LOS INSACIABLES
Filípica 1. Juan, abre los ojos
Juan: no tengo tiempo para cortesías innecesarias ni para dorarte la píldora.
Antes de zarpar de este mundo quiero que abras tus ojos y reflexiones sobre la
situación real en que te encuentras, y por una vez en tu vida pienses en la
sociedad a la que perteneces. No lo hagas por solidaridad, que quizá no es la
mejor de tus virtudes, hazlo aunque sea por egoísmo. Nadie puede vivir seguro
rodeado de gente que sufre y de inescrupulosos que se enriquecen a costa de todos.
Al paso que vamos tarde o temprano te tocará a ti.
Claro, podría irme sin decirte nada y dejarte tranquilo. Pero no te voy a
dar ese placer, ya has vivido mucho tiempo engañado y eso me molesta enormemente.
Tu pasividad me exaspera. Constatar, por ejemplo, que estás obsesionado con el
fútbol, que sabes los nombres, edades, características de los jugadores, y no
te enteras de la inmensa riqueza que expolian unos cuantos en tus narices es
demencial, no lo soporto. Escuchar conversaciones tan pueriles en la que pasas
tu tiempo con familiares y amigos, y no darte cuenta que tendrás una pensión
insignificante cuando seas viejo, me asusta.
No darte cuenta que el sistema hospitalario es una desgracia y hablar de
comida, me parece atroz. Creer que la educación de tus hijos es buena,
merecería que te quitaran la patria potestad. Valdría que te azotasen por
trabajar en las condiciones en que lo haces y con la paga que recibes, y encima
agradeces tu buena suerte. Finalmente, que pienses que no ganas nada en protestar
contra las autoridades que roban y los empresarios que corrompen a las
instituciones es razón suficiente para internarte en un manicomio.
No te enojes, Juan, mi molestia, exasperación y rabia no es contra ti. Tú
eres totalmente inocente. Sí, inocente. No eres responsable de nada. A ti te
han diseñado para que seas y pienses como ellos quieren. Ya sé: no me crees. Es
natural, te han fabricado para que desconfíes de los demás. Eres desconfiado
hasta el extremo, cuentas el cambio tres veces, revisas al detalle todas las
cuentas que recibes, compruebas una y otra vez que has cerrado tu casa con
llave. En lo cotidiano no te fías de nadie, ni de tu familia cercana. Pero así
como te han hecho desconfiar de los demás, también han hecho que creas a pie
juntillas lo que ellos te dicen. Por ejemplo: crees que esto mejorará, que la
crisis pasará, que habrá más trabajo, que te subirán de sueldo, que cuanto menos
regule el Estado es mejor para todos, que el mercado se autorregula solo, que la libre competencia abarata la vida, y
así podemos seguir y seguir con ejemplos que demuestran que te han diseñado
para que creas en mentiras y no creas en verdades. Eres una presa fácil para los que necesitan
tu voto, o tu trabajo, o tu ignorancia, o tu pasividad. En cuanto a mí, te voy
a dar una razón para que me creas: ¡no necesito nada de ti! Juventud no puedes
darme, por otro lado ¿qué le importará a mis cenizas tu respeto o tus insultos?
Conociéndote como creo que te conozco, no me sorprendería que en este
momento desees preguntarme porqué en vez de Filípicas no te envío un ensayo con
todas las de la ley. Bueno, la primera razón con la que espero estés de acuerdo
es que a ti, que casi no lees nada, la
palabra ensayo te asustaría. Imagínate este título: “Falacias impregnadas dolosamente en la psiquis del quídam autóctono”.
No ojearías el libro como no has ojeado ensayos de autores mucho más famosos
que tu humilde servidor.
Como recordarás fue Demóstenes quien inició este estilo literario con sus
cartas a Filipo II de Macedonia, pero es de Cicerón de quien más hemos aprendido
sobre Filípicas. Lo que me gusta de ellas es el tono directo, sincero hasta el
extremo cuando no cáustico, apasionado, provocador y hasta agresivo sin ser
injusto. Salvo en decir la verdad, sé que no estaré a la altura de los maestros,
pero eso es lo que hay, así que tendrás que conformarte conmigo.
Vayamos adelante: para intentar resolver nuestra situación nos encontramos
ante una disyuntiva: o exploramos posibles soluciones, o buscamos primero a los
responsables de nuestra realidad. Sospecho que opinarás que lo más importante
es proponer soluciones, porque eso de buscar responsables causa polémica y
hasta violencia. Me dirás, Juan, que la gente busca armonía y paz, y no
conflictos ni altercados. Es decir, responderás
como te han enseñado. Como tú hay una gran mayoría que con las mejores de la
intenciones desean encontrar la solución mediante propuestas razonables sobre cómo
eliminar la pobreza y el hambre de los pueblos, acabar con la corrupción, mejorar
las universidades, apoyar a la pequeña y mediana empresa, eliminar la burocracia,
y así cientos de sugerencias parecidas.
¡Pues no esperes que te de la razón! No, no caeré en la trampa que nos
ha estancando durante siglos. Nada se consigue proponiendo si no sabemos
quiénes son los responsables de nuestra
situación. La razón es muy sencilla: tenemos que saber en manos de quién van a
caer las propuestas y qué posibilidad hay de que se pongan en práctica. Por
ello, Juan, y a riesgo de romper la armonía y paz que narcotiza al pueblo, te
emplazo para buscar conmigo a los culpables.
¿Por dónde debemos comenzar a buscar a los responsables del retraso de
nuestros ciudadanos? Creo que lo mejor será recurrir a los romanos que fueron
más perspicaces que los franceses. Mientras los últimos buscan como autor del
crimen a una mujer, “cherchez la femme”,
Cicerón preguntaba “Cui bono”, ¿Quién se beneficia?, y Séneca era más explícito al
afirmar: “Cui prodest scelus, is fecit”,
“Quienes se han beneficiado son los que lo han cometido”.
Siguiendo a los romanos saltan estas preguntas:
·
¿Quién hace dinero manteniendo a la gente
adormilada? ¿Quién se beneficia con mantener a la gente ignorante de lo que realmente
sucede en el país?
·
¿Quién se regocija viendo a la masa entregada a
la televisión, discutiendo sobre fútbol, o leyendo revistas y periódicos
repletos de imágenes que llenan la vista y vacían el cerebro?
·
¿Quién sale ganando con la pasividad de la gente
que no cree tener derechos para reclamar nada?
·
¿Quién tiene miedo de que la gente piense?
¿Quién cree que razonar es peligroso porque pueden decir ¡Basta ya!?
·
¿Quién se beneficia de la soledad y desconcierto
en que se encuentra el votante en cada elección?
·
¿Quién desea que todo siga igual?
Continuaremos…, para mí es suficiente por hoy…
Herbert
PD. Si tienes comentarios no dudes en escribirme, trataré de responderte
antes de que llegue el barquero. hmorote@herbertmorote.com
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