser.

3

Entiendo el revuelo mundial que han causado los horribles crímenes cometidos en París. Me uno a la protesta contra la libertad de expresión. Si viviese en París hubiera ido el domingo pasado a la manifestación de protesta contra el atentado. Hubiera querido mostrar mi condolencia al pueblo francés, cuna de los Derechos Humanos. Hubiera querido estar allí, junto a cientos de miles de personas adoloridas por lo acontecimientos. Sí, hubiera ido aún sabiendo que esa manifestación la encabezaban políticos que no respetan la libertad de expresión en sus propios país ni los derechos humanos en el mundo. Hubiera ido con la esperanza de que el pueblo despierte de su letargo y cuestione el amordazamiento, a veces sofisticado y a veces descarado de la libertad de expresión. El amordazamiento sofisticado es saber que los medios de comunicación son simplemente “guardianes del poder” en  países que se creen democráticos,  como bien lo analiza el libro que lleva ese título*.  Entiendo que denuncias como estas no despierten el estupor ni la indignación de la gente, y menos de los intelectuales que  están comprometidos con el poder económico. Pero lo que sí es hipócrita y descarado es que en esa primera línea de manifestantes, políticos e intelectuales, no hubiese alguien que haya convocado mítines para condenar, por ejemplo,  cuando Israel bombardeó en varias ocasiones televisiones palestinas y metiese en la cárcel a decenas de periodistas. Y hablando de Israel, no he visto manifestaciones de apoyo en ninguna parte, por ejemplo, cuando el historiador israelita, Ilan Pappe fuese hostilizado en Tel Aviv por sacar a la luz la limpieza étnica de palestinos y obligado a refugiarse en una universidad del Reino Unido*. Tampoco hubo multitudinarias protestas cuando Norman G. Filkenstein, catedrático estadounidense de origen judío, fuese obligado a dejar de enseñar en De Paul University de Chicago a causa de su libro “La industria del Holocausto”. ¿Es esa la manera que entendemos la libertad de expresión en el mundo occidental?  ¿Dónde están esos intelectuales que se rasgan ahora sus vestiduras y dicen interesadamente “yo soy Charlie” cuando a diario se conocen atropellos a la libertad de prensa en el mundo?
Si esto pasa en Europa y Estados Unidos, imagínense lo que sucede en otras partes, por ejemplo en México se asesina frecuentemente a periodistas que se atreven a denunciar la connivencia de políticos con el narcotráfico o el enriquecimiento ilícito de las autoridades. No son una docena de periodistas muertos como en Charlie Hebdo sino centenas de profesionales asesinados. ¿Y en el Perú? Alguien en el mundo sale a protestar porque el 76% de los medios de comunicación están en manos de una poderosa familia que viene adormeciendo al pueblo desde hace más de un siglo, y expulsa de su redacción a periodistas que intentan decir la verdad. ¿Puede haber libertad de expresión cuando no hay manera de expresarse?
Acabemos con la hipocresía, “yo no soy Charlie Hebdo” y no digo más porque para mí es mucho por hoy.  
Herbert
13 de enero de 2015




* –Guardians of Power. The myth of the Liberal Media– de David Edwards y David Cromwell. También lo dice Noam Chomsky en su libro –Manufacturing Consent–
* –Out of the frame. The struggle for Academic Freedom in Israel– de Ilan Pappe. Pluto Press. 2010

1 comentario:

  1. Esa frase de Voltaire siempre me pareció completamente absurda, ridícula.
    Si un neonazi dice que el Holocausto no existió (o se burla del H.) o un racista dice "los negros y los chinos son inferiores", etc., ¿por qué habría de dar mi vida por defender el derecho de alguien a decir esas estupideces? ¿qué sentido tiene eso? No tiene sentido, porque todo tiene un límite. Pienso que con esa frase de Voltaire comenzó lo políticamente correcto y el relativismo moral que padecemos hoy en día. Por lo demás, en el atentado a Charlie Hebdo, me indignó mucho que un policía musulmán haya tenido que morir para defender el "derecho" de unos franceses de dibujar unas caricaturas viles y grotescas.

    Saludos,

    César Alvarado T.

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