LOS RENDIDOS. (Sobre el don de perdonar)
José Carlos Agüero.
IEP. Edición 1,000 ejemplares. 160
pp. S/. 25. USD 9.
Nota: si tiene poco tiempo para leer este artículo, no deje de leer
el final.
1
El libro de Agüero a la vez de imprescindible
es inquietante. Es imprescindible porque contribuye a llenar ese espacio post-conflicto
armado en el Perú (1980-2000) que por múltiples razones no ha sido tomado en
cuenta por la sociedad y no por ello ha desaparecido: ¿qué suerte corrieron los
asesinos de un lado y del otro?, ¿qué impacto sufrieron los parientes, amigos o
simplemente conocidos de estos criminales que acabaron con la vida de 70,000
personas, que torturaron a decenas de miles de compatriotas, violaron a miles
de mujeres de toda edad y forzaron a huir de sus pueblos a cientos de miles de
peruanos?
Sobre
la suerte de las víctimas los gobiernos de turno ha emitido ordenanzas para
compensar sus pérdidas y sufrimientos que en realidad son una vergüenza
nacional por su insignificancia y retraso. Muchas ONG y hasta la misma
Defensoría del Pueblo[1]
constantemente denuncian las deficiencias y desinterés de los gobiernos para
cumplir con su obligación. Pero de lo que ni siquiera se ha hablado hasta ahora
es de la suerte que corrieron y corren los actores directos de conflicto y del
impacto que sus vidas tuvieron y tienen en sus allegados.
José Carlos Agüero sí lo hace y tiene razón
para ello: sus padres pertenecieron a Sendero Luminoso. Pocas dudas tiene sobre
la participación de ellos en actos terroristas. “¿A cuánta gente mató mis padres? Saberlo es innecesario.”
Menos dudas aún tiene Agüero, más bien posee información
fehaciente de cómo fueron asesinados sus progenitores por fuerzas del Estado.
El padre durante la revuelta de presos en la Isla de El Frontón. Y la madre ejecutada clandestinamente una
madrugada en una solitaria playa de Lima.
El
pequeño libro de Agüero (realmente son 122 páginas sin contar el Colofón
escrito por Rubén Merino) es de naturaleza “algo
indefinida” según el propio autor, quien añade: “por su forma agrupa relatos cortos, a media carrera entre reflexiones
y apuntes biográficos de una época de violencia. Llamémoslos textos de
no-ficción (…)”. Esta singular forma de expresarse es efectiva, le permite
decir u opinar lo justo sin entrar en detalles o profundidades que puedan ser
contrastados o rebatidos. Sin embargo, el estilo minimalista y entrecortado
permite que el lector comparta sus sentimientos encontrados, su aparente o real
confusión y, sobretodo, permite intuir
lo que calla.
Vivía
de la forma más miserable en la barriada del cerro El Agustino de Lima, aún así
los padres acogían a compañeros senderistas arriesgando sus propias vidas y,
aunque Agüero no lo dice pero el lector lo entiende, poniendo en juego también la
vida y el futuro de sus hijos. Sus vecinos “saben
perfectamente qué hacían mis padres y qué pasaba en mi casa”.
¿Qué
significa tener a un pariente preso por terrorismo? Agüero lo describe así: “angustia, miedo, abogados, búsqueda de
ayuda, de influencias, tortura, saber, saber que están torturando a tu
familiar, sangre, incertidumbre”. Joven aún recibe la noticia de la muerte
de sus padres y se enfrenta a la vergüenza de ser hijo de terroristas. “Se aprende a vivir con la vergüenza. Tener
una familia que por una parte de la
sociedad está manchada de crímenes que es una familia terrorista, es una
realidad concreta, como una silla, una mesa o un poema”.
Una
clave de las intenciones del libro de Agüero se manifiesta cuando a la muerte
de su madre se pregunta: “¿Sentir alivio
por la muere de mi madre y luego culpa por sentir este alivio es un asunto
personal, mío, íntimo, psicológico? ¿Es un tema que no tiene relación
alguna con las cosas públicas? La respuesta que da el autor es también
ambigua, difusa, confusa, y parece que no puede ni debe ser de otra manera. Luego
de inconexos soliloquios termina diciendo que solo el amor: “debe ser parte de lo público”, y con eso se siente satisfecho. El
lector no puede estarlo porque siente que el autor ha escabullido su propia
pregunta. Pero tampoco podemos juzgarlo, para eso sería necesario haber pasado
por la experiencia que pasó Ag üero.
La
ambigüedad de sentimientos que extrapola el autor en todo su discurso hace que
su libro sea inquietante. ¿Qué es lo que quiere decir Agüero?, ¿qué compartamos
su confusión? Realmente no sabemos si sube o baja la escalera. ¿Será esa la
situación en la que se encuentran “Los rendidos” del conflicto armado? Por
ejemplo, se pregunta: ¿Hay solo hay
maldad en cada acto terrorista? Levantar el listón de un asesinato al decir
si es “solo maldad” sugiere que
podría ser otra cosa: ¿caridad?, ¿justicia? Estos cuestionamientos abren un
abanico de posibilidades donde todo se puede justificar. Pero cuando bajamos al
terreno de los hechos y vemos que los asesinados fueron en su mayor parte indígenas
pobres quechua-hablantes dejamos la retórica y acudimos a la solidaridad con
las víctimas y al rechazo de sus asesinos sean estos terroristas o policías. En
un estado de aparente confusión Agüero se pregunta si debe pedir perdón o debe
exigir que lo perdonen. Quizá ni lo uno ni lo otro. Él no es culpable de los
crímenes de sus padres. Si la sociedad lo ha discriminado por eso, mal hecho
está pero parece que no es el caso de Agüero ya que ha podido acabar sus
estudios, enseñar en la universidad y, según pude constatar personalmente, ser
reconocido en círculos intelectuales del país. Esta carrera ya la quisieran
tener jóvenes peruanos cuyas familias
han vivido al margen de la violencia terrorista, pero dentro de la violencia económica
que se impone a los pobres y humildes del país.
2
¿Realmente
se han rendido los derrotados? Parece que no del todo. Con mayor o menor
intensidad hay algo que se resiste a desaparecer. Algunas organizaciones como
Movadef pretenden reivindicar a Sendero Luminoso haciendo énfasis en su postura
política. Era una guerra, dicen, entre el estado burgués y un partido político
que deseaba cambiar el sistema. Por lo tanto piden la amnistía de esos presos
políticos. Agüero no llega a tanto, es más, combate las reivindicaciones de
Movadef. Sin embargo, deja pinceladas que el lector entiende inevitables en un
buen hijo. El hecho de que sus padres fuesen asesinos no quiere decir que no hayan
sido querendones con su prole. Parece que a pesar de las privaciones que tenían
había un sólido amor por los hijos y preocupación por sus estudios. El hijo da testimonio por medio de preguntas
retóricas y huérfanas de respuestas concretas dentro de todo un aparente
berenjenal en que se encuentra su mente. Con este artificio y dudosa modestia ensalza la entrega y sacrificio de sus padres por
la causa. No pertenecieron a Sendero Luminoso a secas, sino al Partido
Comunista Sendero Luminoso, PC-SL. Claro, eso es otra cosa. Un partido político
que se levanta contra un gobierno corrupto parecería justificar una revolución,
salvo que en este caso, los asesinados fueron los más pobres y más
discriminados por el poder y no los poderosos ni los mandos militares.
A
pesar de sus antecedentes mal no debió irle a Agüero, ya que pocos años después
participó en la Comisión de Verdad y Reconciliación viajando a Ayacucho para
entrevistar víctimas e investigar lo ocurrido en el departamento que sufrió las
mayores pérdidas humanas.
3
Lo
que realmente extraña, pero a la vez describe
quién es realmente Agüero, es cuando por única vez deja su discurso
dubitativo y retórico para elogiar con rotundidad y sin el menor rubor la
llamada Comisión Vargas Llosa que investigó la muerte de ocho periodistas
ocurrido en Uchuraccay. Agüero dice que el ahora Nobel “lo hizo con real compromiso, estoico, con una responsabilidad cívica
admirable” . No es ignorancia la que hace escribir esto a Agüero, él sabe
bien que la Comisión de la Verdad y Reconciliación tildó la “Comisión de Vargas Llosa como inútil, ilegal
y encubridora”[2].
Por eso uno se queda atónito al leer
también sus otros elogios. Dice que en Vargas Llosa “es admirable su sentido republicano, de colaborar con el
esclarecimiento y la administración de justicia”. ¡Por Dios!, qué
barbaridades tiene que leer uno, si todo el mundo sabe que esa comisión ¡no
investigó a los militares!, y que luego de su visita de menos de tres horas a
Uchuraccay dejaron abandonados a los lugareños a tal punto que el 30% de su
población fue asesinada después por senderistas y miembros de las fuerzas del
Estado.
Bueno,
Agüero se descubre, eso es todo. Al final del párrafo dice que el trabajo de Vargas Llosa no ha sido reconocido “Porque es un campo dominado por la
izquierda”. Al que duda de todo no
le importa decir tamaña falsedad que atañe, por ejemplo, a Carlos Iván
Degregori, redactor del informe de la CVR, ni a su presidente Salomón Lerner,
ni a tantas ONG que han defendido y defienden unos Derechos Humanos que no son
de izquierdas ni de derechas, son simplemente derechos de todos.
José
Carlos Agüero es listo: ha sabido apostar por las corrientes neoliberales que
dominan todos los espacios del Perú en los que sin duda encontrará pronto un hueco para él. Agüero tiene futuro.
Herbert
Morote
Septiembre
2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario