Hoy lunes 10 de noviembre de 2014 he recibido un correo de Cristina Toro
comunicándome el fallecimiento de Rodrigo Saldarriaga, mi gran amigo
colombiano, actor, escritor y productor de teatro en Medellín. Cristina fue la
destinataria de la carta de Rodrigo que
me atreví a publicar hace dos años. Ahora esa misma Cristina me escribe lo
siguiente: Aún cuando mi relación con
Rodrigo terminó desde noviembre de 2010, siempre estará en mis afectos y en la
memoria del Águila Descalza, el grupo teatral al cual pertenezco. Como su deseo
fue que sus cenizas se depositaran al lado de un árbol de guayacán, (una
especie muy bella que se llena de flores amarillas varias veces al año), dedicaremos
un nuevo espacio en nuestra sede teatral donde se pueden observar dos grandes
guayacanes. Es una manera simbólica de dejar constancia de su paso por nuestras
vidas como artistas y por la ciudad como constructor de espacios para los sueños”.
………………..
(HM.Como modesto
homenaje a Rodrigo reproduzco con lágrimas en los ojos el artículo que publiqué en enero de 2012)
“CARTA A UNA MUJER
QUE TUVO RAZONES PARA NO AMARME”
Rodrigo Saldarriaga es uno de esos talentosos y
valientes hombres que viven con una honestidad que linda en el extremo de la
locura o de la sabiduría. ¿Hay alguna diferencia? Actor, director y dueño del
Pequeño Teatro de Medellín ha sobrevivido
impávido las décadas más violentas y mortíferas del narcotráfico colombiano.
Ahora se enfrenta rutinariamente a la violencia política que paga a jóvenes
sicarios para que acabar con la vida de aquel que cree que los mira mal.
Hacer teatro mientras las bombas sacudían diariamente
la ciudad fue para él una fuga y a la vez una reafirmación de que el arte es
fuente de esperanza. Su Pequeño Teatro no solo sobrevivió los aciagos años sino
que creció, ahora tiene capacidad para unas 500 personas, aunque Rodrigo lo
sigue llamando pequeño. Pero hay algo más que hace de ese teatro un ejemplo,
los espectadores entran gratis, no hay tickets, y si les gusta la obra pueden
dejar lo que crean conveniente a la salida.
Conocí a Rodrigo con motivo de la temporada que hizo
de –El guía del Hermitage– también a la mujer que en ese tiempo compartía su
vida y fatigas. Por eso, y por el cariño y respeto que tengo a ese gran hombre,
me permito compartir sin comentarios la carta que Rodrigo le escribió ahora que
están separados.
“Carta
a una mujer que tuvo razones para no amarme”
“La
vida es efímera e irrepetible y estamos aquí para vivirla en la velocidad del
tiempo y en la intensidad del alma hasta el límite de la materia, no quiero
traicionar mi convicción negándome el derecho a la plenitud de las emociones.
He vivido para saciar la vida, para complacerme en el goce hedonista de los
sentidos y en el placer de la satisfacción de cumplir la promesa de la
felicidad.
Ahora que transito los sesenta y me amenaza el cuerpo con el último evento y ahora que no he podido estallar el amor de la mujer que quise, espero conservar los vicios de vivir y en paz conmigo mismo seguir urdiendo los hilos de los sueños de Próspero sin perder la alegría y sin engañar la esperanza de la felicidad.
He tratado de llevar siempre la libertad como mi enseña, no he hecho nada ni he dejado de hacer nada que no me dictará mi corazón: cuando amé – y he amado mucho- lo hice sin prejuicios, dejándome arrastrar por las razones y sinrazones de los sentimientos: a nadie vi más bella ni más brillante que a la mujer a la que amé. No consulté con nadie mi derecho al amor ni oí las consejas a mí alrededor. Y espero que el tiempo me asigne turnos para desafiar de nuevo la razón.
Ahora que transito los sesenta y me amenaza el cuerpo con el último evento y ahora que no he podido estallar el amor de la mujer que quise, espero conservar los vicios de vivir y en paz conmigo mismo seguir urdiendo los hilos de los sueños de Próspero sin perder la alegría y sin engañar la esperanza de la felicidad.
He tratado de llevar siempre la libertad como mi enseña, no he hecho nada ni he dejado de hacer nada que no me dictará mi corazón: cuando amé – y he amado mucho- lo hice sin prejuicios, dejándome arrastrar por las razones y sinrazones de los sentimientos: a nadie vi más bella ni más brillante que a la mujer a la que amé. No consulté con nadie mi derecho al amor ni oí las consejas a mí alrededor. Y espero que el tiempo me asigne turnos para desafiar de nuevo la razón.
Cuando
me falló la fe encontré en el ateísmo la más clara libertad para definir mi
ética y mi moral: he vivido sin dios para poder ser, para poderme hacer íntegro
sin rendirle cuentas a nadie y sin recompensa o castigo por mis actos. He sido
mi propio juez y yo mismo me he infringido los castigos por mis errores y mis
faltas.
Cuando
la sociedad me develó la injusticia encontré en el Manifiesto la bandera roja
de la libertad y el odio por el estado y me afilié a mi partido y 43 años
después sigo creyendo que el comunismo es la más grande de las invenciones
humanas y que llegará el día en que los sueños de libertad social se hagan
realidad para pagar los sufrimientos de todas las clases que han padecido
opresión en la historia de la humanidad.
Cuando
descubrí el teatro, encontré una razón para gastarme el tiempo, no la hubiera
encontrado nunca ni en la arquitectura ni en otra profesión. El arte del teatro
me ha permitido ejercer un oficio sin patrones y sin límites, me ha dejado
ejercer la absoluta libertad de decir lo que he querido en el momento en que lo
he querido y me ha entregado al fin del tiempo la esperanza renovada en el
arte.
Moriré
de un puñetazo de mi libertad siendo sibarita, hedonista, amante, ateo,
comunista y haciendo teatro.
Rodrigo
Saldarriaga
********
No hay comentarios:
Publicar un comentario