(Primera parte de tres)
“Los
de siempre”
Seré sucinto, la cercana fecha para votar no permite
florituras.
Ya estoy harto.
Harto hasta las narices de ir a votar para elegir al presidente del Perú. Y no
es por el esfuerzo de acudir a las urnas, sino por comprobar que de nada sirve el elegir presidentes que no
solo no cumplen lo que prometen sino que hacen todo lo contrario, y no suficientemente
contentos con la traición se dedican a robar, a mangonear las finanzas del país
mientras que la desigualdad social y económica sigue aumentando a ojos vistas.
Voté por Belaúnde, un presidente que hasta ahora
tiene la aureola de demócrata a pesar de que en su primer periodo sus
colaboradores se hincharon de dinero con el erario nacional y componendas con
voraces empresas extranjeras como la que ocasionó el escándalo petrolero que
dio pretexto al golpe de estado que lo depuso. Su segundo periodo fue peor:
permitió a las Fuerzas del Estado asesinar a cuanto compatriota veían por la
sierra causando una reacción negativa en la población serrana en vez de
conseguir su apoyo para combatir a los miserables terroristas de Sendero Luminoso.
Ni durante Alan García o Fujimori se cometieron tantos abusos y asesinatos como
durante el mandato del “demócrata” Belaunde.
El caso de Alan García es como para llevarnos a un
centro internacional de retardados mentales. En su primer mandato votamos por él
con entusiasmo, aún personas que éramos anti-apristas consumados. Su juventud, simpatía, entusiasmo y verborrea
nos encandiló. Todos conocen el resultado: un fracaso en todo sentido, y si la
devaluación del sol fue escandalosa peor fue el saqueo, el robo exagerado y
notorio que hizo este hombre que venía de un partido como Alianza Popular
Revolucionaria Americana (APRA) cuyo mérito era tener ideas socialistas y
demócratas. Luego de su estruendoso fracaso nos olvidamos de él. La justicia lo
persiguió sin éxito hasta que prescribieron sus fechorías y las de los
narcotraficantes que indultó. Luego se presentó nuevamente (esta vez no voté
por él) y fue elegido por poco margen, pero suficiente para entregar a la
oligarquía criolla la política neoliberal que reina en el país a través de sus
títeres políticos. También siguió indultando narcotraficantes. De sus
principios apristas no quedó ni el más mínimo rastro.
Después Fujimori ganó su primer mandato porque
la población más humilde creyó de forma desesperada que no podía elegir a Mario
Vargas Llosa, un representante del neoliberalismo promotor del poder económico
internacional. Lo que pasó con el “chino” está al alcance de la memoria más
reciente: Fujimori aplicó la misma receta económica que Vargas Llosa, y por su
cuenta aunó una corrupción generalizada que le permitió contralar jueces,
militares, periodistas, y a cuanto pájaro tuviera visibilidad. Fujimori no fue
derribado por nadie, fue su misma incontrolable podredumbre la que lo hizo
renunciar desde Japón.
Luego el
presidente Toledo fue
entusiastamente elegido por una masa ingenua que vio en sus marcados rasgos
indígenas un Pachacutec o algo así que levantaría el nivel de atraso a la que
está condenada nuestra población. Salvo el progreso de los de siempre no se hizo nada por
la educación, sanidad ni por disminuir la desigualdad de nuestra sociedad. Lo
que realmente se vio saltó poco después al conocerse su ilícito y desmedido
enriquecimiento.
Más adelante voté como muchos peruanos por Humala. Sí, desde el inicio de su
campaña me gustaron sus ideas progresistas, a pesar de que El Comercio y sus
satélites no dejaban pasar un día sin que soltaran rumores como el que iba a
expropiar la propiedad privada e imponer precios bajos a productos básicos que
causaría una hambruna descomunal. A
última hora Vargas Llosa le dio su bendición. Algo sabría el Nobel y no se
equivocó. Al poco tiempo de ser elegido Humala cambió su prometida política
progresista y se echó en brazos de un sistema que neoliberal al que todo le
parece poco. Humala se deshizo de sus colaboradores iniciales y luego de
cambios continuos y acelerados (uno no sabe quién no es ministro en el Perú)
llevó al Perú a la situación dramática en la que nos encontramos, con el costo
de vida más elevado de América Latina,
unos sueldos de hambre y unos jubilados que tienen pensiones de miseria.
Total un desastre. Además su Lady
Macbeth criolla, que perdió la oportunidad de salvar a su marido, se metió en el ajo y alargó sus ambiciosos
dientes.
Ahora, en 2016, nos
encontramos ante un paisaje desolador: nuevamente se presentan Alán García,
Toledo, Fujimori vestido de Keiko, más PPK, pájaro financiero de más que dudosa
reputación por la labor que desempeñó durante los gobiernos de Belaúnde y de
Toledo. La verdadera nacionalidad de PPK reside en los paraísos fiscales. Ser
estadounidense o peruano poco le importa.
¿No les da
vergüenza tener candidatos como estos? A mí sí.
Escribo estas
líneas el Viernes Santo. ¡Qué fecha más triste para un país entristecido por la
corrupción política!
Fin de la primera parte de tres
HM
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