Estoy enamorado,
locamente enamorado, perdidamente enamorado. Nunca creí que se podía amar así.
Por conseguir su amor estoy listo a realizar el acto más heroico o el más
abyecto de los crímenes. Por ella me siento capaz de todo. Es que verla otra
vez me ha desquiciado y más ahora que he estado tan cerca de ella. Esta vez no
solo he podido sentir la serena respiración que exhala su cálido, atractivo y
exótico aroma, también he escuchado, lo juro, los latidos de su corazón. Creo que he perdido la cabeza.
¿Puedo
contentarme con recordar su belleza con palabras? No, no puedo ¿Lo hizo Dante
con Beatriz? Dicen los eruditos que es
imposible describir una belleza así. Hay
que contentarse con verla. Yo fui más lejos, me acerqué a ella y le susurré al
oído el apasionado amor que le tengo y me entrega
total, le dije: no te pido una vida entera, no, ni tú lo merecerías ni yo
podría resistir tanta felicidad. Solo quiero pasar contigo una sola noche de
amor, nada más. Ah…, que modo tan agradable sería dejar luego este mundo. Nefertiti me respondió con delicadeza haciendo
un leve movimiento con la comisura derecha de sus labios. Desde entonces no
puedo dormir, esto no es vida.
Herbert
Berlín. Neues Museo.
16 de octubre de
2006.
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